SÍ HAY PUNTO DE VENTA

EN UN MERCADO DE MARACAY, EN UNOS RANCHITOS ANTIHIGIÉNICOS DONDE SE VENDE COMIDA, ESPECÍFICAMENTE EN UN PUESTO DONDE TENÍAN UN LETRERO DE "SÍ HAY PUNTO DE VENTA", EL CUAL CREÍ QUE ESTABA ALLÍ, OCURRE LA SIGUIENTE ESCENA...

- Buenas, ¿en cuánto tiene las arepitas dulces?
- ¡En veinte mil bolívares en efectivo y cincuenta mil por punto de venta, señor!
- ¿Las de punto son más grandes o son electrónicas y vienen rellenas con queso de cabra francesa?
- No, normalitas, ¿la quiere?
- De querer, quiero a mi mamá, pero bueno, véndame 2.
- ¡Son cien bolívares!
- ¡Menos mal que sabe contar!
- ¿Qué?
- ¡Que menos mal que sabe contar!, pero acláreme, ¿cien bolívares o cien mil bolívares?
               (Aquí, omitiré el poco de pendejadas que alegó para asegurar que ella habla bien, aunque los billetes digan mil, ella defiende que no se dice; porque la ignorancia y la flojera falsa, siempre va hasta el final)...

[Luego de comerlas y pasarlas con una malta el doble de cara que las dos arepitas y un café de cortesía que me cobraron también...]

- Señora, para pagar...
- ¡Son 380.000 bolívares!
- ¿No son 380?
- ¡No, porque me pagaría menos!
- ¡Ah!, ¿se dio cuenta de sus pendejadas?
- ¿Como dijo señor?
- ¡Una pregunta no se responde con otra pregunta!, pero dije ¡Ah!, ¿se dio cuenta de sus pendejadas?, cóbreme entonces.
- ¡El punto no está aquí!
- (Inserte mi mirada de trágame tierra, en este instante)

- Bueno, dígame ya de una vez donde está el punto para acabar con este suplicio que me va a indigestar.
- Bien, vaya por éste pasillo de ranchitos azules, cuenta cuatro, gira a la derecha, pasa 3, allí hay uno verde, ese no es sino el de al lado, que es medio aguamarina, usted se le mete por la izquierda y cuenta cuatro puestos más hasta ver uno rojo, ese le sirve de referencia para irse por el pasillo, cruzar por donde venden los CD's, pero no los que están al lado de donde venden la cera, sino los de al lado de esa venta de cera, que no son los mismos, pero son hermanos, los que venden se parecen bastante, luego camina dos puestos más, pasa donde venden el pescado salao, pasa al puesto de frutas, hay un señor que a veces viene y otras no -creo que hoy no vino, o quizá sí-, y vende azúcar o vende sal, no sé cuál tiene hoy sí es que vino -aunque creo que no está porque no pasó por aquí ayer-.

2 puestos más adelante va a ver una cola de gente, en ese no porque siempre está lleno, en el de al lado que está vacío siempre el punto, pero no me lo quiere alquilar porque la mujer como que me cela o es marica, una de dos, pregunta por el puesto de Ramón el que vende las hojas de hallaquitas secas, ese está como que entre el centro de los papelones y la venta de maíz blanco que cerró la semana pasada porque se mudaron acá al lado pero no se trajeron el punto porque acá se robaron los cables.

Cuando vea a Ramón, no le pare mucho a lo que él dice, es grosero con la gente pero me cobra bajito por prestarme el punto, nada más le quedan esos 30 adicionales por cada arepita y 150 por empanadas, el café sí se lo doy gratis.

- ¿Gratis como a mí o hay otra variedad de gratis?

- Señor, pendiente que mire que lo dejé pagar después porque me cayó de sorpresa.
- ¡Sí, siempre ha sido sorpresa atender clientela en un negocio!

- Bueno, entonces vaya allí y le manda a decir de mi parte que usted está pagando 2 arepitas dulces, un café, una malta.
- Sí, mamá
- Y que me vaya haciendo el corte de cuenta luego de las once para no irme tan tarde y que se acuerde de lo de ayer, ¿oyó?
- Sí, papá.
- ¡Usted es como que medio brutico!, ¿está claro?
- Sí, ¿me repite el cómo llegó?
- Mejor mi nietica lo lleva, ¿sí?
- ¡Y POR QUÉ NO COMENZÓ POR ALLÍ!
- ¡No me grite !
- ¡NO ESTOY GRITANDO, CUANDO COMO SE ME SUBE LA VOZ!

...Rato después, luego de hacer una expedición para pagar, esperar que algunos pasaran la tarjeta de débito varias veces para después caer en cuenta que no tienen dinero desde hace varios días pero querían probar nuestra paciencia, la señora hacer acto de presencia varias veces porque pensó que me había llevado a su nieta secuestrada para pedir rescate en fritangas, al fin pude pagar y darle el ticket a la niña.

Cuando la niñita se iba, tuve que decirle el que es el final de la historia:

- ¡Niña, por favor, no te vayas sin mí, porque de verdad que ya no sé cómo salir de aquí!

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