Pinkolás y Cerebrello... (de @ReubenMorales)

Por más de 13 años, dos roedores del laboratorio de experimentación ideológica habían permanecido encerrados por el orden jerárquico de los investigadores que allí mandaban; hasta que un día vieron la oportunidad de escapar y cumplir sus
sueños.

Ambos conformaban un dúo perfecto. Cerebrello es bajo de estatura. Tiene cara seria y mirada calculadora. Es de personalidad fría y desde lejos siempre se puede ver cómo su vasta frente cocina planes para conquistar a Venezuela. Habla poco, pero lo que dice, lo dice con fines bien premeditados.

Pinkolás es todo lo contrario. Es un pasmarote y siempre anda en las nubes. De cierta forma, pareciera que no tiene control sobre su propio cuerpo. Por tanto siempre ejecuta acciones que van en contra de su propia voluntad, causando risa.
Esa misma noche que escaparon, Pinkolás preguntó:
  • ¿Qué haremos esta noche, Cerebrello?
  • Lo mismo que hacemos todas las noches, Pinkolás… tratar de conquistar a Venezuela.
A Cerebrello se le había ocurrido un plan: poner a Pinkolás como gobernante del país, mientras él se encargaba de crear las leyes que les permitirían conquistar a Venezuela para siempre. El plan iría por fases. Para la primera, Pinkolás preguntó:
  • ¿Qué haremos esta noche, Cerebrello?
  • Lo mismo que hacemos todas las noches, Pinkolás… tratar de conquistar las elecciones.
Y lo lograron -a duras penas y en medio de dudas. El plan de Cerebrello seguía marchando, pero había una pata coja que cada vez se estaba haciendo más presente: siempre que Pinkolás hablaba, la gente se comenzaba a dar cuenta de que algo no andaba bien. Es que sus discursos comenzaron a estar marcados por locuras, como:
  • Hablé con un pajarito… ¡Narf!
  • ¡Contemos todas las cajas!
  • Ay, Cerebrello… deberías revisar mi corazón con el telescopio.
  • Visitaré el estado de Margarita… ¡Naaaaarf!
A medida que la gente escuchaba los disparates de este nuevo gobernante, comenzaron a dudar de su capacidad para llevar las riendas de un país. Por eso, Cerebrello decidió apretar las tuercas con el fin de que no se esfumara el anhelo que por tantos años había tenido. Ante eso, Pinkolás preguntó:
  • ¿Qué haremos esta noche, Cerebrello?
  • Lo mismo que hacemos todas las noches, Pinkolás… tratar de conquistar la asamblea.
En este último intento, Cerebrello puso toda la fuerza en su nuevo proyecto y lo logró. A punta de amenazas y golpes replegó a los diputados opositores. ¡Cerebrello lo había logrado! Todo marchaba bien, hasta que un primero de mayo Pinkolás hizo una cadena de radio y televisión… (bueno, de televisión, porque de radio no era). De nuevo, todo el mundo rió y comenzó a ver que esto era una estafa. Entonces  sus opositores impugnaron las elecciones. Pinkolás ahora preguntaba:
  • Cerebrello, ¿estás molesto?
  • ¡Cállate, Pinkolás!... ¡Por cada palabra que dices nos retrocedes un paso para tratar de conquistar a Venezuela!
  • ¡Aaaay!... ¡Narf!
¿Cómo terminará este episodio? Nadie sabe, pero si seguimos la acostumbrada trama de esta comiquita, Pinkolás y Cerebrello terminarán dándose cuenta de que todo siempre sale de maravilla cuando se experimenta en el ambiente controlado de un laboratorio, pero cuando se sale al mundo real… todo resulta distinto.
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