Reuben Morales
En primer
lugar, no hable a menos que se lo pidan. Si lo hace, usted correrá el riesgo de
salir de la reunión y que un compañero le diga: “¿Por qué dijiste eso frente a
todos sin consultarme? ¿Ves cómo la embarras? Me hubieras consultado antes y te
digo que no lo digas”.
Es por ello
que, en las reuniones, usted debe estar atento no a las bocas de quienes
hablan, sino a los ojos de quienes le rodean. En toda junta laboral
improductiva, uno debe aprender a interpretar las miradas, porque existen
varios tipos de éstas. Está la mirada de “¿Lo dices tú o lo digo yo?”, para ver
quién se lanza a los caimanes por el equipo. Está la mirada de “¡No vayas a
opinar de este tema que nos vas a dejar mal a todos!”. Está la mirada de “¿Qué
se cree ésta diciendo nuestra propuesta como si fuera de ella?”. Está la mirada
de “¡No te quedes callado y apóyame!”. Está la mirada de “Asuman ustedes esta
nueva tarea que acaba de poner el jefe porque yo no pienso trabajar más por el
mismo sueldo”. Y aparte de todas éstas, está la mirada de la no mirada (que es
la mirada del que está revisando su celular pensando que nadie se da cuenta de
que lo está revisando).
Así mismo,
debe entretenerse sabiendo que, en toda reunión laboral improductiva, existen
varios actores que aprovechan la presencia del jefe para desplegar sus plumas
cual pavo real en cortejo. Está el que siempre quiere tener el derecho de
palabra. Es aquel que, además de querer protagonizar, habla mucho porque no
puede pensar en silencio y la única manera de activar sus neuronas es hablando
(y a la vez que participa en la reunión tiene a un asistente que le está
tomando fotos para después publicarlas en sus redes diciendo: “Los verdaderos
líderes inspiran”).
Está la
persona que busca explicar algo, pero que en su explicación se va por una rama
y luego por otra rama de esa rama y después por otra rama de aquella otra rama,
hasta que uno no entiende qué tiene que ver la leche de burra recién ordeñada
con la nueva estrategia de publicidad de la empresa.
Todo lo cual
lleva a conocer al otro participante de las reuniones: el que siempre se está
quedando dormido. Éste es un ser cuya principal motivación en la reunión es
vencer el sueño. Sus primeras estrategias suelen ser muy introvertidas.
Comienza mordiéndose la lengua muy duro dentro de la boca. Luego pasa a
pellizcarse una pierna a ver si eso lo despierta. Después comienza a batir una
pierna mientras tensa los músculos del abdomen. Sin embargo, cuando ve que nada
de esto le funciona y que ya los párpados le pesan más que la maleta de un
venezolano emigrando; entonces pide el derecho de palabra violentamente y habla
de pie, inspirado, caminando de un lado a otro y gesticulando con las manos
cual si fuera Hitler en Berlin. Mientras todos lo ven y piensan que están ante
uno de los actos de oratoria más majestuosos que hayan visto en sus vidas, esa
persona solo busca sacudirse el sueño haciendo una Zumba disfrazada.
Para fortuna
de todos (y sobre todo para el que no puede más con su sueño), la reunión
improductiva llega a su fin. Todos saben que, de lo que se habló, solo se hará
un porcentaje parecido al PIB de Venezuela: -10%. Aunque lo que realmente
siempre mantiene motivados a los asistentes de toda reunión improductiva es el
hecho de salir de la reunión para hacer la otra reunión: la reunión para hablar
de los chismes de la reunión improductiva. En ésta, mágicamente todos hablan,
nadie tiene sueño, nadie ve el teléfono, todos escuchan a todos y todos se
comprometen al 100% con lo que allí se plantee. Incluso hasta el tiempo se pasa
rapidísimo, todos ríen y se sienten cohesionados y motivados hasta que, de
repente, a todos les llega el mismo mensaje al teléfono: “La semana que viene
habrá otra reunión para hacerle seguimiento a los logros de esta reunión”.
Entonces todos se desmotivan, ponen caras largas y comienzan a googlear,
buscando, a ver si por casualidad existe por ahí algún manual para saber cómo
sobrevivir a otra reunión laboral improductiva.
Con autorización del autor
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