El Gran Miedo de la Revolución: LA EVOLUCIÓN


—Señor Presidente.
 —Dígame, Ministro del Poder Popular para la Información.
 —Ministro del Poder Popular para la Información
— No se haga el gracioso, eso lo hago yo. ¿Qué me iba a decir?
—Que no ha llegado la gente a trabajar.
— ¿En el palacio?
—No, en todo el país.
—¿Qué les pasa? ¿Están en huelga? ¿Activaron ese fulano 350?
—No, algo peor.
—¿Qué puede ser peor?
—Lo que más usted le temía ¡Todo el mundo se ha vuelto inteligente!.
— ¡Llame al ejército! Es inconce. . . —(Ministro pone cara de ¡ay papá!, acompañada de la típica lengua por fuera y mordida con la mano batida)
— ¿Cómo? ¿Me traicionaron? —Bueno, algo así. . . es que…también se volvieron inteligentes.
— ¡Rápido, consejo de Ministros!
—También desertaron en masa.
—Esto debe ser una conspiración de la Oligarquía.
—No, señor Presidente, ellos no la propiciaron, simplemente se le unieron sin interés alguno, no han hecho declaraciones, usan la llamada inteligencia silente.
—Entonces son los pitiyankis de la MUD.
—Menos, se dieron cuenta que el modo Snob era lo que les refutábamos y lo dejaron, ahora la inteligencia se hizo un modelo dual de vida.
—¿Promovida por las universidades entonces, los partidos opositores?
—Los partidos se fusionaron como debían, están cohesionados y animosos, consolidaron la unión.
— ¿Y los estudiantes?
—Se dedicaron a aprender por sí solos.
— ¡Llame al partido!
—Renunciaron en masa, les pareció lo más inteligente.
—Entonces, ¿no queda un solo estúpido en el país?
—Fuera de usted y de mí. . .
—Debí sospecharlo. Debí darme cuenta, al notar que no se oía el ambiente musical de reggaeton y vallenato y que no tuiteaban rumores sobre mi salud ¡ahora sí me siento enfermo!.
—Cálmese. No llore, señor Presidente.
—Es inaudito. Si no se consiguen imbéciles, ¿a quién nombro yo de ministro, impongo en los poderes que se decían independientes y que ahora lo serán? ¿A quién pongo de Vicepresidente?
—La cosa es mucho más grave, señor Presidente. No se consi­gue un estúpido ni siquiera para dirigir la toma de los puertos o el SENIAT o las empresas de telecomunicaciones.
—Entonces, ¿no hay más llamadas por teléfonos o mensajes de OK o TQM?
—Ahora los teléfonos funcionan mejor que nunca y los mensajes son más prolijos y mejor escritos.
— ¿Cómo es posible?
—La gente no hace tantas llamadas idiotas y se dedicaron a rescatar la lengua castellana.
—Pero el tráfico, los servicios públicos.. . todo debe ser un caos. . .
—No hay tráfico.
—¿Cómo?
—Los trabajos manuales los hacen las máquinas que ahora se inventan y programan en el país. Y los trabajos inte­lectuales, son hechos por la gente que ya es inteligente y se bota pensando, sin necesidad de salir de sus camas.
— ¡Qué descenso en la producción!
—Al contrario. El Producto Territorial Bruto ha aumentado diez veces desde esta mañana, aunque no le dicen Bruto, sino Producto territorial Inteligente.
— ¡Llame a mis consejeros económicos!
— ¿Los de acá o los de allá?
— Los de allá claro.
— No servirá, los de acá ahora les dan clases y además, la mejora se debe a que todos dejaron el tra­bajo mental y lo llevaron al físico, al real, sin corbata ni aire acondicionado.
— ¡Mis cuentas bancarias!
—El dinero ya no se usa.
—Pero me quedan mis inversiones en agro, textileras y en cemento.
—La gente anda desnuda y vive al aire libre, la inteligencia les permite verse sin miedo, tal cual dice La Biblia sobre el Paraíso terrenal.
—Llame a todo mi Estado Mayor de corruptos.
—Es imposible localizarlos.
— ¿Cómo?
—Ya no existen. No tienen cómo dominar a las masas, comprar conciencias o engañar, eso les está creando infartos estomacales, ya que no pueden tener infartos al corazón o ACV por no poseer esos elementos necesarios para luego padecer.
— ¡Pero esto es el colmo! ¡Ni la corrupción la respetan!
—No, señor Presidente. la inteligencia les ayudó a entender los parabienes y errores de lo que hacíamos y en un dos por tres, de forma mancomunada, lo mejoraron un 1000 por ciento.
— ¿Qué hacemos?
—Creo que no nos queda otro remedio, señor Presidente.
— ¡Pero es horrible!
—Habrá que resignarse, señor Presidente.
—Ahora que no queda persona a quien engañar, tendremos que..
—Sí, señor Presidente.
—¡Tendremos también que volvernos inteligentes!.

Este fue un artículo que no pude meter en mi libro "LIBRO AUTO-FINANCIADO QUE NINGÚN EDITOR ME QUISO PUBLICAR (2012)", por evitar el tema político/partidista en el mismo.

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