Para hacer este post, debo hacer ejercicios de respiración a los Superman, es muy fácil, toma airee y emula el sonido del viento que usan en las series de Superman y verás cómo te calmas. No es gracioso, pero es útil.
Es raro que no sea gracioso, todo lo que digo lo es, por eso las chicas no me toman en serio. Mi abuela se me quedaba viendo y emitía una risa como de sorpresa y me decía ¡este muchachito como es y lo que dice!
Ella siempre se la pasaba pegada al fregadero, por eso se le mojaba la ropa y la barriga. Cuando se sentaba, nos sentábamos en su regazo y cual tobogán, en la humedad nos resbalábamos.
Se levantaba del mueble en 3 pasos: 1) Impulso, 2) Ojalá no me vaya de jeta 3) ¿me podré enderezar? El resultado era ponerse de pie y ponerlo a uno a la expectativa de que nada ocurriese.
La olla de caraotas que preparaba los sábados es comparable con las que preparan en los comedores populares y los regimientos.
Cuando le cortaban las uñas, salían trozos que podían degollar a cualquiera.
Soportó a mi abuelo (el viejo Andrés) más de lo que las parejas de ahora podrían soportar y entender a alguien antes de divorciarse.
Era la única diabética que se hartaba unas cuantas hallacas, vino y uvas en diciembre. Ella decía que tenía todo 1 año para parapetearse.
No sabía leer ni escribir y aprendió con los libros de “Acude” las siguientes palabras: Táchira, Zulia y Caracas que eran las loterías que ella jugaba. Las combinaciones de números se puede asegurar que eran verdaderamente al azar, porque luego del 10 no los sabía decir (un 9 con otro 9, así pedía).
Estoy seguro que mi adicción por las loterías me vino de ella y no se lo reprocho (pero que me eche una ayudita desde allá arriba a ver si gano).
Le veía números a Panchita (caricatura del diario Meridiano) mojándose el dedo pulgar y colocándolo encima de la cara del dibujo. No ganaba, pero los veía. Podría ser el único caso de Paleidolia que conozco.
Luego aprendió mejor los números. Hasta el 75. Y así jugaba Bingo en casa. A veces se le pasaban los Bingo porque no se fijaba y quien ganaba debía compartir con ella a manera de “Premio de Consolación”. Igual nunca pagaba, pues quien ganaba debía “meter a la abuela en la siguiente partida”.
Cruzaba la peligrosa Avenida Baralt de Caracas con facilidad. Si ella podía hacer eso y volver, pues que nadie me venga a decir que hay cosas imposibles de hacer.
Nació en Barlovento, Edo. Miranda. Pero vino a conocer el mar a los 80 años, cuando un tío político la llevó a Maiquetía. Vio los aviones despegar, sintió el olor del mar, admiró su grandeza…y lloró feliz.
Quiso a todos sus hijos y nietos por igual. Seguro que el descalabro en algunos/as de sus hijos luego de su fallecimiento es la piedrecita que la hace sentarse en una nube a llorar solita aunque está al ladito de Dios.
Todos los años para el primero de enero me decía “es que este año me muero” yo le decía “ah no abuela, ya me fastidia eso”. El primero de enero del 93 no me lo dijo. 55 días después hizo lo que no previó…fallecer.
Recuerdo que ese primero de enero compré 1 pizza y la vi a ella comer con un gusto espectacular. Que ironía que lo último que vi de quien tanto quiero (no diré quise) fue masticando un champiñón y estirando el queso fundido de la rebanada de pizza.
Me tomó 12 años llorar su muerte, quizás porque sabemos en la familia que eso era lo que ella pedía para tener descanso, porque desde niña trabajó de sol a sol lavando y planchando ajeno, tuvo 2 hijos fallecidos al nacer, tenía que cargar a mi abuelo que requería más que a una enfermera a un titiritero para poder moverlo.
Ese día hace 5 años me puse llorón a las 5 de la mañana, algo que me cuesta mucho (sí, levantarme a las 5). Y en este instante tengo unas lágrimas rondando mis ojos.
Abuela, tú que me guardabas mi pasta blanca aparte antes de echarle la salsa a la olla, pues sabías que blanca es como la como; que me buscabas mis empanadas y venías con aquella bolsa que chorreaba aceite de punta a punta y que al pedirte de queso me traías de carne molida o si pedía carne mechada me la traías de chicharrón.
Tú abuela, que te quedabas dormida frente al televisor, roncando a pierna suelta y con la boca abierta y si te apagaban el TV o lo cambiaban de canal te despertabas con la inmortal frase “EPA, YO ESTOY VIENDO ESO”
Tú abuela, que tenías un consejo correcto, sano, humano y que jamás dejaste de respetar la adultez de tus hijos, pero igual les cuidabas como niños.
Tú abuela, que lavando pudiste blanquear la pañoleta color beige que mi mamá te regaló una vez y que tu pensabas que estaba sucia (¡increíble, cómo lo logró!).
A ti abuela, con amor y humor, esto te dedico y hago público lo que decirte ese día no pude: ABUELA SEVERIANA…BENDICIÓN.
2 comentarios:
No se vale me hiciste llorar =(
Qué amoroso retrato. Te felicito y la felicito a ella por hacerte sentir todo eso.
Por favor no me pidas explicación de haber comentado esto recién hoy, ja ja ja...
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