Lo peor de esta
enfermedad
viral, es que contra ella no existe remedio conocido, puede ser que algunos medicamentos alivien, pero en realidad la cura se produce
una vez que se cumple su ciclo de
incubación, desarrollo,
apogeo y desaparición.
La cuestión comienza cuando uno siente la cabeza como si el cerebro se hubiese desprendido de la meninge.
Tamborazos retumban
en su interior, alternando con el rítmico sonido de gong de pagoda budista.
Un zumbido ronco, como producido por cien mil cigarrones atormenta los oídos, mientras
un intenso
dolor, con agudos
puyazos,se desplaza de la trompa de Eustaquio hasta las agallas y
viceversa, amígdalas que
han adquirido un
hermoso color morado pomagaz; los ojos se enrojecen y lagrimean copiosamente, las pupilas se agrandan al máximo y achican a su mínima expresión, todo al alucinante
compás de los sonidos. Un vaporan por dentro del cuerpo, lo
abrasa como si lo estuviesen asando a la parrilla y
las piernas se sienten
blanditas y vacías, sin huesos en su interior.
Los estornudos, entre 60 y 70 en cada serie a la par que incrementa el lagrimeo, pone el abdomen tan adolorido como si lo hubiesen usado a modo de
tabloncillo en una competencia de levantamiento de pesas...
Las fosas nasales manan mocos por
cantidades industriales y usted gasta
el papel tualé por gruesas. Su mujer le prohibe usar pañuelos, no sólo porque es .una cochinada, sino porque podrió quedarse sin nariz, la cual de cualquier manera le queda igualita a la de un payaso...
Toma toda clase de remedios automedicados, sin ningún resultado, sin embargo insiste mañana, tarde y
noche con uno
que le recomendó el compadre; que es
el que le ha caído mejor... ¡ron con limón!
El colmo de todo, es que esta calamidad de enfermedad la propagan las aves migratorias, flamencos, gansos, patos, pájaros, que contaminan primero a los cochinos y éstos le pasan la bicha, con virus mutantes, al ser humano...
¡Madre vaina!
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