Reuben Morales
Ahora produzco lo que como… ¡y en mi propia casa! Han sido días de sudor, pero ya le estamos viendo los frutos. Les cuento. Aunque nuestro balcón es muy pequeño, decidimos sacar todos los muebles de la sala hasta dejarla absolutamente vacía. Entonces subimos los sacos de tierra del vivero y la echamos sobre todo el piso de la sala. Eso fue fácil. Lo difícil fue esperar hasta las dos de la mañana para subir el arado y la vaca por el ascensor (y así evitarnos un reclamo del condominio). ¡Ay, la vaca!… nuestra nueva mascota.
Le pusimos Rosita por sus grandes ubres. Ojalá no nos termine matando. Se ha adaptado perfecto al apartamento y ara la tierra con gusto.
A los días, se nos enfermó Rosita. Ya está bien, pero la pusimos a descansar. Para evitar detener los cultivos, pedimos un tractor y nos llegó rapidito. Subirlo por las escaleras hasta el piso siete no estuvo fácil. ¡El condenado hace una bulla!… “Estamos remodelando”, le digo a los vecinos para evitar chismes.
Ahora el huerto sí está al día. Decidimos dejar a Rosita solo para hacer leche, pero la mudamos para la bañera. La metimos ahí, porque ampliamos el huerto hasta el comedor para que el tractor pudiera dar la vuelta en “U”. Bañarse con la vaca no es fácil, pero ya nos estamos acostumbrando.
Uno de los retos más grandes ha sido aprender a ordeñar a Rosita. No es sencillo, como parece. El otro día conseguimos a mi chamo pegado de la ubre, pero esa es otra historia. La cuestión es que debes cantarle para ordeñarla. Como no me sé canciones de ordeño, le canto cualquiera, pero imitando a Simón Díaz: “Me lo paróóóóó… me lo paróóóó… el taaaaaxi… el taaaaaxi… caraaacha, negro”.
El otro día se fue el agua. Eso sí es un problema cuando se tienen cultivos. Por dos días, todos en la casa estuvimos escupiendo la tierra. Resultó. Ya se ven maticas naciendo, pero el sistema de riego se nos fue de las manos. Se hizo una filtración hacia el apartamento de abajo. ¡Qué pena! Debí confesarle a nuestra vecina lo de nuestro huerto y ella me dijo: “¡No, tranquilo! Deja la filtración así. Esa agua me ayuda a regar el sembradío de chayotas que tengo en el comedor”.
Esto de la agricultura urbana te cambia las costumbres. El otro día fuimos a un cumpleaños y cuando llegamos, la vaca se había cagado en la cocina. ¡Qué bendición! ¡Nos ahorramos una paca de abono! De inmediato se lo echamos todo al huerto.
¡Ayer debimos mudar toda la cocina para nuestro cuarto! ¡Nos llegó el avión de fumigación que habíamos pedido! Jalarlo por un mecate para meterlo por el balcón fue un rollo, pero entre todos lo logramos. Ya hemos sobrevolado varias veces para fumigar. Ojalá dieran dólares de viajero por esos vuelos.
¡Buenas noticias! Hoy nació una matica de acetaminofén. Eso nos ha puesto muy contentos. Quizás se nos den las de enterogermina, las de pedyalite y las de jabón Camay. Ahora que llego de una cola en la panadería, estoy pensando enterrar migas de pan a ver si se da una mata de canillas.
¿Quién se lo iba a imaginar? Nuestro huerto urbano de apartamento ha sido todo un éxito. No solo nos abastece internamente. También le vendemos a vecinos. La gente no lo cree. Hasta nos vinieron a entrevistar de CNN para postularnos a los premios Héroes, de CNN. Ya eso no nos gustó nada. Nunca quisimos volvernos agricultores urbanos reconocidos y prestigiosos. Eso es un riesgo en este país. Podrían expropiarnos.
Fuente: www.reubenmorales.com
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