Dígalo con Mímica

Luego del sobresalto ante tal título sin originalidad, hoy nos toca hablar de mimos. No que nos mimen aunque nos haga falta, sino de esos artistas del silencio que a muchos no les gusta ver, porque si hablaran, entonces la cosa sería no oírlos. Hay gente necia y amargada, a esos, silencio total, que paguen el delito de la indiferencia. 

El mimo es un difusor de la imaginación la cual debe llevar a un plano tangible y comprensible. No muchos lo logran con las puras manos, ya que sí bien en su mente están dibujando una caja donde están siendo embalados, muchos piensan que tienen retortijones, quizás por mala comprensión o porque como dijimos, el artista no se explica. 

El mimo debe aguantarse pisotones y seguir contento, aunque su maquillaje de cara blanca exprese alegría o tristeza anterior. Así como los personajes Disney en el parque, los cuales siguen un patrón de movimientos que ni siquiera la tosquedad del mundo exterior puede alterar. Ese es el aguante soberano del mismo, no darle una pescozada a alguien en retribución, al menos haciendo mímica vivencial de una pelea de boxeo, riña callejera o la patada de la grulla del Karate Kid. 

El mimo más famoso, el imbatible, inimitable, es y será siempre Marcel Marceau. Tan famoso por su nombre que casi nadie le decía “BIP”, el cual era el nombre de su famoso personaje. Un caso inusual en que la persona era mejor que el personaje que le dio fama. La única vez que habló como “BIP” fue en la película “La Última Locura de Mel Divertido” de Mel Brooks, que era una película muda. La escena era que Marceau fue llamado a participar en dicha película y luego de luchar contra un viento imaginario y poder llegar al teléfono, gritó un rotundo ¡NO!, la única palabra sonora del film. 

En contraste, pero quizás válido en la vida cotidiana de un mimo, Marceau vino varias veces a Venezuela. En un segmento que le dedicó VTV, un muchacho le hizo un homenaje. Al final le dijo “esto es dedicado a usted” y Marcel le respondió, “maquillado, no se habla”. Como buen venezolano, el muchacho seguro rezongó diciendo, ¡el mimo me mandó a callar!, ¿tú has visto? 

Ser mimo en Venezuela es un caso peculiar. Acá hay tanto que decir que el estar callado es pernicioso. Muchas personas no saben hablar con el cuerpo de manera armoniosa, por eso el baile interpretativo de emociones es tan impopular. El cuerpo habla cuando se le hace señas a alguien para jugar, burlarse o previo a que se arme un atajaperros. 

El mimo lucha contra el sol, la lluvia, los vientos y los que les quieren robar la propina. Una variación casi terrorífica del mimo es el hombre estatua, personas que se quedan estáticas en posiciones por demás incómoda, siendo futuros pacientes traumatológicos y renales por estar aguantando, debido a que no pueden ser estatua de fuente de esas que sueltan el líquido por donde ya ustedes me entendieron, no se hagan. 

El mimo se encierra en una caja, se lo lleva el viento, consigue flores imaginarias, se cubre con un manto de invisibilidad, emula y eso gusta y no gusta a su vez. Se narra historias que muchos no quieren oír en su imaginación, lo que le hace más cuesta arriba su profesión. Sí, porque esto es una profesión, de esas en que los padres de su novia siempre dirán, ¡le pregunté que con qué mantendría a mi hija y se puso a contar billetes imaginarios, me vio que me puse a llorar de dolor y el muy müergano se puso a llorar conmigo! 

Chaplin, (creyeron que no lo nombraría). El genio que también opacó a su personaje “Charlot (lo que me pone a pensar que Marcel le siguió el son); de él sólo diré lo que se decía de él cuando él dirigía a los actores y personal que con él trabajaban “Chaplin escuchaba de manera silente las sugerencias que se le hacían para dirigir o actuar; en escena él hacía lo que decidía, quizás basado en lo escuchado, pero nadie puede decir que pudo darle una sugerencia a Chaplin y él la hizo al pie de la letra, nadie le dirigía”. 

Conclusión a esto: el mimo mientras está callado, tiene más tiempo para pensar; como anda en algo bueno, al menos los pensamientos no son psicóticos. 

Y sí, el mimo insta a hacernos varias preguntas: ¿el mimo sueña en off audio?, ¿para dispararle a un mimo hay que usar silenciador?, ¿son los mimos los creadores y quienes cobran la patente y regalías del juego Pictionary?, ¿cómo pregunta una dirección un mimo?, ¿los mimos cuando está borrachos llaman a su ex, despechados?, ¿los velorios de los mimos son los más silenciosos?, ¿cómo reza un mimo sí en su mente evita hablar?, ¿por qué no ponen a los mimos de fiscales de tránsito?, ¿a los hombres estatua no les late el corazón 100.000 veces por día, sino menos y por ello viven más?, ¿De bebé lo mimaron mucho con Mennem y por eso se hicieron mimos?, ¿es posible considerar al Coyote el mimo de las caricaturas del Corre Caminos?  

Son tantas interrogantes que ellos podrían contestar, pero de seguro, no sabremos sí entendimos o de plano, entendimos lo que nos dio la gana o no entendimos y nos quedamos callados por estar preguntando lo que no es. 

Mejor estamos calladitos, como mimos. Así nos vemos más mimosos. 

Lcdo. Argenis R. Garnica Serrano 
@Humoristech 

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