Autor: Rafael Jiménez Moreno @VampiroTuitea
A menudo la principal víctima de las políticas de seguridad empleadas en internet es el propio internauta, quien acosado por el miedo y la paranoia accede a participar en cualquier mecanismo que prometa ponerlo a salvo de un ataque cibernético o de un intento de suplantación de identidad por parte de un hacker.
Ahora, a la peste de tener que idear cada seis meses una nueva e inmemorizable clave que contenga letras mayúsculas y minúsculas, elementos alfanuméricos, caracteres cuneiformes, runas escandinavas y emoticones, se suma un cuestionario en línea, donde, con intenciones rayanas en la más vulgar chismografía, los administradores de protocolos de seguridad indagan acerca de las vidas íntimas de las personas: el nombre de la primera mascota, la marca comercial del primer vehículo, la ciudad donde se celebró la luna de miel, el juzgado donde se llevó a cabo el divorcio, el hospital donde se vino al mundo o el apodo del tatarabuelo materno. Y como para no aminorar la dosis de tortura y de sevicia, entregan una tal tarjeta de «coordenadas» (que se parece igualito a un cartón de bingo), repleta de combinaciones numéricas para ser tecleadas a petición del sistema.
Si usted es una de esas almas despalomadas que cree que el limbo fue eliminado por el papa Benedicto XVI, lo invito muy amablemente a que se equivoque tres veces con la clave o la bendita coordenada de la FARC para que pueda observar como es suspendido de inmediato, cualcanarinho Neymar, y condenado a vagar entre un robot que lo manda a una ejecutiva de cuenta de una agencia bancaria y una ejecutiva de cuenta de agencia bancaria que lo manda a llamar a un robot. Una desgracia ciudadana que ni siquiera tendrá el consuelo de ser subsanada por el defensor del Pueblo, por encontrarse este funcionario ocupado en demeritar la huelga de hambre de Leopoldo López y condenar la llegada al país de cualquier político extranjero remiso a prosternarse ante el monumento de «La flor de los cuatro elementos» en el Cuartel de la Montaña.
Lo cierto es que una investigación patrocinada por la empresa Google ha puesto de manifiesto el carácter ilusorio de las denominadas «preguntas de seguridad». De hecho, en las conclusiones del informe se afirma que los hackers logran acceder, en un alto porcentaje, a las cuentas o datos cifrados con tan solo conocer la procedencia de la persona y el entorno cultural donde se desenvuelve.
«Con un único intento un hacker podría tener un 19,7 % de probabilidades de averiguar la respuesta de un usuario de habla inglesa acerca de su comida favorita (la respuesta es la pizza). Y en el caso de los usuarios de habla coreana, con diez intentos un pirata informático podría tener un 39 % de probabilidades de averiguar la ciudad de nacimiento y un 43 % de posibilidades de acertar la comida favorita», se explica en el estudio. En el caso venezolano el hackeo sería más fácil, porque todo se reduce a dos opciones: el pabellón o la arepa.
El estudio también reveló que 40 % de los usuarios de Estados Unidos de habla inglesa no recordó las respuestas de sus preguntas secretas. Sin embargo, sí lograron acceder al sistema con los códigos de reinicio enviados por las plataformas informáticas mediante mensajería de texto (más de 85 %) y correo electrónico (alrededor de 75%).
En fin, pronto tendremos que contratar a un hacker incluso para consultar un piche correo.
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