Aquí
me pregunto “Si yo fuera una Pizza”, sabiendo que en algún momento seré como
una pizza, ya que tengo contratado el servicio de cremación para cuando fallezca
y, como bien saben, allí te tratan como a una pizza: Te meten a un horno, te
sacan con una pala, te meten a una cajita y llaman a los solicitantes (familiares)
para que te lleven.
Pero
es que la verdad que si fuese alguna cosa, quisiera ser una pizza (pero no con
piña ni carne mechada); además, las pizzas son más bonitas que yo, incluso
cuando se les queda pegado el jamón de la tapa de la caja.
Si
yo fuera una Pizza haría felices a todos por igual, aunque dure poco. Claro está,
nadie es feliz con un humano que dure poco, pero con una pizza, no hay reproche.
Así la gente sea vegana, carnívora, amante o intolerante del
queso o fan de la piña (sí, incluso tú, hereje de la piña), me apreciarían e
incluso cambiarían sus rutinas alimenticias, sociales o de vida diaria, sólo
por mí. Yo sería quien manejase cada ideología alimenticia.
Siempre he querido ser gordo y, como la pizza es redonda,
pues se me cumpliría el sueño. Lo único que no me gusta de este plan, es que me
partan, por las razones que ya están imaginando y por otras que son mejores
pero siempre ligadas a la hombría.
Pero viéndolo de manera sana y no de forma cochambrosa
como ustedes, me servirían en triángulos y se pelearían por el último pedazo de
mí y/o por el pedazo más grande, que es exactamente, ese que están pensando.
Nunca he sido bueno en matemáticas y mucho menos en
geometría, por lo que desafiar las leyes de ambas me convertiría en un teorema
delicioso.
Si
yo fuera una Pizza, sería tal cual lo soy ahora, salvo que en este momento no
soy comestible: Sería rico como
desayuno, almuerzo, cena, merienda, un gustazo de medianoche y hasta como
almohada emocional en días tristes. La pizza no te juzga, te abraza y yo también,
sólo que como no lo haces en mi forma humana, hazlo con mi forma de masa.
Cada pizza es una obra maestra: una paleta de colores con
salsa, queso fundido como mármol renacentista y toppings que parecen esculturas
abstractas de las cuales Leonardo Da Vinci estaría orgulloso. Imagínate el
nombre artístico que tendría la caja al llegar yo a tus manos: PIZZARGENIS.
Nadie dice “no” a una invitación con pizza, porque es el
pegamento social más efectivo después del chisme. Y como estoy cansado de que
todas me digan que no, es que tomé esta decisión culinaria para ver si lo
culinario se me da por fin.
Fría, tibia, recalentada… la pizza no envejece, madura. Y
como me han dicho que madure, pues por eso es que quiero ser una pizza de champiñones,
jamón, maíz, pepperoni, 4 quesos (porque queso es lo que tengo de sobra) y
pimentones. Sin aceitunas negras, porque no soy un niño EMO.
Si
yo fuera una Pizza, de seguro tú que me lees, me hincarías el diente, porque ya
te antojé, ¿verdad?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario