Reuben Morales
Desde
hace un tiempo para acá mis amigos no me llaman, mi esposa me rechaza y los sábados
en la noche no tengo planes. Preocupado por ello, fui al médico y éste me mandó
a hacer unos exámenes de sangre. A la semana volví y el doctor, muy preocupado,
me miró a los ojos, tragó fuerte y me dijo: “Amigo, ya analicé los resultados
del examen y debo decirle: encontramos algo. Le voy a ser lo más sincero
posible y disculpe la crudeza, pero usted padece de un síndrome muy grave: no
usa barba”.
Salí aturdido de la consulta. ¡Todo comenzó a
tener sentido! Todos los hombres en el pasillo de la clínica usaban barba. Noté
sus miradas de desprecio. Solo basta concientizar algo, para empezar a vivirlo
en todos lados.
Por
ejemplo me tocó asistir a una entrevista de trabajo. Tras ver mi hoja de vida,
el gerente de recursos humanos me dijo: “Amigo, muy bueno su perfil, pero
lamentablemente no contratamos gente sin barba. Se ven viejos… como vintage… no
generan empatía con los clientes”.
Otro
día llegué a una fiesta en donde me habían contratado para presentar mi show de
stand up comedy y quien me recibió en la puerta dijo:
-
¿Y usted quién es?
-
Donald Trump… ¡No, vale, soy el comediante que contrataron!
-
¿Comediante?... ¿Seguro, amigo?... O sea, usted es gracioso, pero es
que no sé… no tiene barba.
Ya,
paranoico por la situación, me tocó entrar a una farmacia. La dependiente me
preguntó qué quería. Yo balbuceé, apenado, y ella me respondió:
-
¿Un condón?
-
No, una afeitadora –le dije murmurando y agachando la cabeza.
-
¿Qué?
-
¡Una afeitadora!
-
¡¡¡Ajá señores, miren acá!!! ¡¡¡Un hombre que se afeita!!!
Eso me
ofendió profundamente. Inmediatamente busqué su identificativo para denunciarla
con la jefa y cuando le veo el cartelito en el pecho, me doy cuenta de su
irónico nombre: Bárbara.
Luego
fui a una cena familiar. Allí estaba un tío mío hablándole a mi primo menor.
“Hijo, mi sueño es que te vayas a los Estados Unidos, estudies en Harvard y
tengas una barba varonil”. ¿De cuándo acá la barba pasó de ser un símbolo
comunistoide a ser el símbolo del hombre capitalista actual? ¿Acaso seré
madurista por estar afeitado? ¿Si Sansón viviese hoy su fuerza estaría en la barba
y no en el cabello?
Ya
derrotado, no me quedó sino buscar ayuda profesional. Me metí en “Afeitohólicos
Anónimos”. Recuerdo esa primera reunión:
-
Hola, soy Reuben y soy afeitohólico.
-
Hola, Reuben –dijeron todos.
-
Quiero confesar que hoy no aguanté y me afeité.
-
¡Noooooo!
-
Pero no fue solo eso: ¡me eché “after shave”!
-
¡Uuuuuuuuuuy!
-
Y lo frotaba por mis cachetes… Es que me gusta sentir mis cachetes
lisos.
-
¡Uaaaagh!
-
Y después tuve que botar la afeitadora. La gasté en menos de una
semana.
-
¡Mándenlo a rehabilitación!
-
¡Tranquilos, yo voy a poder! ¡Un pelo a la vez! ¡Solo por hoy!
Tras
varias sesiones, el esfuerzo fue inútil. Pasé meses de agonía. Mi familia trató
de cambiarme. La sociedad trató de cambiarme, pero fui más fuerte. Hoy en día
llevo con dignidad mi cara afeitada. Me he convertido en la voz de muchos
hombres que, como yo, sienten incomodidad al usar barba. Hasta saqué mi propia charla
motivacional: “La culpa es de la barba”. Todos los días me llegan cientos de
mensajes de más y más hombres que salen del closet aceptando su condición de
afeitados. Incluso hemos fundando clubes a nivel mundial. ¡Ya basta del pisoteo
al hombre sin barba! ¡Nosotros también tenemos derecho al voto!
Afortunadamente
la sociedad me ha ido aceptando poco a poco. Tengo días buenos y días malos, aunque
cada vez son mejores. Sin embargo, recientemente fui al médico para una
consulta de control por mi síndrome de afeitado permanente y el doctor me dio
una muy mala noticia. Resulta que tras unos nuevos exámenes, he sido diagnosticado
con otra enfermedad peor. Tengo 37 años… vivo en el 2018… y no tengo ningún
tatuaje.
Fuente: www.reubenmorales.com
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