Hola Chuchín. Te trato de tú pues eres más pequeño que yo, sin reparar en los dos mil y picote de años que vas a cumplir en el segundo exacto de inicio del 25 de diciembre y que desde ya estamos preparados a festejar. La vigilia de tú cumpleaños pues.
De usual las cartas son para pedirte, algunos casos remotos es para agradecerte. Esta carta es para darte. Pero, ¿qué se le da a quien todo lo tiene?. En este caso la respuesta está en La Biblia…lo que no sé es en que página y capítulo, pues tiene unos nombres tan raros y siempre lo religioso es materia de polémica y en estas fechas no se pelea…a menos que sea cuerpo a cuerpo, combates que hay y que sus resultados van naciendo en septiembre del año próximo. Disculpa, estás muy chico para saber de eso.
Te decía que te quiero dar y lo haré. Quiero darte mis ojos para que a través de ellos llores, pues tus ojos tan lindos no deben derramar lágrima alguna, sólo destellos. Si quieres unas manos que reciban el impacto de la discordia, un cuerpo que se flagele, te doy el mío.
No, no es masoquismo, querer ser mártir o algo por el estilo. Te explico, siempre que algo malo ocurre, se te invoca a ti o a Dios Padre. Se solventa la situación y a baja voz, si acaso, se escucha un ¡gracias! Muy tímido. Tu nombre, al menos acá en Venezuela, hace ya mucho que se dice menos que el del Presidente fallecido, lo que me hace pensar que quedaste de utilitario, relegado, alejado. Se necesita mucho del “ver para creer” y eso no es bueno.
Para ese caso, te doy mis oídos, para que los de este pobre mortal se ensucien y los tuyos queden limpios para escuchar el clamor de los que a ti advocan y en realidad son muchos. Quizás si te quito esa carga, en Zimbawe los niños no usen ametralladoras, ni 3 huevos cuesten 100 millones de dólares de ese país; en los países árabes no se apedreen más mujeres invocando el nombre de Alá (Dios); en China no se coman animales domésticos; en USA el consumismo sea menos que el espíritu de unión; en Europa no les falte el agua; acá en el sur de América las protestas sean menos, en Centroamérica exista más igualdad y menos tifones; Oceanía…pues que se hable más de ella y que Australia sea más poblada (podría ser de chinos).
¿Sonó a crítica? Parece, pero ni pensarlo, sólo que se requiere algún chivo expiatorio. Así como muchos piden ser vehículos para llevar la paz, quiero ser instrumento de tu paz. Que el camino para tu llegada, cuando por fin bajes a derrotar al demonio como dijo el Papa Panchito (a quien te agradecemos prepararas para ese cargo), "el infierno está en La Tierra".
Te doy mi corazón, que es más pequeño que el pesebre donde viniste al mundo, para que en él almacenes esos sentimientos perdidos no sólo en navidad, sino el resto del año, cuando nos contagiamos de la globalización, stress y status quo; tú sabrás donde repartirlos. No es que tenga un corazón regrandecido como picado de chipo, más eres el ser que hace todo posible y en una célula puedes guardar el universo.
Tal cual hizo San Cristóbal, con la poca fuerza que tengo, te ayudaré a cargar los pecados del mundo; esos mismos que te traspasamos con el “perdóname señor que hice esto o aquello”. Acompañaré ese fardo con el mío, si me aplasta, bien merecido lo tengo. Lo malo es que no creo me puedan usar de tapete.
Bastante boca que tengo, así que te doy mi sonrisa, la cual tu sabrás ampliar más y hacerla un rayo de esperanza, del ¡sí se puede!, que no nos podemos estancar por uno, pues muchos somos y el orden natural de las cosas lo exige, en fin, que debemos evolucionar. Una sonrisa tuya, bastará para abrir mentes, corazones y almas que están oscurecidas por motu propio o factores externos.
