Es
muy difícil encontrar a la muerte, excepto una vez. Pero antes de nuestra fecha
de caducidad, ella no se presenta a menos que la veamos haciéndole el taxi a un
cercano ¡ganándose toda nuestra rabia, porque los humanos somos así!
Por
ello, coloqué avisos en diarios, revistas, portales web de clasificados,
cornisas de edificios, mataburros, al lado de toma corrientes y en otros
lugares donde pudiera jugarle al verga, pero sin pasarme de la raya para allá,
con tal de encontrarme cara a cara con la muerte. Hasta que por fin me hizo
caso, para lo que me envió un SMS con su número 666 a mi celular, dándome la
cita para el encuentro no final.
En
un sitio que no revelaré, pero era igual a un cementerio, siendo una plaza,
porque la gente evita éstos lugares donde más bien la muerte tiene el trabajo
más difícil por lo sano del ambiente, pero los ladrones sí tiene más chance,
con ella me encontré. Sentado junto a la muerte, con la hoz retraída
(tecnología de punta mortal), sin su capucha y serena como es ella, porque el
que se inquieta es uno, me dijo que tenía sólo 6 minutos para preguntarle lo
que quería, porque tenía mucho trabajo qué hacer.
Ésta
fue mi conversación en directo con la muerte. Para aclarar, Argenis soy yo y La
muerte es la muerte.
Argenis: Lo que deseo saber es poco, pero necesario, en
principio, ¿Por qué eres tan coñoemadre a la hora de elegir los métodos de
muerte?, ¿es que acaso la serenidad no puede ser parte de nuestro fin?
La muerte: Ustedes los vivos llegan a la vida sin aire, con mi
“baby muerte” que se extingue cuando empiezan a llorar luego de una palmada.
Pues yo soy como esa palmada y por ello causo dolor, pero ten presente que
cumplo mi trabajo, ¡los que causando lo horrible de la muerte son los humanos!
Argenis: No, déjate de eso, en este ajedrez tú debes tener algo
que ver.
La muerte: Pues sí, tienes razón, soy ese último eslabón o la última jugada, más lo
que ocurre es la consecuencia del efecto dominó de lo que hacen los humanos,
por su sentir, sus creencias, su odio, su desdén, su ignorancia intencional, su
desencanto, el decir “a mí no me pasa eso” y hacer algo imprudente que le pasa
a ellos o a los demás. En fin, no cumplir con sus deberes, anula sus derechos,
en especial el de vivir.
Argenis: ¿Y por qué los malos viven tanto?, y no me refiero al hampa,
porque bastantes has despescuezado, sino a los malos con poder, como tiranos,
dictadores, gente con cargos en las altas esferas que llegan hasta los 90 años,
haciendo sufrir en alma, mente, corazón a los humildes.
La muerte: Ese poder se lo dieron ustedes, los humanos. Y es
tanto su deseo de vivir que los hace más fuertes y longevos, a menos que sean
tan egocéntricos que les llegue el vencimiento más pronto. Como te dije, el
creer que “no me va a ocurrir nada malo, haciendo lo que quiero y no lo que debo”,
corta la expectativa de vida.
Pero
para que te consueles, en varias ocasiones me despacho a varios malos como una
jugarreta, sólo moviendo los horarios y en vez de ir por uno, voy por otro, de
la lista que me dan cada mes.
Argenis: Me queda la duda de, ¿por qué hay más muertes de
personas buenas que de seres que respiran malos (no les digo ni vivos ni
humanos)?, hay como que desproporción.
La muerte: Es que los malos tienen poder, como tú dijiste, y se
nota más. Te puedo asegurar que en éste ancho mundo, han existido y existen más
personas buenas que malas, sólo que los malos tienen mayor promoción y parece
que todo está falto de equidad.
Argenis: Si ves que hay personas a las que van a matar con
armas, por brujerías, con saña, con intenciones de obtener herencias o de
cortarles sus sueños de crecer, ser viejos en pareja y con sus familias, de
surgir como personas, ¿por qué no miras para un lado?, sin ti, no hay muerte.
