Cuando
uno pasa hambre y no roba. Cuando uno tiene necesidad o familia enferma, pero
no roba. Cuando uno quiere o requiere algo y no roba, puede decir con honor “Soy Incorruptible”.
Aunque la
modestia no nos deje, hay que decirlo, a ver si así se contagia, porque hay
muchos que están cediendo por hambre, necesidad, familia o porque el sueldo no
les alcanza o, teniendo mucho dinero, no tocar ese, sino agarrar otro dinero
(el de los demás).
Mientras
otros ven al barranco y parpadean, yo lo veo y doy mis pasos cuidadosamente
hacia atrás y busco otro camino, que no sea sinuoso.
Soy
incorruptible, porque mi conciencia se levanta como las ánimas del purgatorio a
las 3 A.M. a reprocharte y te desvela. Y a mí me dijeron que dormir es bueno
para la belleza. Me mintieron, lo sé, pero me cae muy bien eso que llaman dormir.
Quien se
corrompe por dinero, poder o seducción, anda con una sonrisa grande, que es más
una mueca llena de miedo. Y ya es bastante terrorífico ser un adulto paga
deudas económicas concernientes, para estarle sumando deudas morales o legales.
Soy incorruptible,
porque bastante que cuesta conseguir amistades que valgan la pena como para
darles motivos válidos de echarte al vertedero, porque te convertiste en una
basurita.
No tolero
a la corrupción, al corrupto que dice que no lo es y que siempre anda en un
guiso, teniendo más cosas y poder que lo que su sueldo puede lograr; y menos al
que la encubre o justifica o calla. Así que, como lo que se critica, no se practica,
pues lucho por portarme bien.
Las
mentiras blancas existen, sí. Pero son para resolver o dilatar pequeños eventos
que a nadie dañan o para decirle a alguien que no se acordaba de su cumpleaños,
para luego darle una sorpresa; no me ha ocurrido, pero quisiera una mentira de
esas.
Y no me
gusta decir mentiras, porque la gente se las cree. Al contrario, digo la verdad
para que la gente no me crea (esos a los que tú les dices una verdad y te
espetan “¿En serio?, ¡No te creo!”, son mis víctimas favoritas).
Porque al
darse cuenta que no mentí, se les cae la cara de vergüenza por osar dudar de mí
y yo quedo como el rey que soy (bueno, soy Reinaldo, pero es casi lo mismo). Me
encanta verles avergonzado, quedo bien, tal cual merezco.
Soy incorruptible y lo demuestro
Aunque
sea jactancioso, debo demostrarlo con estas descripciones, tal cual lo hago con
mis actos. Queda claro que son las personas que me conocen, las únicas que
pueden confirmarlo, ya que han vivido la experiencia de la sinceridad y
honestidad conmigo, como con nadie.
Incluso,
les abruma tanta férrea e incorruptible personalidad. Eso, y que soy adorable.
Honestidad: Siempre te digo la verdad, de la manera
como no la esperas, porque ya de por sí la verdad es desalmada, ¿Para qué me
voy a ensañar?; además no puedo ser vil, porque soy adorable ¿Lo sabían?; Incluso
aunque me salpique, digo la verdad y
nada más que la verdad.
Integridad: Soy casi que el árbol del bien y el mal.
No soy del todo íntegro, lo reconozco, porque me faltan muelas y cabello, así
que no estoy integro. Hago lo correcto no para vanagloriarme, sino para flotar
de tranquilidad en el pantano de la vida, al estar libre de líos colaterales.
Responsabilidad: Asumo la responsabilidad de mis acciones,
sin echarle el ganso a los demás. Y como soy incorruptible, hago menos cosas
malas. Pícaras y absurdas, sí, pero malas, que va. Ademá, se ceder cuando me
equivoco, cosa que pocas veces ocurre. Bueno, en ocasiones me equivoco
intencionalmente para no hacer sentir menos a los demás.
Resiliencia: Soy capaz de resistir la tentación y las
presiones que incitan a actuar de manera corrupta. No hay dinero que me compre,
porque el dinero siempre se necesita, pero es problemático. Y siempre me
recompongo, sé vivir con migajas. Sí no tengo algo, pues me quedo con lo que sí
obtengo con mi esfuerzo.
Transparencia: No oculto nada. Quizá no sea muy
interesante -aunque soy bueno, locuaz y deseable-, pero nada que esconder,
salvo mi privacidad, contraseñas y que bebo el agua directo de la jarra (mí
jarra exclusiva).
Respeto
por la ley: Soy
tan decente, que doy asco o me odian. Así me he quitado gente mala de encima,
porque soy incorruptible y además, un
buen ciudadano.
Justicia: No discrimino a nadie. Sí eres bueno eres bueno, sí eres malo eres malo, sí hay que sacudirte te sacudo, sí estás en mí aprecio, es para siempre. El que siembra su maíz, paga lo que debe.
Humildad: No me veo a mí mismo como superior a los demás y no me siento con
derecho a privilegios especiales. Vivo con lo que tengo y no me la echo de
sabroso, aunque lo estoy. Tampoco confundo a la humildad con la estupidez o ser
la víctima de otros o andar de pobrecito yo.
Sé decir
mentiras, sólo que digo más verdades. Y las mentiras, como los favores o
permisos, no se les ha de malgastar, para usarlos
en caso de emergencia.
Esto les ha de demostrar que…
Soy
incorruptible, aunque sí me gustan los obsequios por méritos, por hacer bien
las cosas y porque te nace hacérmelos llegar, pero materializado en comida
hecha: Sushi, ceviche, pizzas, hamburguesas, focaccia, hallacas, pan de jamón y
tortas. Pero no te acepto nada de eso para encubrir el que dañes a alguien, le
conozca o no o para que te facilite algo o negocios turbios.
Y no, lo
mío no es el reflejo condicionado de
Pavlov, sí no puedes ni quieres darme nada, igual mi amistad, apoyo, ayuda
y adorabilidad están a la orden de tu buen proceder.
Bueno, aclaro,
sí lo que me vas a compensar es para o por dañar a un corrupto, quizá te
acompañe. Porque ladrón que roba a
ladrón, dinero le quita a montón.
Y por
favor, no dañes a tu gente querida, se van a dar cuenta, les dolerá, te dejarán
y el fantasma de ti mismo te va a atormentar. Evita problemas, no robes ni
encubras el daño.
Verás que
tu vida es más feliz, aunque tengas deudas. Pero meterle más problemas a los
problemas que tienes, no funciona, como usar un clavo para sacar otro clavo,
esa es una necedad, pregúntale a cualquier carpintero.
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