Así me ocurrió en una típica cola (no para saquear o estafar un negocio como muchos de mis lamentables coterráneos venezolanos), sino en la típica cola del banco.
En las filas, los venezolanos tienen la manía de moverse a un lado, creando un espacio inviolable donde estaban pero con ganas de moverse a otro más adelante midiendo la cara de pendejo de los que están adelante, para colearse.
Uno de éstos especímenes intentó colearse y otra figura frecuente de las colas, la vieja que habla duro, le reprochó, sin que éste le hiciera caso. Más tanto fue el eco que el hombre volvió a su lugar, derecho (lo más derecho que se puede, ya que las colas acá son a manera de víbora).
La señora gritona se volteó hacia mí reprochándome que nada dije. Le contesté que eso ya es costumbre en el país y yo no me ponía a quejarme tanto, ya había otros por mí.
Me dijo que seguro yo tenía esa maña y por eso nada decía. Le expliqué a ella y a quienes me oían, lo siguiente:
"Yo dejo a los que se quieren colear hacerlo, ya que ellos se están apurando acá, por lo que de seguro al salir antes de tiempo coincidirán con un carro o moto que les pasará por encima y si no los mata, los malogra y el tiempo le parecerá largo con ese boche; por igual a los que se quejan y hablan duro que crean conflicto y mueven el tiempo perfecto, pudiendo arriesgarse a tropezarse a un ladrón que les robe lo que acaban de retirar de pensión, cosa que pudieron evitar si no hubiesen formado lío en el banco y no vean que la taquillera los está llamando desde hace rato por estar reclamando pendejadas".
Palabras más o menos, me mentaron la madre hacia adentro, pero por la indignación y miedo de que un loco les haya dicho una posible verdad, que sería lo mismo sí es su destino, más al decirlo con voz grave y los ojos pelados, cualquiera recula momentáneamente.
Sí, estoy loco.
En las filas, los venezolanos tienen la manía de moverse a un lado, creando un espacio inviolable donde estaban pero con ganas de moverse a otro más adelante midiendo la cara de pendejo de los que están adelante, para colearse.
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Uno de éstos especímenes intentó colearse y otra figura frecuente de las colas, la vieja que habla duro, le reprochó, sin que éste le hiciera caso. Más tanto fue el eco que el hombre volvió a su lugar, derecho (lo más derecho que se puede, ya que las colas acá son a manera de víbora).
La señora gritona se volteó hacia mí reprochándome que nada dije. Le contesté que eso ya es costumbre en el país y yo no me ponía a quejarme tanto, ya había otros por mí.
Me dijo que seguro yo tenía esa maña y por eso nada decía. Le expliqué a ella y a quienes me oían, lo siguiente:
"Yo dejo a los que se quieren colear hacerlo, ya que ellos se están apurando acá, por lo que de seguro al salir antes de tiempo coincidirán con un carro o moto que les pasará por encima y si no los mata, los malogra y el tiempo le parecerá largo con ese boche; por igual a los que se quejan y hablan duro que crean conflicto y mueven el tiempo perfecto, pudiendo arriesgarse a tropezarse a un ladrón que les robe lo que acaban de retirar de pensión, cosa que pudieron evitar si no hubiesen formado lío en el banco y no vean que la taquillera los está llamando desde hace rato por estar reclamando pendejadas".
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Palabras más o menos, me mentaron la madre hacia adentro, pero por la indignación y miedo de que un loco les haya dicho una posible verdad, que sería lo mismo sí es su destino, más al decirlo con voz grave y los ojos pelados, cualquiera recula momentáneamente.
Sí, estoy loco.
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