Un Ingeniero Generoso (de @OtrovaGomasReal)

Texto e Imagen: Jaime Ballestas (Otrova Gomas), gloria del humor venezolano. Publicado con permiso del autor.

Hace unos meses, encontrándome en la recepción de un importante hotel de la ciudad, se me acerco una señora de rostro amable y muy bien vestida, quien luego de detallarme con esa curiosidad propia del que de esta buscando a alguien al que no conoce, me pregunto con cierta timidez:
-¿Ud. es el ingeniero Márquez?
Lo mire un poco sorprendido, y sin que pueda explicar la razón de mi respuesta, le contesté sin ser el fulano Ingeniero Márquez:
-Sí, ¿Y Ud. es?
-La señora Palio, de Conglomerados Químicos, -respondió mostrando en el acto su entusiasmo- Que bueno que me esperó, me disculpa por llegar tarde, pero el tráfico de la ciudad es una locura, llevo casi dos horas saltando de cola en cola.
-No se preocupe- le dije continuando con el engaño, a la vez que puse una de esas sonrisas con las que se perdonan faltas leves.
-Le traje los planos, no sé si quiere verlos antes o prefiere ir de una vez a la fábrica.
Diciendo esto me extendió un enorme rollo de planos. Los mire por encima y vi que eran de esas cosas que me son completamente ajenas e incomprensibles.

-Bueno como Ud. lo crea conveniente…- respondí.
-Entonces vamos a la fábrica.

 
Sin tener el valor necesario para detener la broma, la acompañe hasta el estacionamiento donde tenía el auto, confieso que un poco preocupado del lio en que podía terminar aquel inocente juego. Después de abrir la puerta, invitándome a pasar la mujer lanzo hacia la parte trasera dos carteras, unas carpetas, cepillos y otras cosas que tenía regadas en el asiento.
-¿Le gusta la ciudad?- me pregunto sonriendo mientras encendía el motor del carro.
-Sí, es muy bonita, y la encuentro bastante grande- conteste poniendo un acento indefinible en mis palabras.

-¿Es la primera vez que viene?

-Si- dije más aliviado al ver que nadie debería conocerme en el lugar.
-Bueno, me contenta que le guste, pero es casi inhabitable, con la crisis nada marcha bien.. ¿Y cuando llego de Méjico?

-Llegue ayer- mentí con firmeza poniendo ahora acento mejicano- En el vuelo de la mañana.
-Bien, como Ud. sabe, -dijo ella- las maquinarias están siendo montadas sobre los planes de ustedes con pequeñas modificaciones. Ya los ingenieros han avanzado mucho, cuando vea el trabajo estoy segura de que le va a encantar.

El vehículo enfilo hacia el sur y el tráfico ya se había despejado. En el transcurso del viaje la señora Palio me explico con lujo de detalles el funcionamiento de la empresa de procesado químico y los planes de expansión. Al mismo tiempo me hacía preguntas sobre mi supuesta representada en Méjico, a las que yo respondía con un “Si” que podría ser un “No”, o un “No” que definitivamente no negaba nada, o la maravillosa frase: “¿Y Ud. qué piensa?” con la que siempre se logra tranquilizar a cualquier persona.
Media hora más tarde llegamos a la fábrica, un enorme complejo industrial de resina y otros derivados químicos que se levanta al sureste de la ciudad. Nos recibieron cinco ingenieros y otros empleados. Una vez terminadas las presentaciones, el cafecito de rigor y una buena cantidad de comentarios intranscendentes pero necesarios cuando se recibe a un invitado extranjero, me llevaron a visitar la planta. Gracias a la amabilidad de mis anfitriones y a lo divertido que me parecía el juego, confieso que me tranquilice. Para simular me detenía cada cinco o diez metros, detallaba alguna conexión sacudiéndola con la mano, o montándome en un banco metía la cara dentro de un tubo, y luego me bajaba haciendo movimientos de aprobación con la cabeza. Como es lógico, a cada rato hacia preguntas vaporosas que en el acto me respondían los ingenieros con lujo de detalles.
Finalizada la vuelta nos dirigimos a la sala de conferencias, en donde se sentaran a mi lado alrededor de la mesa de los cinco ingenieros, el jefe de planta, la Sra. Palio y dos técnicos que se incorporaron al final del recorrido. Después de la tradicional conversación introductoria, uno de los ingenieros extendió los planos de instalación y dijo:

