Hay un viejo comentario humorístico
que dice que “las mujeres van al médico, iglesia o terapeuta a contar sus
problemas y los hombres sólo van al bar o al sillón”, que lejos de ser gracioso
es la pura realidad: Cuando a los hombres nos da una enfermedad no vamos a atendernos
hasta que estamos casi boqueando y alguien querido nos dice ¡Anda al médico!,
e incluso, nos lleva.
O como dice el refrán: “Cuando
llueve el zamuro dice ¡Mañana hago mi casa!; y si al otro día sale el sol,
dice: ¿Casa pa’ qué?”, porque en esa falsa hombría nos aguantamos creyendo que los
duendecillos mágicos vendrán en la noche a curarnos y de ñapa, arreglarnos los
zapatos.
En tiempos en los que
incluso ya se puede solicitar una cita médica online y que incluso hay
medicamentos genéricos, el miedo a los doctores es menos comprensible. Y tú,
hombre, e incluso para muchas mujeres, les aseguro que es mejor cuidarse y
estar sanos para poder cuidar a la familia, trabajar y ver TikTok sin sentir
puntadas raras con sensación de calentura y que se te va a salir el espíritu por
la boca, que sentir como la pelona te está soplando en la nuca mientras te
tienes que calar todos los problemas y acciones propios de un problema de
salud.
Anda al médico aunque sea
a hacerte un chequeo; es imposible que no te enfermes, pero es posible que no
sea tan fuerte y te haga dar vueltas en la cama como un pez recién pescado, estremeciéndose
en la red.
Anda al médico
Esto
no es gracioso, pero es necesario y por eso lo escribo. Porque así como yo me
cuido para cuidar de mi gente, también lo hago para seguir escribiendo. Y sí no
los cuido a ustedes, ¿Para qué voy a escribir?, luego se me quitan las ganas de
cuidarme y me da algo, que terminará siendo culpa de ustedes que dejaron de
leerme porque se desexistieron intencionalmente.
Anda
al médico incluso sí presumes que vas a recibir malas noticias sobre tu salud y
el miedo te paraliza. La información es necesaria para comenzar el tratamiento.
¿O acaso crees que la enfermedad empieza cuando te la diagnostican?, ¡Sabiendo
y corriendo, hermano, sabiendo y corriendo a curarse!
Hay quienes
le temen a que les asusta hasta el desmayo la sangre, les hagan un raspado, una
incisión, biopsia o les metan tubos. Siempre olvidan que es peor una puntada
quemante que viene de adentro y que te puede volar los tapones y hacer respirar
por las orejas y con dificultad. Siempre un procedimiento duele y afecta menos
(ni al 1% llega, según un estudio que acabo de contar con mis dedos), que un
dolor quiebrahuesos.
La única
excepción es ir al dentista y es por ese despreciable taladro que realmente se
llama turbina, como si cambiarle el nombre le quitase lo despreciable.
Hay a
quienes un examen físico les puede provocar incomodidad y ansiedad tanto por
los resultados como por tenerlos desnudos con una bata que no cubre nada. Es una
razón comprensible, pero inválida, así que sí ese es tu complejo, ¿Quién te
manda a dejar que el cuerpo se te pusiera feo?
Los
costos antes, durante, después, más después, incluso un poco antes -no sé cómo,
pero ocurre- de ir al médico, también hace que los hombres y algunas mujeres no
vayan sino hasta que ya el mal les ha hecho sucumbir, porque los atenderán en
el área de emergencias o urgencia sin tanto trámite.
Ese estúpido
razonamiento ha llenado las funerarias de pacientes que mermaron su calidad de
vida sólo porque les iba a costar. Todos estamos abollados del bolsillo, pero
el sistema de salud gratuita y los bajos costos del sistema de salud privado,
ayudan a los necesitados.
Y para
ser un necesitado, primero anda al médico y expón tu caso; es mejor que tú
vayas a tiempo, que te lleven cuando ya estás en cuenta regresiva para el
despegue.
Anda
al médico así seas de la religión que sea, porque Dios hace milagros en quienes
confían y los médicos son gente en la que Dios depositó sabiduría para poder atenderte.
Sí no le haces caso a los médicos, el que los puso en ese cargo tampoco podrá
hacerte un milagro, ya que de verdad no lo quieres.
Aplica
también para quienes no se toman una vitamina, les huyen a las vacunas o viven
tragando todo lo que consiguen bajo la consigna “el que tenga miedo a morir,
que no nazca”. De esos no salen ni buenos esqueletos para las facultades de
medicina.
Les reitero
de la manera más seria posible: Anda al médico aunque sea a hacerte un chequeo,
así le temas a que te meta el dedo hasta donde dice “HECHO EN VENEZUELA”,
porque no debe darte pena, todos seremos sacrificados de la misma manera, ya
que es uno de los traumas de la vejez.
No le
temas, mujer, a que te toquen las mamas, mucho menos sí lo hago yo. Es por tu
salud. La prevención duele menos que llegar al consultorio médico en los
capítulos finales porque escribiste tu epilogo.
La mente,
corazón, tripas, cuerpo, nos necesitan y debemos atender su llamado. Así somos
más productivos, sonreímos más y podemos ver el fin del mal y la llegada del
bien, desde la perspectiva de una persona sana.
Quiérete,
para que te quieran. Humor y Paz y dispensen la desfachatez del escrito, pero
la letra con sangre, entra.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario