“Las personas de esa casa
estaban aquel domingo muy tranquilas, calladas, quitas. Se podía escuchar una
aguja caer en el suelo.
De manera sigilosa apenas veían por las rendijas de una
ventana cerrada, temerosos de no ser vistos.
La espera se hacía larga, sólo el
toque de un timbre y de una puerta delataba el por qué se escondían…sí…estaban
los evangélicos y Testigos de Jehová en la puerta con ganas de predicarles”.
Y
la historia se repite siempre, porque para ser religiones, jamás hay comunión
de estilos entre ellas.
FIN.
FIN.
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