Reuben Morales
Si existiese un récord Guinness sobre el número de veces que alguien ha logrado zafarse de la autoridad, sin darle un céntimo (o muy poco dinero), ése soy yo. ¿El secreto? No lo sé. Debe ser un don. Pero como el egoísmo no es mi cualidad favorita, paso a sistematizar las técnicas infalibles para salir ileso cuando un efectivo dice “Ciudadano, sus papeles”. Yo mismo las he puesto en práctica y les garantizo: su próximo encuentro con la autoridad podría terminar con frases absurdas como “Estamos para servirle”, “No toco ese cochino dinero” y “El cliente siempre tiene la razón”.
PRIMER TIP: SÚBALE LA AUTOESTIMA A LA AUTORIDAD.
Los efectivos son formados en instituciones donde los maltratan, les obligan a cortarse el cabello, les dan uniformes feos y deben calarse aburridos discursos oficiales. Ese entorno los hace carentes de amor y, en consecuencia, buscan sustituirlo con otro estímulo: el dinero. Pero como usted carece de éste, opte entonces por subirles la autoestima. Guárdese su rabia, sonría y diga: “Buenas tardes, señor oficial. Lo felicito por velar por nuestra seguridad. Se siente más calidad de vida en la calle. Ya le muestro mis papeles”. ¡Advertencia! El oficial podría terminar abrazándolo.
SEGUNDO TIP: TENGA UNA SILLA DE BEBÉ EN EL CARRO.
Esto es lo más parecido al avión invisible de la Mujer Maravilla. Algo tan poderoso como el guante de Thanos. Si usted viene tomado, despeinado, fumado o a alta velocidad, no se preocupe. Una silla de bebé siempre justifica la peor de sus fachadas. Solo baje los vidrios y cuando el efectivo lo vea a usted y luego a la silla, todo le hará sentido. Sus ojos rojos pasarán a ser producto de un grande, largo y encendido… “trasnocho con el bebé”.
TERCER TIP: DIGA QUE USTED HACE UN OFICIO RARO.
Cuando un oficial me pregunta “¿A qué se dedica usted?”, siempre le contesto “Soy humorista y profesor de comedia”. Inmediatamente se quedan pasmados, sin palabras. Aunque todos por dentro creo expresan lo que alguna vez me dijo un efectivo cuando me detuvo: “¡Pero no me vayas a joder en televisión! Dale, sigue”. Y si usted no ejerce un oficio raro, aquí le dejo otros, como taxidermista, reparador de microscopios o sexador de pollos.
CUARTO TIP: OFREZCA MUCHO MÁS DINERO DEL QUE ESPERAN.
Esto me sucedió una vez cuando iba en mi carro, apurado por llegar a un examen en la universidad, y cambié de canal dentro de un túnel. Al salir, me detuvo un policía en su moto. Cuando le explico el motivo de mi apuro, me dice: “Bueno, te voy a dejar ir para que llegues a tu examen, pero tú sabes… déjame algo”. En medio de mi inocencia, le dije: “¿Te sirven diez mil?”. El hombre de golpe saltó: “¡Tanto!... No, vale, con cinco está bien”. Yo le di cinco. Él me dio una gran lección.
QUINTO TIP: DIGA LA VERDAD Y NADA MÁS QUE LA VERDAD.
Me encontraba yo en un banco donde una de sus empleadas era idéntica a Betty La Fea. Entonces saqué mi teléfono disimuladamente para tomarle una foto y subirla a mis redes. Cuando voy saliendo de la entidad, dos policías me esperaban en la puerta, me detuvieron y preguntaron por qué tomaba fotos. Mi cerebro buscó inventar una respuesta, pero ante la inutilidad generada por los nervios, terminé acudiendo a la verdad: “Oficial, le voy a ser totalmente sincero. Yo soy comediante y aquí hay una empleada igualita a Betty La Fea…”. Al terminar el cuento, los policías quedaron en un incómodo silencio y solo me dijeron: “Bueno, váyase”. Ahora cuando le echo la anécdota a alguien, siempre me termina diciendo: “Seguro se quedaron en el banco para ver quién era la empleada”.
Ahí les dejo esos regalos de vida. Aplíquelos para cuando vuelvan a detenerlo. Saldrá eximido. Aunque ahora espero contar con esa misma suerte yo también. Temo que un efectivo lea este artículo y termine ocurriendo el peor de los escenarios: que se acabe mi récord Guinness.
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