La muerte: Nadie se muere en la víspera, sino cuando le toca. Yo,
como ya te dije, cumplo mi trabajo. El que estén incursos los humanos por su
maldad, ya escapa de mis manos, pero, para que te sientas informado, pero no
aliviado, cuando mueren, Dios, mi jefe, le pasa todas las facturas de vida de
ese mortal malo al diablo, para que las pague. En el infierno está el centro de
procesamiento de deudas más grande que existe, que no absuelve.
Argenis: Das como a
entender que Dios es el que nos mata.
La muerte: Quien mata o te hace morir, es tu destino y sus cruces; Dios concede vida terrenal y luego la eterna donde te la hayas ganado con tus acciones y es Él mismo quien te ha permitido en este instante cruzarte conmigo, el que te permitió lo que a pocos, verme
de frente y poder contarlo. Espero que tú sí valores este encuentro que mismo
te buscaste. Y no intentes nada contra ti, como hiciste en la Navidad de 2015. No como otros que me ven de cerquita, se recuperan y siguen siendo la misma ñoña.
Argenis: Lo reconozco, por eso desde ese día te estoy buscando
para hablar. Y sólo apareciste para llevarte a algunos seres queridos míos
antes de tiempo. Y, por cierto, ¡qué boquita!
La muerte: ¡Antes de tiempo no, en su tiempo!, te lo repito. El
tiempo de Dios es perfecto. Que los humanos no sepan ganarse más tiempo es su
asunto a resolver. La anarquía no es cosa divina, es cosa de la vida, pero no
de la muerte.
Argenis: ¿Y qué me dices de los niños, los ancianos, las
personas ejemplares?, ¿por qué se van tan pronto los niños acabados de llegar?,
¿por qué se van los abuelos cuando tanto consuelo nos dan?
La muerte: Porque el cielo se nutre de ellos, de esa gente bella,
surgen los ángeles y los mediadores entre Dios y ustedes, para cuando piden. Son
los ojos de Dios en todas partes.
Argenis: ¿Y por qué el período de sufrimiento en las
enfermedades, en el que parece que no llegas y llegas?
La muerte: A veces soy el único remedio para ciertas
enfermedades. No es lo que quiero, pero es lo que debo. Y el paso del tiempo
siempre terina demostrando que es así. Reflexiónalo, es un error común de la
humanidad, no dejar ir.
Argenis: Bueno, creo que no tengo nada más que preguntar.
La muerte: ¿No deseas saber cuándo, dónde y cómo morirás?
Argenis: En realidad no, porque sé que entonces estaré
obsesionado por apurarme en vivir y eso es menos vida. Paso a paso, gozo a
gozo, rato a rato, con acciones se construye la vida. Quiero que cuando nos
veamos, pero para que me lleves, sea la suma de mis acciones la que me evite
nadar en lava, ser azotado y no tener WiFi en el infierno. Y mucho menos estar
viendo hacia arriba y no poder estar con los míos que te llevaste, llevas y
llevarás que estarán retozando en el cielo, esquivando a los aviones de manera
juguetona y cagando a las palomas que cagan a los humanos.
La muerte: Me parece bien. Rara vez alguien se detiene a hablar
conmigo, un ser con tanto qué hacer, tan reconocido y odiado, tan sólo por
cumplir un deber. Antes de irme te diré el secreto para que haya menos muertes
violentas y así no me estés culpando e insultando.
Argenis: Dispensa por ello, espero tu secreto.
La muerte: Simplemente, -y te permito divulgarlo- piensa en los
demás como en ti, en lo que duele y en lo que no. Así estarás más pendiente y
no te creerás infalible, te sabrás mortal. Pensar, sentir, cumplir y querer,
eso baja la tasa de mortalidad.
Argenis: Gracias muerte, te invito un helad…
No terminé la frase, ella se fue
caminando hasta perderse en las sombras. Iba lenta, como sin ganas de apurar lo
inevitable. Me levanté de ese asiento a vivir como quiero, para cuando ella vuelva.
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