Computamor... (de @ReubenMorales)


Entre el amor de pareja y las computadoras hay un curioso paralelo. Y es que si de marcas hablamos, el noviazgo es una Mac y el matrimonio, una PC.



Reuben Morales
Fíjese, en la etapa del flechazo todo es bello y hermoso, como una Mac. Ese otro ser se muestra con una apariencia superbonita. 

Viste a la moda y con diseños que marcan pauta por su sobriedad. Además se exhibe sumamente práctica: un solo cable basta para todo. Parece un objeto inalcanzable. Se hace la dura, cuesta acceder a ella y se te vende con la premisa de que no es compatible con todo, sino con exclusivos programas.

Logras enamorarla. Ahora son novios. Alcanzaste esa difícil meta que costó muchos sacrificios. Ahora conoces fases aún más interesantes de esta Mac. Siempre te muestra esa manzanita mordida que invita a la tentación… ¡y lo mejor es que no tiene virus! La vida con Mac corre de maravilla. Está regida por el sistema operativo OS, que la hace supereficiente: nunca se guinda y te mantiene actualizado de su estatus en donde te encuentres. ¿Qué más puedes pedir? Además cuenta con el explorador “Safari”, que encuentra todo de inmediato. 

Basta decir que te provoca un sushicito para que “Safari” te presente diez opciones: la más cara, la más barata, la más cercana, la más lejana… ¡Claro!, y todo bajo el amparo de que tu suegro es un Steve Jobs. Un señor respetado, “cool”, punta de lanza y que de anteojito asegura las finanzas de esta relación que está comenzando.

Te casas. Ahora todo cambia. Te das cuenta de que esta Mac en verdad es una PC. Toda esa fachada de vanguardia y moda era un parapeto. Tu pareja en verdad es un clon cuyas piezas son de marcas distintas: el monitor es de un color, pero el teclado es de otro. Además cuenta con dos memorias RAM implantadas que en cualquier momento vencen y necesitan ser reemplazadas.

Cuando despiertas a su lado su apariencia no es de un cable, sino una maraña de cables. Te das cuenta de que su sistema operativo en verdad es “Windows”. Sí, este ser ahora es una ventana que muestra todo lo que antes escondía. Además de que ya no es tan eficiente. Cuando antes bajaba la luna y las estrellas por ti, ahora, como buena PC, le pides que te haga dos cosas a la vez… ¡y se guinda! Y con su explorador “explorer”, que es tan lento, le pides encontrar una camisa que no aparece… y fácil tarda media hora.

Como buena PC, ves que no era tan exclusiva como decía. Te  enteras de que en verdad fue compatible con muchos programas y que por ese puerto USB pasaron bastantes pen drives. De hecho temes a que en algún momento haya olvidado usar el antivirus. Esta situación se agrava cuando tu PC llega una noche a eso de las cuatro de la mañana. Además de que provoca mentarle la tarjeta madre, sabes que no quieres tocar ese computador hasta que no escuches “La base de datos de virus… ha sido actualizada”. 

Luego, a la mañana siguiente, te enteras de que tu futuro económico no está tan asegurado, pues tu suegro no es ningún Steve Jobs, sino un Bill Gates que se cansó de la compañía y la dejó en manos de otro para dedicarse a hacer voluntariado.
Te divorcias. Ahora pasas al peor estado. Te conviertes en un sistema operativo Linux: un software libre, de acceso gratuito, que se presenta como la salvación del planeta, pero a pesar de eso nadie te quiere usar. 

¿Qué queda entonces? Visitar los cyber cafés para conseguir placer a cambio de dinero o si no, volver al origen de toda tecnología: una sesión de mundo analógico y manual.

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