Eran tiempos educados y bonitos cuando los
chistes colorados eran casi que prohibidos, sólo para oírlos en el “picó” de la
casa con bajo volumen o en el reproductor del carro por alguna carretera.
Tiempos dominados por monstruos como el cubano Guillermo Álvarez Guédez (padre
del chiste latino), La Nena Jiménez de Colombia o el chileno Lucho Navarro y
sus sonidos. Pero faltaba alguien de Venezuela. Algunos lo intentaron y no
cuajaron.
Un lapso después, en la década de los
80, surgió de la nada, de manos de Orlando Urdaneta y luego bajo el asertivo
ojo tutelar del gran Amador Bendayán, un joven proveniente de la escuela
teatral del maestro Levy Rossel, llevó al grado superlativo de la actuación la
que fue su tesis actoral, un icono del humor venezolano: Benjamín
Rausseo, “Er Conde del Guácharo”.
Desde ese entonces, todos aquellos que
en su momento quisimos y quienes aún desean ser humoristas ante un público,
saben que la real referencia es Rausseo. Negarlo, sería negarse la risa e
intentar irse por una corriente alterna que de seguro le ahogará. Es como sí
los humoristas escritos no nos inspirara Otrova Gomas o Graterolacho, a los
imitadores Julio Sabala o Emilio Lovera o los ventrílocuos a Carlos Donoso.
Recuerdo que lo veía en Almorzando con
Orlando. Una vez pasaba ante una discotienda y estaba su disco en la vidriera
“Di Tú”, un título que realmente extraño hasta que oyes el contenido, contando
sobre ese provinciano que llegó en búsqueda de triunfo a la capital.
Los primeros cassettes del Conde yo los
grababa de otros cassettes grabados de otros cassettes grabados de un disco
(ciclo del pobre que no podía comprar el disco).
De ese disco nacieron muchos chistes y
una nueva forma de hacer humor en el país: El monologo (ahora se le dice más
por su origen estadounidense Stand Up Comedy) pero él le aplicó la
interactividad con el público. De ese CD's extraen sus dos canciones
emblemáticas: María Vereda y Venezuela es de Pinga.
En el volumen 2, llamado “Strike One”,
ya iba dando más universalidad a su humor, empresa difícil. Un hombre, un sombrero
y un cuatro, para hacer reír. Ya llenaba salones nocturnos más allá de la
legendaria “La Guacharaca” de Caracas (propiedad de Cayito Aponte). De allí
nació la canción más triste que se ha interpretado “Machúcale la bola al perro”
(triste pa’l perro).
El 27 de enero de 1989 (mi cumpleaños)
no tuve clases en el liceo, porque me jubilé (la versión oficial es que no
hubo). Regresé a casa y Nelson Bocaranda tenía en su programa a varios
artistas, incluyendo al Conde. Me reí en demasía y más al ver a la actriz Alba
Roversi que ni hablar podía de la risa. Luego le picaron a Benjamín una torta
por su cumpleaños. Creí que cumplíamos el mismo día, pero él cumple el 26/01.
Más fue en ese cumpleaños que me decidí
y se lo dije a mi madre: “YO QUIERO HACER REÍR A LA GENTE, NO SÉ CÓMO, PERO ESO
ES LO QUE QUIERO, POR ALGO SÉ IMITAR”. Mi madre, callada, me oyó y luego al
rato me dijo: “estudie, que eso no lo es todo para comer, pero sí te hace feliz,
sépalo hacer”.
Me costó aplicar ese consejo al pie de
la letra, pero razón tenía y se los digo a ustedes, quienes les guste cualquier
carrera a la par de una vocación artística.
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