"Celuláricos Anónimos" de @ReubenMorales

¡Ya!... ¡No puedo más! Acepto que tengo un problema de adicción con mi teléfono
celular. 

Me he vuelto dependiente de él y esto está afectando mi vida y la de mis seres queridos. Cuando voy a una fiesta, ahogo mis penas en el Twitter o en el Whatsapp y a la mañana siguiente no recuerdo nada de lo que pasó. 

Hay amigos que han tenido el gesto de decirme que un día me vieron por la calle, me gritaron para saludarme desde la otra acera y yo estaba abstraído vagando y hablando conmigo mismo sobre cuál sería la mejor idea para un tweet. 

Si llego a una nueva ciudad, inmediatamente trato de identificar cuál es el jíbaro de aplicaciones o videos virales para que me los suministre. 

Cuando mi celular se descarga, me pongo de mal humor y ni se me puede hablar. Y las consecuencias no solo son psicológicas, sino también físicas. En cuestión de tres años mi astigmatismo ha aumentado 30%, las puntas de todos mis dedos tienen callos y he estado en dos conatos de choques por usar el celular mientras manejo.

Sin embargo, un día hubo una señal que me prendió el bombillo. Mi novia me dijo: “O el celular o yo”. Toqué fondo… Me sentí horrible y con un sentimiento de culpa abrumador. Desde ese día decidí crear “Celuláricos Anónimos”, una institución para curar a las personas con problemas de adicción al celular. Las solicitudes se abarrotaron. Nos llegaron desde muchachos de bachillerato hasta esposas que se hacían pasar por la amante de su marido desde un celular que compraron a escondidas.

Nuestras terapias son diversas y ayudan a que los adictos lidien con su  enfermedad un día a la vez. Por un lado, tenemos grupos de conversación cuyo fin es que la gente reviva lo sabroso que es hablar cara a cara (y que incluso, en plena conversa, te caiga una gotica de saliva de la otra persona). Por el otro, contamos con una dinámica para drenar las emociones contenidas. Consiste en destrozar un celular con un bate. Quienes superan ésta, dan un gran paso adelante en su proceso.

Pero ojo: quien entre en nuestro programa, debe saber que el despegarse de un celular no es fácil. Nuestros pacientes viven cosas horribles dignas de un documental. Hay quienes sienten que les vibra la pierna como si fuera un repique. 

Otros empiezan a silbar incansablemente como la señal del Samsung Galaxy. 

Algunos hablan en oraciones que no sobrepasan los 140 caracteres. Unos, ante las opciones que tiene el menú de nuestra institución, dicen “Me gusta” o “Ya no me gusta”. Hay quienes te tocan la cara para taguearte y dicen tu nombre. Otros pocos, para decirte algo en privado, te llaman aparte y que para darte un “DM”. 

A otros, los dedos se les mueven solos mientras están durmiendo. Es un proceso arduo, pero quienes superan su adicción, confiesan que ahora huelen cosas que antes no olían, ven y disfrutan de colores que habían dejado de ver en el medio ambiente, van a un café y hablan por horas con alguien, entre otras.

Si usted o alguno de sus seres queridos que necesita ayuda desea vivir el reto de “Celuláricos Anónimos”, lo invitamos a contactarnos. Haremos todo por garantizar su sana reinserción a la sociedad. Nuestra efectividad comprobada es de un 95%. Claro, siempre hay un 5% que lamentablemente recae. 

Ejemplo de ello es mi caso. He tenido varias recaídas, pero ahí voy superando mi adicción gracias a “Celuláricos Anónimos”.

Enviado desde mi Blackberry de Movistar

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