Autor: Reuben Morales
Mi nombre es Reuben Morales y vivo en Caracas, la ciudad más peligrosa del planeta. Una ciudad donde invertimos mucho dinero y tiempo para sentirnos seguros; aunque absurdamente es un sitio donde las medidas de seguridad más efectivas, terminan siendo las más baratas.
Carlos Sicilia me contó que un amigo suyo encontró la solución para mantener el carro seguro. Reunió huesos, una cabeza de gallina disecada, una auyama, habanos apagados y collares de santería. Siempre, antes de bajarse del carro, los colocaba en el tablero. ¡Santo remedio! El temor del malandro a verse empavado superaba su deseo transgresor. Esta misma estrategia la puede aplicar para la entrada de su vivienda. Incluso puede agregarle carteles con frases en yoruba, como “Oggún Aguanillé Omó atabale”.
Ahora, si el miedoso a meterse con creencias es usted, descarte dicha técnica y simplemente pegue un cartel en la puerta de su casa con la siguiente frase: “Aquí vive Jimena Araya, alias ‘Rosita’”. El malandro saldrá espantado ante la seguridad de que sus días están contados. Si no le gusta eso de alterar la fachada de su hogar, entonces haga lo recomendado por mi amiga María Valentina Lira. Ella tiene su casa tan desordenada, que en una oportunidad se le metieron unos malandros y al ver semejante desastre, dijeron: “Vámonos, bicho. Aquí ya robaron”.
Cuando se trata de ir rodando en el carro, nunca falta el miedo generado por las alcabalas. Son muchos los cuentos de secuestros practicados en estos operativos. Ante eso, decidí sacarme una cédula falsa. Es igualita a la original, salvo que en ella “fotochopié” mis apellidos y coloqué las palabras “Cabello Rondón”. Ya me han parado varias veces para pedirme los documentos… ¡me los devuelven rapidito!
Si es de estacionar el carro, en Caracas eso se ha vuelto un estrés. Los escasos cauchos y baterías terminan corriendo muchísimo riesgo solos en un estacionamiento. Para eso, acuda al arte. Compre témperas, pinceles y pinte cualquier cosa en la tapa de la batería y la parte exterior de los cauchos. Si pueden ser dibujos como los encontrados en las paredes de los baños públicos, mejor. La sola pena de robarse eso, ya descarta a su carro de cualquier hurto.
¿Es usted peatón? No se preocupe. Si es hombre, salga a la calle con una camisa de vestir azul manga corta, corbata, pantalón caqui, cabello engominado y un portafolio de cuero. Si es mujer, entonces póngase una blusa y una falda larga con zapatos blancos de medio tacón. No olvide llevar en sus manos una copia de La Atalaya. La sola sospecha de ser Testigo de Jehová, asustará a la gente. Si no le parece suficientemente efectiva la medida, lleve consigo un paquete de harina de maíz y dos pastillas de jabón de baño. Si alguien viene a robarlo, haga lo sugerido por el Guille Díaz. Saque ambos productos y grite: “¡Regalo harina y jabón!”. Se le abalanzará una multitud tan grande, que el malandro se verá neutralizado.
Si no le convence ninguna de estas estrategias, le invito a compartir la suya. Si no, le tengo una solución que incluso podrá asegurarle la manutención por el resto de sus días. Múdese a un país en guerra. Estadísticamente son menos peligrosos que Caracas. Allá lo verán como algo exótico y terminará ganando mucho dinero dando charlas motivacionales o siendo asesor de seguridad. Todo por el solo hecho de ser oriundo del lugar más peligroso del mundo.
Fuente: www.reubenmorales.com
Mi nombre es Reuben Morales y vivo en Caracas, la ciudad más peligrosa del planeta. Una ciudad donde invertimos mucho dinero y tiempo para sentirnos seguros; aunque absurdamente es un sitio donde las medidas de seguridad más efectivas, terminan siendo las más baratas.
Carlos Sicilia me contó que un amigo suyo encontró la solución para mantener el carro seguro. Reunió huesos, una cabeza de gallina disecada, una auyama, habanos apagados y collares de santería. Siempre, antes de bajarse del carro, los colocaba en el tablero. ¡Santo remedio! El temor del malandro a verse empavado superaba su deseo transgresor. Esta misma estrategia la puede aplicar para la entrada de su vivienda. Incluso puede agregarle carteles con frases en yoruba, como “Oggún Aguanillé Omó atabale”.
Ahora, si el miedoso a meterse con creencias es usted, descarte dicha técnica y simplemente pegue un cartel en la puerta de su casa con la siguiente frase: “Aquí vive Jimena Araya, alias ‘Rosita’”. El malandro saldrá espantado ante la seguridad de que sus días están contados. Si no le gusta eso de alterar la fachada de su hogar, entonces haga lo recomendado por mi amiga María Valentina Lira. Ella tiene su casa tan desordenada, que en una oportunidad se le metieron unos malandros y al ver semejante desastre, dijeron: “Vámonos, bicho. Aquí ya robaron”.
Cuando se trata de ir rodando en el carro, nunca falta el miedo generado por las alcabalas. Son muchos los cuentos de secuestros practicados en estos operativos. Ante eso, decidí sacarme una cédula falsa. Es igualita a la original, salvo que en ella “fotochopié” mis apellidos y coloqué las palabras “Cabello Rondón”. Ya me han parado varias veces para pedirme los documentos… ¡me los devuelven rapidito!
Si es de estacionar el carro, en Caracas eso se ha vuelto un estrés. Los escasos cauchos y baterías terminan corriendo muchísimo riesgo solos en un estacionamiento. Para eso, acuda al arte. Compre témperas, pinceles y pinte cualquier cosa en la tapa de la batería y la parte exterior de los cauchos. Si pueden ser dibujos como los encontrados en las paredes de los baños públicos, mejor. La sola pena de robarse eso, ya descarta a su carro de cualquier hurto.
¿Es usted peatón? No se preocupe. Si es hombre, salga a la calle con una camisa de vestir azul manga corta, corbata, pantalón caqui, cabello engominado y un portafolio de cuero. Si es mujer, entonces póngase una blusa y una falda larga con zapatos blancos de medio tacón. No olvide llevar en sus manos una copia de La Atalaya. La sola sospecha de ser Testigo de Jehová, asustará a la gente. Si no le parece suficientemente efectiva la medida, lleve consigo un paquete de harina de maíz y dos pastillas de jabón de baño. Si alguien viene a robarlo, haga lo sugerido por el Guille Díaz. Saque ambos productos y grite: “¡Regalo harina y jabón!”. Se le abalanzará una multitud tan grande, que el malandro se verá neutralizado.
Si no le convence ninguna de estas estrategias, le invito a compartir la suya. Si no, le tengo una solución que incluso podrá asegurarle la manutención por el resto de sus días. Múdese a un país en guerra. Estadísticamente son menos peligrosos que Caracas. Allá lo verán como algo exótico y terminará ganando mucho dinero dando charlas motivacionales o siendo asesor de seguridad. Todo por el solo hecho de ser oriundo del lugar más peligroso del mundo.
Fuente: www.reubenmorales.com
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