¡Aquí vamos otra vez!,
cuando por fin nos habíamos acostumbrado al olor a pintura de aceite con el que
pintaron el apartamento, a los grillos y a las visitas -invitadas y
autoinvitadas- que van a maltratar las cosas en casa ajena, ya han llamado de
nuevo a la empresa de fletes y mudanzas para que nos saquen de aquí.
Los muebles de sala, los sofás,
camas, mesas y sillas, somos las que más sufrimos, sea que nos metan en un
lugar o nos saquen, porque los cargadores creen que somos pesas de gimnasio y
nos lanzan, arruman -supuestamente acomodándonos- y arrempujan a juro en una
camioneta ¡EN LA QUE EVIDENTEMENTE NO CABEMOS!, siendo además la base de la pirámide
de demás artículos, haciendo crecer nuestra responsabilidad.
Luego nuestros
propietarios se preguntan que por qué duramos menos. Si nos sacan de paseo de tremenda
carrera, porque los de fletes y mudanzas cobran por hora y mucho más en día
festivo, que es cuando se puede mudar la gente, claramente que vamos a estar
abollado.
Eso y porque no saben
nada de física, de lógica, no quieren hacer dos viajes y jamás jugaron al
Tetris para saber encajar piezas.
Los electrodomésticos sufren
porque los sacan de la casa A para llevarlo al apartamento B, con el cordón
eléctrico extendido que a su vez, se moja en cualquier charco y al enchufarlo
en el nuevo hogar, ya sale el primer corto.
La otra cosa es que, como
las lavadoras de ahora pesan menos que un tobo (cubeta o cubo), también las
montan encima de los muebles que tienen pata de palo, resortes y cuero o tela
que se rompe de la nada.
Lo recurrente con las cajas de
cartón, es que suceda aquello de “cuando lleguen las vamos a abrir”, no las embalan
con una buena cinta plástica y algo se pierde en el trasteo. Ya es muy triste
para una prenda de vestir caerse de un camión y caer en un vehículo en
movimiento, causando un accidente. Imagínense lo triste para quienes iban en
dicho vehículo.
Hay un mito, que es aquel
de “echar toda la ropa en cajas, bolsos, maletas, bolsas”, sin planchar ni
orden. Que luego eso se acomoda apenas se llegue a la nueva residencia.
¡Pasamos meses atrapados entre ropa, limpia, ropa sudada, ropa sucia, suelas de
zapatos y lo que hizo el niño de la casa, metiendo la comida de la nevera junto
a la ropa para que no se quedara!
Algo que jamás falta en
los fletes y mudanzas, sean de los baratones, de los más sofisticados o de los
que hizo un vecino o un compadre que calculando al ojo por ciento, echó como el
diablo le dio a entender las cosas en la parte trasera de su camioneta.
Ese detalle infaltable,
es la cesta de ropa sucia, llena con ropa, como el pináculo de la montaña de
cosas que se están trasladando. Es como sí esas cestas con ropa adentro (como
si a la gente le dieron 13 minutos para abandonar la casa), fuesen el
estandarte o mascota de su oficio, sean de mimbree o de plástico con agujeros
de donde se asoma una pantaleta, la cual tomarán para unirla a una cabilla que
usarán como banderín de precaución para que los conductores no se acerquen.
Nuestros aliados de la
cocina, vasos, copas, platos, tazas, adornos, colocados en una caja rotulada
como FRÁGIL, la cual todos los humanos interpretan como “láncese, siéntese,
coloque peso aquí”, pues estos compañeros de casa se ven mancillados y sus
aliados los cuchillos, tenedores, cucharas, cucharones, tenazas y exprimidores,
llegan mezclados en una sola caja como si el plan era llevarlos a fundir.
Y ojo, estos utensilios llegan
completos a su destino sí son de acero inoxidable, porque sí son de plata,
pasan a ser la propina del ayudante del camión de fletes y mudanzas.
En ocasiones, los
artículos de una casa, cuando nuestros dueños ya no pueden pagar, no quieren
pagar o creen que iban a vivir arrimados toda su vida sin pagar por parentesco,
se mudan, nos hacemos más. Siempre vamos acompañados de una poceta, un
lavamanos o un fregadero que trae rastros de cemento y tunería o un pedazo
menos, debido a ser arrancados.
En el camino al nuevo
hogar, los vamos consolando, porque ya saben que si están partidos, se
fregaron, más nunca servirán y que sí los sacaron de esa casa anterior no fue
para rescatarlos, sino como víctimas de una venganza contra el arrendatario o
contra el suegro que los echó del hogar.
Los libros y la decoración
(cuadros y jarrones), son los que menos sufren. Porque las parejas de ahora no
tienen libros y para decorar colocan cualquier recuerdito dado en un bautizo o
no quitan los adornos navideños.
Los más privilegiados en los fletes y mudanzas son los televisores, computadoras y equipos de sonido, a esos los miman e incluso pagan un taxi para llevarlos abrazados.
Caso igual con
las herramientas que las llevan aferradas y vigiladas, porque nada le gusta más
a la gente que tiene vehículos que unas herramientas robadas; también porque
hay que cubrirlas, ya que sí los nuevos vecinos ven que el recién llegado tiene
herramientas, impresora o máquina de coser, la van a pedir prestadas
permanentemente (permanentemente porque se las cogen y no las devuelven).
Hay muchas otras cosas
que nosotros, las cosas del hogar, sufrimos en los trasteos de fletes y
mudanzas y por lo cual le pedimos a nuestros dueños humanos, ¿Por qué en vez de
gastar en una moto o un iPhone, no te buscas una casa propia y nos quedamos
todos en un solo lugar de una vez?
¡Con lo que pagas de
alquiler, puedes abonar para una casa!, porque en cada mudanza o nos dañamos o
nos perdemos y generamos más gastos al reponernos!
Firman: Los enseres del
hogar
No hay comentarios.:
Publicar un comentario