Olimpiada de Bolsillo (de @ReubenMorales)

Autor: Reuben Morales
Toda crisis trae oportunidades y en vísperas de la preparación que debemos tener para las próximas Olimpíadas de Río 2016, creo que vamos por buen camino en Venezuela. Así como el Sistema de Orquestas Sinfónicas Juveniles se ha masificado, nuestro entrenamiento olímpico también; pues una ida al supermercado hoy te entrena en las más importantes disciplinas olímpicas sin siquiera darte cuenta.

Para empezar, los cinco aros olímpicos ya vienen dados por las “o” de condicionalidad que se te presentan al elegir lo que puedes comprar en los anaqueles: “Compro aceite de maíz O vegetal O de soya O de oliva O margarina O mantequilla.”

Apenas entras al supermercado, ya empiezas a sentir el espíritu competitivo. Caminas por los pasillos con tu carrito con la misma actitud con la que se camina por la Avenida Baralt a la una de la mañana: desconfías de todo el mundo. Es que ya hemos llegado a un punto en el que no te da rabia que te roben en la calle, sino que te roben algo de tu carrito de compras mientras vas a meter frutas en una bolsa.

Ya cuando tienes los niveles de adrenalina altos en tu cuerpo, comienzan como tal las olimpiadas. Llega un caletero y suelta una paca de paquetes de harina en un pasillo. Ese sonido, es como si hubiese sonado la pistola de partida. En ese instante todo el supermercado comienza una carrera de 100 metros planos con obstáculos.

Si finalmente llegas a la meta, empiezas a pelearte por unos paquetes de harina y te das cuenta de que estás en pleno combate de lucha grecorromana. Si resultas ganador, comienzas a hacer lo imposible por cargar la mayor cantidad de paquetes de harina, pasando a hacer levantamiento de pesas.

Luego vas a las neveras a buscar pollo y no puedes elegir el que quieras, sino agarrar un bichito flaquito y de un color no muy convincente, haciendo que te sientas Limardo porque eso da esgrima.

Terminas de llenar tu carrito y te vas a pagar. Para meterte en la fila con menos gente, practicas el salto largo. Ya cuando la cajera empieza a marcarte los productos y te va decomisar un paquete de harina porque llevas más de los que permiten para una sola persona, te sale practicar con ella el lanzamiento de jalabolina. Y si te los deja pasar, vas a pagar y te das cuenta de que tus reales se fueron para abajo haciendo clavados.

Claro que esto es si vas tú solo al supermercado. Si vas acompañado por tu familia, estimulas el trabajo en equipo, pues antes de entrar cuadras la estrategia cual entrenador de básquetbol: “Marcelo, te cuelas por la derecha y agarras dos paquetes de harina. Camila, te vas por la izquierda y agarras dos más. ¡Pero que no piensen que son familia! Jorge, tú te quedas atrás defendiendo un puesto en la cola para pagar rápido. ¡Vamos! ¡Uh!, ¡uh!, ¡uh!”

Pero todo no termina al salir del supermercado, pues hay gente que va más allá. Al llegar a sus casas, molestos y acalorados por lo que acaban de bregar, se molestan con su presidente por la situación del país y practican el salto de talanquera con garrocha.

Al final de todo, las premiaciones no son con medallas, sino con cosas más valiosas: abrazos y besos de tu familia que te ve llegar triunfante a pesar de las dificultades que tuviste que sortear. Es que ellos saben que más que unos juegos olímpicos, acabas de jugar los juegos del hambre.

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