Nunca creí que mi desventura fuese ventura. Este juego de palabras es un letrero que se encuentra colgado en un sitio visible de mi oficina. En él me baso para ser sonriente, aunque esté triste.
Les explico: Cuando era jovencito, o sea, a golpe de 15 - 16 años, que es más o menos la edad cuando uno va buscando novia, o por lo menos esos hacíamos los que nacimos en la década de los setenta, porque los de ahora ya están “buscando empate” en el retén de la maternidad, pues bueno, yo recuerdo que si a mi me gustaba una muchacha, le seguía la pista, escribía su nombre en las paredes, me ilusionaba, creaba historias, poemas, canciones, en fin, era un chico enamorado, y al hacer esto, de posar mi atención y sobre todo mi mirada encima de ella, surgía de mi hacia esa chica un efluvio de amor que era transmitido por mis ojos, me enamoraba, y al ponerle la vista, la impregnaba de ese amor y ellas se enamoraban… de otro.
Pues sí, con cada chica que me gustaba, ocurría igual, se enamoraba de alguno cercano, o creaba un aura alrededor de ella para que viniese rápidamente algún muchacho de quién sabe dónde a cortejarla antes que yo, siempre con resultado favorable para él, y no importaba cómo fuese la chica que me gustase, ella podía ser la más humilde, que no salía de su casa, discreta, estudiosa, los demás no le paraban, y yo veía en ella la belleza interna, que es la que vale, le ponía mi vista encima, y ¡zuácata!… Quedaba embarazada de inmediato pues se le descubría un novio que ella tenía del cual no se sospechaba su existencia pues ella estaba siempre en su casa y sólo iba a clases, cosa que se descubrió al final que lo que hacía era jubilarse para verse con el tipo.
En fin, cada vez la historia se repetía, si yo veía a una chica soltera y sin compromiso, a la semana tenía novio, a la otra se casaba, a las tres semanas estaba embarazada, y al mes ya era madre soltera, pues el tipo sólo las quería para aquello, y era en ese extraño momento en que ellas volteaban la mirada hacia mi, para que les bautizase a la cría.
Era y es tan extraño este don, que me hacía y aún me hace poner triste, más si intentaba u osaba decirle a la chica que me gustaba, lo que sentía por ella, todo el proceso se hacía más rápido y doloroso hacia mi estima. Fue ahí cuando tuve que cerrar los ojos al amor y abrirlos al comercio.
Hoy en día, soy uno de los más exitosos casamenteros, sino el único, ya que la profesión data a la época Renacentista, en Europa claro está, donde se buscaba al casamentero para que cuádrase las bodas de los nobles y algunos plebeyos según los requisitos y disponibilidad de damas que había, luego que los padres las entregaban al matrimonio en una mala suerte de azar, o que eran los(las) rechazos(adas) de los monarcas de aquel entonces, ganándose su porcentaje por proponer y ajustar esa boda.
El negocio prospera porque cuento con un alto grado de efectividad, es ampliamente solicitado por los caballeros a los cuales las chicas no les paran, utilizando el método de ver a la chica que les gusta, contagiarlas con mi sincero efluvio, enamorarme -efecto rápido y extraño, debo ser de corazón impresionable y blando- y cuando ellas sienten la energía que les emito, ellos llegan, les dicen algo bonito y en menos de 2 horas son novios hasta con fecha de boda, de la cual yo me encargo según contrato, ya que complemento mi negocio con una agencia de festejos y tour de bodas, aparte de venderles los enseres del hogar a crédito, siendo también una buena fuente extra de ingreso .
Hoy, estoy soltero y sin poder ver nada so riesgo de que venga otro y la enamore y pierda mi comisión -entiéndase, regalar mi trabajo no me conviene-, no sé si conseguiré alguien que me ayude a encontrar alguna que si vea mis ojos y mi amor y me corresponda o me dé chance de hablarle y solicitarle el noviazgo antes de que se presente uno ante la oportunidad de hacerme quedar mal, pero mientras tanto, ¡que viva el negocio del casamentero!, del cual soy su presidente, ejecutor, dominador y ¡padecedor!, pero con su lado positivo ¡hace felices los corazones y mis bolsillos!
