Próceres Latinoamericanos (de @ReubenMorales)

3 próceres actuales:
Izq. a der: Mayor Querales,
General Morales y Teniente Serrano
(@KelvynQ, @ReubenMorales y @Humoristech)
Con el fin de salir de dudas, me topé en internet con que prócer es un “hombre ilustre que es respetado por sus cualidades y disfruta de especial consideración entre los de su clase o profesión”. En la Real Academia Española dice: “Eminente, elevado, alto (…) de la primera distinción o constituida en alta dignidad”. En Latinoamérica no solo son los hombres, sino algunos estereotipos los que terminan obteniendo esta sublime cualidad:
Los vendedores desatentos: uno llega al mostrador, emocionado porque finalmente va a comprar algo que necesita, y…
  • Buenas, amiga, ¿cuánto me cuesta este marcador?
  • Un momento, ya le atiendo.
Bueno, es verdad. Uno no debe pensar solo en uno. Hay que respetar el tiempo ajeno. Quizás ella está terminando de tramitar otra compra. Ya me atenderá. Los minutos pasan y ahora a ella le da por contar a mano recibos de compras anteriores. “Ya te atiendo, mi amor, dame un segundo”. En este momento uno empieza a invocar espíritus de civismo: “No me voy a poner energúmeno. Soy un ser humano civilizado y si algo me diferencia de los animales es que puedo tener paciencia y resolver las cosas amablemente con el uso de la palabra”. Le suena el celular a la vendedora. Te vas dando cuenta de que es un familiar que la llamó para aclarar una duda sobre una receta. Además aprovechan y se dicen un chismecito. En este momento uno invoca a la nueva era: “El doctor me dijo que no me estresara tanto, que meditara. Respira profundo… ohmmmmmmmmm…”. Ahora le llega un mensaje de texto por el celular y se pega a chatear. Uno estalla:
  • ¡¡Bueno, me voy!!
  • Ay, señor, que pena, disculpe. Es que hoy me dejaron sola en la tienda y me ha tocado hacer todo yo sola.
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  • Los mendigos exigentes: víctima de uno de ellos fue mi amiga Sonia, quien salía de hacer mercado un día y en el estacionamiento se halló a una mendiga con hijos. Esta última le preguntó que si tenía la amabilidad de regalarle un pote de cereal para bebés. Sonia muy amablemente fue y se lo compró. Cuando vuelve del local, le da el pote a la señora y se establece el siguiente diálogo:
  • Mmm… de vainilla.
  • Sí, sí.
  • ¿Y no había de chocolate?
  • No, solo les quedaba de vainilla.
  • Ah, entonces no me sirve porque a mi bebé le gusta es de chocolate.
  • ¡Pero señora! ¡Acabo de hacerle el favor de comprarle un pote, que además me salió caro, y usted lo va a despreciar!
  • ¿Pero es que no entiendes que si a mi hijo le gusta el de chocolate no le puedo dar el de vainilla? ¡Qué desconsiderada, mijita! ¡Toma tu pote!
  1. Los que hacen la cola de ladito: son los que al ver una fila pasan a formar parte de ella, pero no colocándose detrás del último, sino justo al lado de éste, hombro con hombro, como si se tratara de un dominó humano. Para quien nos toca lidiar con estos seres, sabemos que, en principio, nos invade una ansiedad al saber que en cualquier descuido se nos pueden colear. Luego esta ansiedad se transforma en sentimiento de culpa, pues uno piensa: “¿Será que cuando yo llegué esta persona estaba delante de mí y no me di cuenta?”. Aunque finalmente uno se envalentona, les mete el cuerpo agresivamente para que no se coleen y ellos, cual egresados del Actor’s Studio de Nueva York, te ven con cara de víctima y hasta te llegan a decir: “Pero señor, ¿qué le pasa? Yo estoy haciendo mi cola”.

  2. Tres casos. Tres personajes ambivalentes. Y lo peor es que cuando se lanzan a presidentes, ganan.

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