Desciendo al fondo de la mina hasta llegar a la caverna del azufre. En
los laberintos del Mývatn, en esta Islandia de glaciales eternos y
fumarolas incansables donde el aire pesa como el plomo. A treinta metros de
profundidad la presión y la escasez de oxígeno controlan todas las formas del
silencio, pero así quería estar. En manos de la soledad absoluta. En cuarentena
extrema para tratar de comprender uno de los hechos más incomprensibles en la
historia de las civilizaciones primitivas: ¿Porque ocurrió lo que le ha
ocurrido a Venezuela?
Inspirado en los textos secretos de Ajenaton, el de la XIII
dinastía del desierto, imbuido en las practicas hindúes de concentración y el
ostracismo de los yacimientos de la materia prima del infierno, busco encontrar
la verdad lejos del brillo de los territorios asoleados, de las playas y las
selvas de un país tan rico como maltratado.
Siguiendo el rito sagrado de los yogas del antiguo Egipto asumo la
verticalidad absoluta buscando las corrientes secretas que les conectaron a la
energía cósmica. Respiro profundo y lleno los pulmones con el fluido vaporoso
de la mina a la vez que me caso amorosamente con la noche oscura. A lo lejos,
retumba el ruido de picos y taladros en alguna galería donde los mineros
angustiados arañan las paredes sulfurosas.
Concentrado en el cero absoluto llevo la punta de mis dedos a las sienes
y pienso hondo, dolor adentro. Levanto los brazos hacia el techo de la amarilla
gruta y en plena rigidez me pregunto en jeroglíficos:
Dime rata albina de los sumideros de Alejandría ¿Qué pasó con las
inmensas riquezas que nos regaló el fondo de la tierra? ¿Dónde están la bauxita
y el hierro virgen transformado? ¿Qué fue de los altos hornos que eran orgullo
de la patria? ¿Por qué fracasó el Gurí que quiso dar luz en un país que
necesitaba salir de las tinieblas? ¿En qué sitio enterraron las máquinas de las
industrias que nos vestían y calzaban, de las manufacturas, del cemento y las
viviendas? ¿Qué pasó con la producción del campo? ¿La de leche, la de carne, la
del cacao y del azúcar? Contéstame cazadora implacable de las tenebrosidades
del Nilo
¿Qué país disfruta ahora de nuestros ingenieros, de nuestros profesores
lúcidos, de aquella masa de suma cum lauden a los que en un amanecer siniestro
les dijeron: Váyanse que aquí no hacen falta? ¿A que enfermos salvan en su
agonía los médicos que se nos fueron? ¿Dónde pernoctan los talentos de una
generación de relevo irremplazable?
La mudez extrema es la única repuesta. Cierro los ojos y sollozando en
re menor sostenido, me entrego a los brazos del dolor por la ira
contenida.
Al rato recupero fuerzas. Tomo de nuevo el aire que alimenta a los condenados al abismo y asumo la posición del camello del pranayama hindú. Con el puño derecho en alto aulló con el canto de los muertos renacidos de Calcuta y pido a la tarántula sagrada de duesha que me ayude:
Al rato recupero fuerzas. Tomo de nuevo el aire que alimenta a los condenados al abismo y asumo la posición del camello del pranayama hindú. Con el puño derecho en alto aulló con el canto de los muertos renacidos de Calcuta y pido a la tarántula sagrada de duesha que me ayude:
¿Dónde estás ahora espíritu del Libertador? ¿Por qué dejaste que tus
sueños cayeran en manos del odio y de quienes no comprenden que es malo regalar
la patria por pedazos? ¿Es que no te distes cuenta como abundaban las
conciencias fermentadas? ¿Por qué lo permitiste? Háblame en signos. Envía
aunque sea un aliento para que me oriente en la desgracia ¿No sabías que iba a
empezar otra ola de sueños extraviados y a reinar un príncipe de engaños? Dime,
te lo ruego humillado como un gusano ¿Por qué no hiciste nada? ¿Es que no viste
a tiempo que iban a profanar tu tumba y tu rasposo y el reposo de la mujer que
amaste? ¿Dónde están mis amigos de antes, los que compartimos la batalla justa
y bebimos de los manantiales puros? ¿Por qué no los ayudaste a corregir la
verdadera podredumbre que hubo en el pasado? ¿Cómo permitiste que en lugar de
acabar con un poder judicial corrupto prefirieran eliminar a la justicia?
Aguardo la respuesta de la tarántula sacrosanta de Jaipur pero
solo escucho el murmullo de un mutismo aterrador. Dejo rodar una lágrima que
cae seca de tanto encierro y me desplomo tiritando por el peso de la furia.
Esta vez invoco al gran maestro Padmasambhava, y tomando la
posición de la serpiente sagrada del Palacio de los Vientos y el de Mahayana de Mantargruño sigo
preguntando:
Explíquenme escarabajos relucientes del Ganges ¿Por qué acabar con un
país en lugar de hacerlo mejorar? ¿Cómo es posible que una milicia que solo
representa muerte robe a mano armada el dinero de las universidades, de los
médicos y los enfermeros? ¿Quién explica que las comisiones y las ayudas a
otros países se lleven el presupuesto de las viviendas, de los salarios y las
jubilaciones? ¿Por qué mantener embajadas y consulados en países que no
tienen conexión al nuestro? ¿Porqué tanto pillaje? ¿Por qué tanta
corrupción impune?
Confiesa culebra que te arrastras y sabes tanto de maldades ¿Por qué las
cárceles están llenas de inocentes y sueltan a culpables? Dime vocero de la
muerte ¿De qué prostíbulo se escapó el alma de esos seres? ¿A que achacar
tanto error descomunal? Arroja tu respuesta al río magno que sale de la
selva adentro. Irrádienla hacia el cielo si les es más fácil, pero
contéstame ¿Es posible que una subasta de almas permita que se
alabe a un ladrón con acento líbico?
Espero un rato pero no hay respuestas, solo silencio y más silencio.
Ya cansado de la súplica me levanto con el peso de una amargura que se
revuelca sobre si misma, y secándome los ojos de lloros invisibles descendiendo
completamente hacia la profundidad de la caverna. Creo que la respuesta a los
que ha pasado solo se puede encontrar en las llamas del
infierno.
Autor: Jaime Ballestas
Fuente: http://donatiu8.blogspot.hu/
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