Autor: Reuben Morales
Fuente: ReubenMorales.com
No debo ser el único. Quienes vivimos en
este país, seguramente escuchamos todas las semanas a más de una persona decir:
“¡Yo no le compro a bachaqueros!”. Además lo dicen con una firmeza y convicción,
como si lo hubiesen puesto en su mapa del tesoro. Lo dicen, casi, con el mismo
ímpetu con que Bolívar hizo su juramento en el Monte Sacro. Lo preocupante, es
que al escuchar tal declaración, siento nos estamos negando a nosotros mismos
como venezolanos. ¿Pues qué es la bachaquería? En el fondo, no es más que obtener
un bien a un precio ridículamente barato –si no gratis- para luego venderlo a
un precio con el cual saco una ganancia exageradamente alta.
Sin embargo, así
vamos por la vida…
“Yo no le compro a bachaqueros”… pero sí
compramos películas quemadas en cualquier puesto que las ofrezca. Bachaquería del
arte.
“Yo no le compro a bachaqueros”… pero sí
sacamos una carrera a punta de fotocopiar libros en centros de copiado.
Bachaquería del intelecto.
“Yo no le compro a bachaqueros”… pero
alguna vez le pedimos al cerebrito del salón que nos hiciera un trabajo para
sacar buena nota. Bachaquería de la boleta.
“Yo no le compro a bachaqueros”… pero sí
compramos cupos electrónicos de divisas a otros. Bachaquería de gift cards.
“Yo no le compro a bachaqueros”… pero sí compramos
dólares en el mercado negro de alguien que los obtuvo raspando su cupo afuera.
Bachaquería de divisas.
“Yo no le compro a bachaqueros”… pero en
una despedida de solteros sí contratamos strippers
o “prostis” (perdón, “bachaqueras del cuerpo”).
“Yo no le compro a bachaqueros”… pero si
quiero ver mi juego de pelota tranquilo, compro la entrada revendida.
Bachaquería deportiva.
“Yo no le compro a bachaqueros”… pero le
compro ropa a un buhonero que quizás roba la electricidad que usa, no paga impuestos
y no compró o alquiló el espacio que usa para comerciar. Bachaquería buhoneril.
“Yo no le compro a bachaqueros”… pero le he
comprado la fecha a otra familia que ya tenía reservada su fiesta en una famosa
casa de festejos de la ciudad. Bachaquería bonchona.
“Yo no le compro a bachaqueros”… pero sí le
compro los pasajes aéreos en bolívares a un contacto que tengo en una
aerolínea. Air Bachackers.
“Yo no le compro a bachaqueros”… pero sí le
pago a un gestor para sacarme el pasaporte o la cédula. Bachaquería de
identidad.
“Yo no le compro a bachaqueros”… pero sí le
compré un Toyota a un funcionario público que me lo vendió porque el estado se
lo deja baratico. Bachaquería automotriz.
“Yo no le compro a bachaqueros”… pero sí le
he dicho a algún amigo artista que me anime un evento sin pagarle, pues el
evento le servirá para hacerse promoción. Bachaquería artística.
“Yo no le compro a bachaqueros”… pero sí
modernizamos un país a punta de vender muy caro un líquido que brota de la
tierra. Bachaquería macroeconómica.
Y la última…
“Debemos acabar con los bachaqueros
criminales”… pero sí se hacen millonarios comerciando bienes públicos a
sobreprecio. Bachaquería presidencial.
Al paso que vamos, cambiémonos el nombre a
República Bachaqueriana de Venezuela. Nos representa mejor. A pesar de ello, y
aunque nos duela, la culpa de la escasez no es del bachaquero. Es de quien
genera reglas económicas para propiciar la bachaquería.
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