No sé porqué pero este día me plena los sentidos. Es como la antesala a la antesala. Es el día en que más se afinca la TV en los especiales navideños y que al verlos te hace pensar “faltan horas para Navidad, quizás a mí también se me haga el milagro”.
A mis 40 años y soltero, el milagro siempre va directo hacia el sexo. En otros tiempos, el amor, pero ahora pobre, feo y viejo, milagro navideño es el sexo, milagro imposible el amor. Pero el 23 de diciembre de seguro me llenará de vigor y renovará ese sueño.
Ver a las personas irse preparando, algunas pocas, porque otros agarran el 24 para hacerlo, con la absurda esperanza de esperar alguna oferta de remate. De remate están ellos, ese 24 es cuando los van a espernancar.
Muchos están terminando de pintar y acomodar, otros se alistan para hacer hallacas, dulces, pan de jamón y las demás cosas típicas de las navidades venezolanas. Porque por mucha peladera de bolas que tengamos y con lo poco que hay, pero el gusto de llenar la tripa con lo típico, no se va a parar. Eso demuestra que Venezuela nunca podrá entrar en guerra, ya que acá el hambre nos derrota en menos de 72 horas.
Creo que deberíamos engañar al sistema y cambiar el orden para encontrar todo más barato. O sea, hacer la comida de Semana Santa, léase bollitos, majarete, filet de sardinas, atol, en Navidad, ya que tendrá los precios baratísimos y dejamos las hallacas para el día de San Valentín. No para Semana Santa porque ya los comerciantes habrán deducido que esa era la jugada. Cambio a nuestro favor.
Sigo con el 23 de diciembre, ese día en que las jugueterías son lugares infernales y a las cuales me gusta meterme para hacer bulto y estresar a los demás creyendo que voy de próximo y nada más estoy ocupando un espacio a manera de estorbo.
También ir a los centros comerciales, sentarme en una mesa…en la silla de una mesa (gajes del lenguaje) estar sin pedir nada y ver como las parejas de novios se me acercan y me dicen, ¿está ocupado?, yo les digo que sí, que mi gente está comprando la comida y se van, siguen dando vueltas hasta encontrar un puesto incómodo y es allí cuando yo me levanto y les paso por un lado. Así descargo mi resentimiento por estar soltero y ellos siendo pareja y a su vez, dejo mi maldad allí y sigo esperando la Nochebuena y la Navidad, con la esperanza de sexo.
Ver los lugares festejando a la par de que quieren vender; los grupos musicales, los San Nicolás de los barrios del sur, casi que pasando hambre; los que quieren cobrar una postal con otro San Nicolás de mejor ver y dos chicas duendes (¿?) a precio de tomarla en el polo Norte. Eso da placer. En especial porque algunas de esas duendes con esos vestiditos rojos y el gorrito son como una fantasía propia de mi deseo milagroso de Navidad: sexo.
Tanto que puedo decir del 23 de diciembre de cada año, que en este momento se me olvida, pero es que es un patrimonio inmaterial, son las horas cruciales antes de las horas cruciales. Es el día para el intercambio de regalos al cual cada año espero que no me inviten porque siempre salgo jodido.
Es el día que eligen los que cobraron sus utilidades para casarse y que años siguientes hace que sea el día de arranque del despecho etílico maximizado por las fiestas decembrinas, basados en el recordatorio de ser el día de su boda y ya estar divorciados. Ese día duele, pero lo siguen utilizando.
Este día sí es para mí el día del Espíritu de la Navidad, sin rituales estúpidos ni figuras del hermano gay de Santa Claus. Es el día que da ese aire de apremio, de alegría, del “falta poco”, del milagro, del agrado. Este día visitas a tus amigos y si tienes suerte y ellos tienen dinero, te dan una hallaca con ensalada de gallina, pernil y dulce para que vayas probando. Sí están muy mal, aunque sea una arepita con queso te dan. ¿Ven que sí es el día del Espíritu de la Navidad?, no te darán sexo tal cual quiero, pero aunque sea una transfusión de sangre te obsequian.
El 02 de enero también tiene una similitud al 23 de diciembre: Sí vas a ese lugar familiar donde había recursos para hacer hallacas, te regalan unas para llevarla a ti casa porque están hasta la madre que los parió de hallacas y las aborrecerán hasta noviembre próximo. Ambos días son beneficiosos pues.
Disfrutemos pues el 23 de diciembre por ser la antesala de la felicidad. El arranque. La fuerza. La esperanza. El día que el milagro se hace petitorio (sexo, por sí no lo había dicho, es mi petición). Es el día en que el comercio se recupera, vidas se unen, despechos afloran, negocios se llenan, otros se cierran, la gente con inteligencia se apertrecha de sus licores y los más simplones esperan 24 o 25 para comprar aguardiente, porque parece que mientras más cara, más sabrosona o no sé qué verga es lo que les justifica la estupidez.
Este 23 de diciembre es para quererlo, como todo el mes. Menos el 26 cuando la gente va a los bancos a hacer reclamos de cobros mal hechos, no les pasó la tarjeta, comprar las pilas que se les olvidaron para los juguetes, empeñar los juguetes (los padres mal paridos) y a cambiar obsequios que no les quedaron. Así pasa los 02 de enero, pero la molestia es menos cuando te regalan la comida que ya no quieren.
FELIZ 23 DE DICIEMBRE Y DÍAS SIGUIENTES, MI GENTE.
Recen porque se me haga el milagro, aún hay tiempo.
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