Cita Especial

Hice de todo para sorprenderla y halagarla, no sólo por mi genuino interés en ella y porque se lo merece por lo abnegada que es. Creé esa cita especial porque me gané un premio en Instagram y bueno, ya que los planetas se alinearon (enamorado + chica especial + comida gratis), la llevé.

 

El plan fue muy sencillo. Realicé algunos trabajos específicos para tener efectivo, en especial billetes de dólar que hacen más bulto y parece que tengo dinero. Siempre ligando que no se me dañara nada en la casa que me hiciera gastar esa plata.

 

Le fui a buscar a su trabajo, un día jueves que me pareció el más adecuado. Ya que es ladies night y los tragos de ellas son más baratos.

 

Llegamos al sitio en el taxi de mi primo, el cual me trataba de “Licenciado” para aparentar. Por ese servicio me comprometí a arreglarle una falla en el motor, vamos a ver cómo nos va, porque yo no sé de mecánica.

 

Llegamos al lugar y luego de atenderle como la princesa que es, me excusé diciendo “voy a la barra a realizar una consulta de negocios, disculpa”; y fui a canjear el premio del concurso y pedirles que no dijeran nada que yo estaba comiendo de a gratis por el concurso. Que sí había una diferencia, yo la pagaba.

 

Para que no hubiese diferencias a pagar, me acerqué a ella y le comenté que lo más recomendado del lugar era cierto platillo de pasta acompañado de su receta medias de seda, una bebida exclusiva. Crucé los dedos esperando que no dijera que eso le caía mal o que quería algo carísimo del menú.

 

Todo en base a que no podía cambiarlo, era el premio. Bueno, sí podía, pero, ¿Por qué cambiar lo regalado por algo a pagar?, ¡Es ilógico!

 

Comimos, conversamos, le hice reír, le escuché atentamente, miré a sus ojos prestando atención y miré sus labios para llamar su atención. Esa cita especial se llenó d una magia inconmensurable.

 

Llegó una señora vendiendo flores y le obsequié una hermosa rosa roja, que sin titubear le pagué a la señora con un dólar que aún sigo presumiendo era falso. Ella la tomó emocionada y yo, extasiado.

cita especial
 

Al momento de irnos, la mesonera nos ofreció otro trago o un postre o café. Todo con el vil propósito de que yo pagara algo. Le pedí entonces unas galletas de chispas de chocolate y avena, de esas que llenan el buche.

 

Ella las comió y quedó satisfecha, lo que me conmovió porque ya era seguro que no iba a pedir más nada y me quedaría dinero para comprarme unos zapatos.

 

Salimos a caminar, so excusa de seguir conversando, mientras caía la noche. Ella se alarmó por la oscuridad y me dijo que cómo nos íbamos a ir. Qué remedio, tocó llamar a mi primo porque a esa hora no pasa el transporte público.

 

Apareció el taxi y nos llevó a nuestros destinos. Ante la vía a su casa (supuestamente, no quiso que yo supiera dónde vive), nos despedimos. Me dio una onomatopeya de beso (¡MUA!), de esos que no tocan el cachete sino que van al aire.

 

Mi primo me llevó a casa y me dijo que cuándo resolvíamos lo del motor. No le respondí, absorto en lo ocurrido en la cita especial, la cual estoy seguro sería el paso definitivo a nuestro amor.

 

Los días subsiguientes fueron inéditos; porque la cantidad de mensajes de texto, audios, videos e incluso, mensajes en los estados de WhatsApp, fueron tan sorprendentes como la bebida esa de medias de seda.

 

Claro, esa bebida era deliciosa, estos mensajes y demás eran amargos, ya que todos eran de mí primo reclamando que no le iba a resolver el problema y del restaurante exhibiéndome como el avaro que llevó a una cita especial a una dama, aparentando que lo que ganó del concurso, lo pagó, sólo para impresionarla.

 

En fin, muchos mensajes, menos de ella. Bueno, salvo uno: ¡Gracias por la comida, es bueno tener a un amigo así, al que aprecio como a un hermano!, ¡Le diré a mi novio que vayamos y pueda yo pedir lo que quiera, él no pone reparos para comprar nada, a diferencia de cierto “amigo que quiero como a un hermano”!

 

No sé qué me quiso decir con lo de comprar. Tampoco sé por qué no me dijo del novio, hubiese pedido mí premio para llevar y almuerzo como tres días.

 

La moraleja es que una cita especial, siempre debe ser con la comida, ella no te decepciona. Bueno, salvo que la haga alguien que no sabe cocinar.

 

Y espero seguir ganando concursos, pero no en lugares donde la gente sea rencorosa.

 

Argenis Serrano - @Humoristech 

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