Método de Reconocimiento al Hampón


La verdad que el miedo nos puede obnubilar y dejarnos indefensos ante una situación, en el momento que más lo necesitamos, el valor y la concentración huyen primero que nosotros del sitio donde nos está ocurriendo algo. Digo esto por lo de los robos en especial, ya que en ese momento es cuando hay que utilizar la razón para no tanto ser héroe, pero sí para ser útil.

Por eso me inventé este sistema de autocontrol, el cual calculé, medité, analicé y rogué no tener que utilizar, en pocas palabras, que nunca me asaltaran, pero eso no lo podía evitar. 

Hay que recordar que después de ser asaltado, luego los policías en donde uno pone la denuncia, te hablan regañándote y escribiendo algo que uno cree es un informe de lo que decimos y lo que hacen es llenar un crucigrama, el cual por su condición de policías, no tiene más que dos o tres respuestas llenas;o si es en máquina de escribir, lo que están es haciendo un memorándum en el cual avisan el horario y turnos de cada policía para ir a comprarle la comida al comandante. 

Luego, sí les da la gana, le preguntan a uno de mala manera y con ganas de burlarse, -ganas que igual no se aguantan-, qué le robaron, uno dice analizando, primero el dinero, luego los objetos y la cédula, que duele tanto como lo otro más cuando se tiene que sacar de nuevo. Por último, preguntan la descripción del o los atacantes. 

Es ahí donde uno divaga, balbucea, piensa, la imagen se opaca, hace muecas y luego es gritado por el agente que dice que usted le está haciendo perder su tiempo.

Allí el génesis de este sistema, el cual utilicé luego que dos tipos me asaltaran: Los vi bien y comparé con caras familiares para mi, fui a la policía y en el momento en que me pidieron la descripción rápida y bien o me iban a dar unos rolazos por distraer a la autoridad les dije: 

"Uno de ellos tiene el pelo negro como mi primo Alfredo, la nariz como mi tía Aurora, las orejas como mi compadre Rafael y la boca de mi mamá (no la de mamá), la piel del color de Franklin Virgüez, el tamaño de Carl Herrera y hablaba como Gilberto Correa. 
El otro usaba lentes gruesos como los de mi papá, nariz como la de mi tío Luis, su tamaño era como el de Omar Vizquel, los dientes como Emilio Lovera, las cejas como la de mi padrino, y la voz era boba y medio extraña, como la del Hany Kauam".

Ahora estoy aquí, esperando que sean las dos de la tarde, hora de visita en la prisión, ya que los policías hicieron una redada buscando a los asaltantes según las señas dadas por mí y por ello atraparon y sentenciaron en tiempo récord por ladrones a: mi mamá, a mi papá, a mi tío, a mi primo, a mi tía, y con orden de captura a Virgüez, Correa, Vizquel, Lovera, ya que habían capturado a Herrera, el cual estaba pidiendo justicia, pues no quería seguir encerrado con Hany Kauam que le estaba echando los perros (a éste lo vinieron a buscar unos agentes especiales, por "compatriota"). 

Por cierto, en un rato debo ir al velorio de mi compadre, que corrió con menos suerte ya que al ser atrapado -según el parte oficial- al entrar a la sede de la policía se cayó de las escaleras y rodó y chocó contra un poco de puños, rolos, cachas de pistolas y rifles de los policías estratégicamente colocados por casualidad al pie de la escalera.

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