Checho
Leguizamón (Colombia) y Reuben
Morales (Venezuela)
¿Por qué algunas frutas son aptas para
decorar y otras no? ¿Acaso en el mundo de las frutas hay alguna con dotes
dictatoriales para decretar una segregación racial? De existir, creemos es el
melocotón. Mientras todas las frutas pasan trabajo y son apiladas incómodamente
en guacales para ser transportadas a centros de tortura en cocinas, la casta de
los melocotones siempre se sale con la suya. Logra tener
tratamientos antienvejecimiento, embalsamándose en almíbar, aislándose en su
pequeña burbuja de felicidad para disfrutar eternamente de los beneficios del
poder.
La raza
de frutas que más padece los vejámenes del melocotonismo, es la de los limones.
Cuando uno ve una rodaja decorando el borde de un vaso, a uno le vale madre ese
limón. Apenas lo medio miramos y lo retiramos del vaso para ponerlo con las
sobras de nuestro plato. Pero si nos detenemos a mirar, los limones escogidos
para decorar los vasos son los limones más guapos, más lindos, más brillantes,
más jugosos. Imaginemos existiese una academia de modelaje para limones. Sería
muy difícil entrar a ella. Algo así como:
-
Buenas, ¿para matricularme en la academia?
-
Eh, no señor. Esta academia es solo para limones
Tahití. Véase, usted es un limón común.
Entonces
este rechazado limón se va todos los días a entrenar y se pone guapo para
entrar a la academia de modelaje. Allá lo reciben y es instruido para ser fruta
de compañía. Aprende buenos modales, oratoria y pasarela para algún día ser
elegido limón de decoración. En todo momento le venden la idea de que una fruta
de decoración jamás será exprimida, pues permanecerá por siempre en una bandeja
artesanal, siendo admirada por todos. Es casi como esa película Hostal,
en donde unos jóvenes americanos se van de paseo a un país europeo y son
secuestrados por un grupo de médicos locos que los torturan. Lo mismo pasa con
ese limón. Va a un local de comida “fina” con la expectativa de ser un limón
modelo hasta que se ve en un camión junto a cientos de miles de limones con las
mismas expectativas, en canastas de plástico verde apiladas en torres gigantes.
Ya en este punto, nuestro limón sabe que las cosas no están saliendo como le
prometieron. Entonces las canastillas son descargadas para empezar la “trata de
limones”. Unos son vendidos en la intemperie, mientras los lindos son llevados
a modernos supermercados. Allí los enceran y maquillan con el fin de aumentar
su valor. Igual, ambos terminan siendo torturados para sacarles su jugo.
Es hora de que los humanos admitamos nuestra participación en esta segregación
frutal. Somos nosotros quienes decidimos cuáles frutas sirven para decorar
fiestas y cuáles no. Manzanas, uvas, melones y piñas son nuestras predilectas,
pero podemos hacer un cambio de conciencia. Escojamos frutas para decorar según
la personalidad del homenajeado en la fiesta.
-
Si es antipatico: decorar con limones, parchitas,
piñas, guanábanas y la fruta más antipática de todas, el tomate de árbol.
-
Si la fiesta es de las Kardashians: decorar con
cocos, melones y lulo.
-
Si es una fiesta de enanos: uvas, mamones, uchuvas
y cerezas.
-
Si la fiesta puede terminar en trifulca: cocos para
que se los lancen entre ellos.
-
Si es un matrimonio, cambiemos la costumbre de
lanzar arroz usando ahora patillas. Los invitados las comen y cuando llega los
novios, les escupimos las pepas.
Tanta
hambruna en el mundo y nosotros empeñados en usar frutas para decorar
banquetes. Entendamos que una fruta para decoración es como tener de esposa a
Sofía Vergara y no podérsela comer. Terminamos amargando a las pobres frutas,
haciéndolas morir vírgenes. ¡Únase ya a la campaña contra el racismo frutal!
¡Nacemos producto de la unión de dos medias naranjas! ¡De la fruta venimos y
hacia la fruta vamos! Diga hoy “yo también soy un hijo de fruta”.
Fuente: Reubenmorales.com
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