#Maracay, Ciudad Jardín de #Venezuela


Maracay, te quiero y por eso debo decir todo lo que es y que deploro que se. Porque así es la amistad. Ni me burlo ni te odio, más bien te doy duro contra el muro y no te duele porque es una pura metáfora. Lo que no es contrario es mi cariño, pese a que…

Hueles tanto a orine que bien ya te dicen “la ciudad de Mea_racay”, y es un jardín regado y abonado con lo miao y cagao.

Los semáforos son más inteligentes que la mayoría de los osos y de los peatones.

Muchos cruzan la calle por donde les sal el forro de la gana y se ofenden si les reclaman que cruzaron con la luz errónea.

Los motorizados van en sentido contrario y ay de ti sí les critican, aunque te hayan arroyado.

El museo de historia está desvencijado y ya ni él mimos se quiere contar como historia.

Las putas viejas se paran a las puertas del museo de día y sin pena, como parte de la exhibición o para que les digan qué precio cobrar, según la antigüedad de cada una.

Los 3 diarios principales, son: uno mafioso, el otro chabacano y el otro sifrino.

Las emisoras radiales sólo son para vender, pero no con calidad. Se mantienen con la peor música y defenestran a la buena. Y las que de verdad quieren innovar, terminan falleciendo de manera innovadora.

A una plaza le rebajaron el número de árboles que degradaron a matas. Y sigues siendo Ciudad Jardín, ¡qué empoderada eres!, ¿o nos estamos mintiendo?

Las calles son reparadas con más macadán sobre los baches que crean desniveles que propician huecos y grietas vecinas que son rellenas luego muy tarde con más macadán y así en un ciclo sin fin de parchos, grietas, huecos y carros averiados.

Peatones (volvemos al tema), que cruzan la calle con luz verde y tienen el tupé de creer que el carro se debe parar en un metro aunque venga a 90 kilómetros prohibidos por hora en zona muy transitada.

Con las tradiciones de interrumpir al que habla para contar su parecer que le parece más importante, tan sólo para no demostrar su inseguridad personal de sentirse relegado en hechos y acciones estrambóticas. No respetar las normas del buen oyente y buen hablante. Alegatos tan pueriles que terminan en gritos.

Querer ser primero hasta en lo más grotesco. Cayendo en lo bajo de decirse a sí mismo “marico”, llegan los maracayeros a decir “vine de marico y compré esto caro y…” y allí el otro interrumpe para ser líder, diciendo: “no vale, más marico soy yo”. Ser marico es hasta competitivo.

La ciudad vejada por los eventos culturales, de espectáculos, siendo la víctima de Bullying que quedó entre Caracas y Valencia.

Donde luego de visitar los centros comerciales, a la Madre María de San José, el Museo Aeronáutico, los restos del Parque de Ferias, no hay más nada que ver y te apena cuando quieres pasear a la gente, porque lo demás como que no atrae. Y es cierto, no atrae.

Donde la vida nocturna ha bajado por el costo de la vida e inseguridad, salvo a los que no temen a la muerte porque parte de su séquito son, salen al pórtico de su casa a jugar dominó, cantar la zona o a criticar a la vecina que está más buena que ellas.

Donde la gente se esconde si vienen los Testigos de Jehová, pero salen cuando hay un tiroteo, porque quieren ver las balas ¿?, para luego en la mañana salir a comprar un diario y ver cómo salió la foto del que ya saben está muerto.

Donde se quejan del calor y del frío por igual, ya que nada les embona.

Lugar en el que al llover, el agua corre y a la vez se empoza, rompiendo toda lógica física.

En que los ciudadanos cuando llueve se ponen chaqueta con capucha para taparse pero andan en shorts cortos cerca de la raja y chancletas, como sí uno se resfría sólo con la parte de arriba.

Donde usar traje y corbata o es de rico o es de evangélicos y te ven extraño.

En la que la hotelería es cara y luego se preguntan, ¿por qué no hay turismo?, o ponen a los amantes a hacer cola pública para pagar el motel con el efectivo que no hay, porque no les da la gana de tener punto de venta, así como no les da la gana de asear las habitaciones, sólo porque cobran dizque barato comparados con el Hotel Aladdin.

Donde no hay canecas para la basura en sus avenidas principales, ¡qué quedará para las transversales!

En el que la gente por estar pagando, se la da de arrecha con los demás. Y cuando no pagan, también, porque es la cuna del yoísmo, individualismo y yo primero, segundo, tercero y cuidado te quiebro sí te me adelantas.

Donde toda forma de abuso, tiene dolientes y se ofenden sí buscas justicia.

La Ciudad Jardín con menos árboles y flores cada vez.
En que no se riegan las plantas, pero sí se lava una acera a manguerazos.

Maracay, no creas que estoy hablando mal de ti, comento lo que pasa y me quedo corto, lo sabes. Estás en todo tu esplendor. Acá estudié, trabajo, hice amigos, conocí la bohemía, el dolor, la alegría, la cultura, el deber ser, la historia, tu historia, hago la mía.

Tienes pocos edificios altos y pocos te visitan por un temor que parece de cavernícolas.

De ti no me quiero ir aunque el país me está empujando, porque acá, salvo las transgresiones cívicas que hacen sus propios habitantes, mayoritariamente porque les importa verga todo, tú eres ese lugar calmo y con gente buena (que jode, aunque temerosa de demostrarlo no sea que los fusilen), en el que quiero hacer mi destino, en el cual ya empecé.

Y sí, vivo en un municipio que es tu apéndice de antes. Pero estamos tan entrelazados que el cariño es el mismo.

Ojalá que la gente cambie, para que tú evoluciones como debes. En pie te sostenemos los buenos ciudadanos y ese cariño que eres tú. Feliz día por siempre, Maracay, eres mi sonrisa de más veces en el año.

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