Les explico: Cuando era jovencito, o sea, a golpe de 15 - 16 años, que es más o menos la edad cuando uno va buscando novia, o por lo menos esos hacíamos los que nacimos en la década de los setenta, porque los de ahora ya están “buscando empate” en el retén de la maternidad, pues bueno, yo recuerdo que si a mi me gustaba una muchacha, le seguía la pista, escribía su nombre en las paredes, me ilusionaba, creaba historias, poemas, canciones, en fin, era un chico enamorado, y al hacer esto, de posar mi atención y sobre todo mi mirada encima de ella, surgía de mi hacia esa chica un efluvio de amor que era transmitido por mis ojos, me enamoraba, y al ponerle la vista, la impregnaba de ese amor y ellas se enamoraban… de otro.
Pues sí, con cada chica que me gustaba, ocurría igual, se enamoraba de alguno cercano, o creaba un aura alrededor de ella para que viniese rápidamente algún muchacho de quién sabe dónde a cortejarla antes que yo, siempre con resultado favorable para él, y no importaba cómo fuese la chica que me gustase, ella podía ser la más humilde, que no salía de su casa, discreta, estudiosa, los demás no le paraban, y yo veía en ella la belleza interna, que es la que vale, le ponía mi vista encima, y ¡zuácata!… Quedaba embarazada de inmediato pues se le descubría un novio que ella tenía del cual no se sospechaba su existencia pues ella estaba siempre en su casa y sólo iba a clases, cosa que se descubrió al final que lo que hacía era jubilarse para verse con el tipo.
En fin, cada vez la historia se repetía, si yo veía a una chica soltera y sin compromiso, a la semana tenía novio, a la otra se casaba, a las tres semanas estaba embarazada, y al mes ya era madre soltera, pues el tipo sólo las quería para aquello, y era en ese extraño momento en que ellas volteaban la mirada hacia mi, para que les bautizase a la cría.
Era y es tan extraño este don, que me hacía y aún me hace poner triste, más si intentaba u osaba decirle a la chica que me gustaba, lo que sentía por ella, todo el proceso se hacía más rápido y doloroso hacia mi estima. Fue ahí cuando tuve que cerrar los ojos al amor y abrirlos al comercio.
Hoy en día, soy uno de los más exitosos casamenteros, sino el único, ya que la profesión data a la época Renacentista, en Europa claro está, donde se buscaba al casamentero para que cuádrase las bodas de los nobles y algunos plebeyos según los requisitos y disponibilidad de damas que había, luego que los padres las entregaban al matrimonio en una mala suerte de azar, o que eran los(las) rechazos(adas) de los monarcas de aquel entonces, ganándose su porcentaje por proponer y ajustar esa boda.
El negocio prospera porque cuento con un alto grado de efectividad, es ampliamente solicitado por los caballeros a los cuales las chicas no les paran, utilizando el método de ver a la chica que les gusta, contagiarlas con mi sincero efluvio, enamorarme -efecto rápido y extraño, debo ser de corazón impresionable y blando- y cuando ellas sienten la energía que les emito, ellos llegan, les dicen algo bonito y en menos de 2 horas son novios hasta con fecha de boda, de la cual yo me encargo según contrato, ya que complemento mi negocio con una agencia de festejos y tour de bodas, aparte de venderles los enseres del hogar a crédito, siendo también una buena fuente extra de ingreso .
Hoy, estoy soltero y sin poder ver nada so riesgo de que venga otro y la enamore y pierda mi comisión -entiéndase, regalar mi trabajo no me conviene-, no sé si conseguiré alguien que me ayude a encontrar alguna que si vea mis ojos y mi amor y me corresponda o me dé chance de hablarle y solicitarle el noviazgo antes de que se presente uno ante la oportunidad de hacerme quedar mal, pero mientras tanto, ¡que viva el negocio del casamentero!, del cual soy su presidente, ejecutor, dominador y ¡padecedor!, pero con su lado positivo ¡hace felices los corazones y mis bolsillos!
1 comentario:
Jajaja no desesperes, que Dios para cada quien tiene algo preparado en el momento oportuno.! ;-)
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