LOS DOMINGOS DE MI PADRE


Los domingos son su día todo el año. Este día del padre tiene sólo la diferencia de una nueva camisa que le regalamos y que él se pone luego de decir que el color no le gusta, que es muy ancha, las rayas debían ser de tal forma, etc. Luego se la coloca más no por darnos gusto, lo hace porque le gusta y se sabe querido; sólo arguye esas cosas para que la del año próximo o en su cumpleaños, sea tal cual especificó “entre líneas”.

Otrora, la rutina de cada domingo temprano era ir a sellar un cuadrito del 5 y 6; uno de Bs. 40 (de los viejos) y uno de Bs. 8 que nos daba a mi mamá y a mí para que lo ligáramos, dicho cuadro lo hacía con los caballos que no incluyó en su cuadro. No nos fomentaba el vicio del juego, su propósito era que ligáramos con él su entretenimiento en cada carrera, entre los gritos y tosidos de Ali Khan al narrar.

Volvamos a la mañana. Como les contaba, continuaba con una arepa de desayuno en las afueras del Mercado Libre, haciendo tiempo para que los vendedores comenzaran a cambiar el precio de su mercancía de más a menos, ya que el sol del mediodía despuntaba y se querían ir a su casa. Eso lo verificábamos con varias cansonas vueltas al Mercado Libre; a veces yo pensaba que éramos los supervisores del mercado y no compradores.


Volver a casa, desandar todo y ver televisión. Los canales nacionales aún se compadecían con nosotros y colocaban series de calidad lo que mezclábamos, como dije, con la transmisión hípica. Desde esos tiempos (y sigue igual) se quedaba dormido rápida y placidamente en nuestro viejo sillón. Más si cambiábamos el canal, rápido se despertaba y decía “¡epa, yo estoy viendo eso!.

Al final de la tarde, luego de arrugar los cuadros sellados que habían perdido, pero con la esperanza de que “¡el próximo domingo sí!”, comenzaba a barrer el patio y a darle vuelta a la cocina, esperando la cena. Tanta tranquilidad le invitaba a comer más temprano que en plena semana. Pasados tantos años, aún gusta de salir a tomar el sereno sin miedo al chiflón, ver a la gente pasar, echar cuentos del año pum, mismos que hemos oído muchísimas veces y que aún con gusto escuchamos, analizamos y unimos con otros eventos más actuales.

 
Luego, cuando es hora de dormir, una última ojeada a la prensa para que le de sueño, dormir bien y así el lunes tener mucha energía. Pero desde que es su propio jefe, la mañana del lunes es una continuación del disfrute de sus domingos –parándose tarde-. Y es que los domingos son ese día de vacación que por mucho tiempo no ha tomado, por mantenerse laborando y activo, haciendo de lo que parece rutina, una razón para luchar y sacarle correcto provecho. Viendo a su familia con el mismo amor que hace 34 años cuando se unió con mi mamá, luego mi llegada y, aunque no lo diga, con la tristeza de que por designio divino, no vino la niña.

Entre discusiones por ideología, frases de ironía y populares, recuerdos de un ayer que no volverá, entre una seria gracia muy característica, sigue mi padre adorando los domingos. Cada día con él es un enigma, lo que minimiza la rutina familiar; más lo bueno para mi madre y para mi, es que sigan siendo días… con él. Feliz Día Oscar… pero este año no hay camisa ¿OK?

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