-Bueno, ahora vamos al grano, ¿Qué opina del trabajo?
Debo reconocer que, si bien es cierto que siempre me sentí seguro de toda aquella farsa, en aquel instante se me hizo un nudo en la garganta. Pero ya no podía dar marcha atrás. Me incline en silencio por varios minutos sobre aquella compleja maraña de rayas, ángulos y símbolos incomprensibles, y moviendo la mano por varias partes, detenía el dedo sobre un punto en particular a la vez que emitía el clásico y nasal: “Umju”, y luego de un  lento “Déjenme ver”, regresaba al otro lado. La gente me miraba con una gran expectativa sin atreverse a hablar por temor a desconcentrarme. Al final, levantando el torso de la mesa dije:

-Bueno señores, los felicito, acá todo está bien…tal vez se podrían hacer unos pequeños ajustes para incrementar en un cinco por ciento el margen de seguridad de las conexiones… pero todo esta está muy, muy bien.
Una enorme sonrisa afloro en el rostro de los presentes. Uno de los ingenieros entusiasmado me miro  con admiración y pregunto:

-Y la distribución de gases por el canal externo, ¡no cree que sería bueno ampliarla?
Detalle el plano por unos instantes llevándome la mano a la boca en actitud meditativa, luego mire hacia arriba y pedí una calculadora después de constatar que no cargaba la mía en los bolsillos. La prendí  y multiplique el número de mi teléfono por 3,1416, le reste la edad que tendría mi abuela y le sume el número de  películas malas que vi durante el mes pasado. Al tener el resultado, dije con una voz ronca y cautelosa:

-Miren, yo no lo haría en ciudad de Méjico, pero en definitiva, si Uds. cree que aquí la temperatura ambiente es mayor, vamos a ampliarla, es lo más recomendable.
Todos mostraron una enorme satisfacción con la respuesta y durante unos treinta minutos empezaron a lanzarme preguntas que yo tenía el cuidado de responder favorablemente con los prácticos “Tal vez”, “Podría ser” o soltando uno que otro “no” enérgico y rotundo o un “si…. Si eso está bien” que despejaba cualquier duda. Así termino la reunión.
La cosa se complicó en el restaurant al que nos trasladamos luego del trabajo. Después de bromas, y cambios de opinión sobre diversos tópicos, se me acerco el Gerente de Administración y me entrego una carpeta con un cheque de 20.000 dólares y un recibo de honorarios.

Un poco asustado por el límite al que había llegado la cosa, lo firme con la mano temblorosa y me guarde el cheque en el bolsillo. Siguieron los abrazos de despedida y al final, la Sra. Palio amablemente se ofreció para llevarme de regreso a la ciudad.
Cuando ya estábamos en la puerta del hotel, antes de bajar del carro, la agarre suavemente por la mano, y le dije con tono de osadía:

-¿Me permite un pequeño abuso de confianza?

Ella sonrió extrañada y dijo:- Como no, ¿de qué se trata?
 
-Le doy 20.000 dólares si me da un beso.
La mujer completamente sorprendida, se sonrojo sin saber que responder ante aquella imprevista situación. Pero antes de que pudiera hacerlo la hale hacia mí y la bese en la boca. De seguidas, dejándole el cheque sobre las piernas me baje del carro y a toda prisa me perdí confundido entre un enorme grupo de turistas que acababa de llegar.

Fuente: http://donatiu8.blogspot.com/

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