Quien no lo reconozca, es que no se ha mirado con los ojos correctos así mismos/as. Estas personas salen cada día a los negocios de otros/as y ahora en unos tarantines en plena calle, a demostrar su necesidad de empleo, haciendo una de las obras sociales de mayor entrega y que necesita una preparación más que física o mental, de estómago. Me refiero a las personas que hacen PEDICURE.
Y es que cada uno/a de nosotros/as ha de notar que los dedos de los pies han de ser evaluados antes de exponerlos al ojo público. Hay dedos que parecen bombillos quemados, otros con las uñas con apariencia similar a que les hubiese explotado un traki traki; algunos tienen una uña que hay que buscarla con microscopio, otras parecen que se las cortaron con los dientes, igual como si fuesen las manos.
Hay dedos que por estar tanto tiempo el pie con uso de chancletas, sandalias, descalzos, el índice supera a los otros como "por un dedo"; otros parecen garras de gavilán; algunos parece que patean piedras todos los días; otros vienen ya de fábrica más atrás que los otros y se hace difícil jugar con ese pie "este cerdito se fue al mercado", ya que siempre faltará un cerdito.
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Otros dedos que cuando los pintan parecen una casa de gente pobre a la cual le regalaron la pintura. Casualmente, mientras más feo se tienen los dedos, las mujeres los pintan de rojo. Los hombres tienen dedos que parecen cabezas de tortuga y en el que se cortaron las uñas con un cincel. Conozco a un sujeto con el dedo del pie tan gordo y feo que le tapa los otros cuatro, y el muy degenerado anda siempre en chancletas. Dedos que parecen cambures titiaros, otros chesse tris y hay algunos que tienen tanto espacio entre uno y otro, que existe la posibilidad de que le nazcan más.
Las sandalias y chancletas modernas han liberado de complejos a las mujeres; no importa como sea el dedo o el juanete, lo que importa es estar a la moda y que se airee. Por ello debo felicitar a estas mujeres y algunos hombres que se montan semejantes ñaures en sus propias piernas a picárselas por horas con un palito, sobarlos, ponerles crema, pintarlos, remojarlos. Todo esto haciendo tripas el estomago, pensando siempre cómo poder arreglar lo que ya venía mal de fábrica. Y no estoy contando la sensación de ver como viene el pie negro aún estando calzado, sin contar sino viene con algún sabañón llanero o con varios pitufos habitando en los hongos.
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Hay que ser arrecho de verdad para tener un fetiche con los pies. Al observar la gama de dedos, como está la planta del pie, el juanete, se observa mucho de la persona. Tan bonito y elegante que es un zapato, una mujer con unas medias blancas con las peloticas esas que guindan (no esas, las otras peloticas mal pensados), pero andan en como las mujeres de mi pueblo, con la pata pelá, exponiéndose a darse un carajazo en estas calles llenas de huecos.
Bueno, mientras existan estos servidores abnegados, que luchan cada día por salir adelante y no agarrar más nunca una pata que no sea la suya o una revista de la pata Daisy, se podrá contar con una mejoría y solución a este exhibicionismo hedonista de los pies, que atacan inmisericordemente al medio ambiente y a la armonía paisajística. les dejaré una foto de unos pies bonitos, con unos dedos elegantes y armónicos, dignos de un posters del cuidado perfecto y la estética. Es mi pie derecho, el izquierdo no lo coloco pues se parece al otro en lo bonito y no quiero hacerles sentir envidia u opacar los suyos.
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