De usual las cartas son para pedirte, algunos casos remotos es para agradecerte. Esta carta es para darte. Pero, ¿qué se le da a quien todo lo tiene?. En este caso la respuesta está en La Biblia…lo que no sé es en que página y capítulo, pues tiene unos nombres tan raros y siempre lo religioso es materia de polémica y en estas fechas no se pelea…a menos que sea cuerpo a cuerpo, combates que hay y que sus resultados van naciendo en septiembre del año próximo. Disculpa, estás muy chico para saber de eso.
Te decía que te quiero dar y lo haré. Quiero darte mis ojos para que a través de ellos llores, pues tus ojos tan lindos no deben derramar lágrima alguna, sólo destellos. Si quieres unas manos que reciban el impacto de la discordia, un cuerpo que se flagele, te doy el mío.
No, no es masoquismo, querer ser mártir o algo por el estilo. Te explico, siempre que algo malo ocurre, se te invoca a ti o a Dios Padre. Se solventa la situación y a baja voz, si acaso, se escucha un ¡gracias! Muy tímido. Tu nombre, al menos acá en Venezuela, hace ya mucho que se dice menos que el del Presidente fallecido, lo que me hace pensar que quedaste de utilitario, relegado, alejado. Se necesita mucho del “ver para creer” y eso no es bueno.
Para ese caso, te doy mis oídos, para que los de este pobre mortal se ensucien y los tuyos queden limpios para escuchar el clamor de los que a ti advocan y en realidad son muchos. Quizás si te quito esa carga, en Zimbawe los niños no usen ametralladoras, ni 3 huevos cuesten 100 millones de dólares de ese país; en los países árabes no se apedreen más mujeres invocando el nombre de Alá (Dios); en China no se coman animales domésticos; en USA el consumismo sea menos que el espíritu de unión; en Europa no les falte el agua; acá en el sur de América las protestas sean menos, en Centroamérica exista más igualdad y menos tifones; Oceanía…pues que se hable más de ella y que Australia sea más poblada (podría ser de chinos).
¿Sonó a crítica? Parece, pero ni pensarlo, sólo que se requiere algún chivo expiatorio. Así como muchos piden ser vehículos para llevar la paz, quiero ser instrumento de tu paz. Que el camino para tu llegada, cuando por fin bajes a derrotar al demonio como dijo el Papa Panchito (a quien te agradecemos prepararas para ese cargo), "el infierno está en La Tierra".
Te doy mi corazón, que es más pequeño que el pesebre donde viniste al mundo, para que en él almacenes esos sentimientos perdidos no sólo en navidad, sino el resto del año, cuando nos contagiamos de la globalización, stress y status quo; tú sabrás donde repartirlos. No es que tenga un corazón regrandecido como picado de chipo, más eres el ser que hace todo posible y en una célula puedes guardar el universo.
Tal cual hizo San Cristóbal, con la poca fuerza que tengo, te ayudaré a cargar los pecados del mundo; esos mismos que te traspasamos con el “perdóname señor que hice esto o aquello”. Acompañaré ese fardo con el mío, si me aplasta, bien merecido lo tengo. Lo malo es que no creo me puedan usar de tapete.
Bastante boca que tengo, así que te doy mi sonrisa, la cual tu sabrás ampliar más y hacerla un rayo de esperanza, del ¡sí se puede!, que no nos podemos estancar por uno, pues muchos somos y el orden natural de las cosas lo exige, en fin, que debemos evolucionar. Una sonrisa tuya, bastará para abrir mentes, corazones y almas que están oscurecidas por motu propio o factores externos.
Bueno Niño Jesús, te deseo un feliz cumpleaños con torta pero sin vela, o nos quemamos; aunque no tengo de esas cosas materiales para celebrarlo, ni he podido trascender para ofrecerte más ayudantes ante el pecado, con mi familia, amigos y conocidos pasaré esa velada cantándote el cumpleaños feliz, viendo tu estrella en el cielo y retozando con tu luz en mi alma.
P.D.: Quise colocar “Carta al Niño Jesús”, pero Laureano Márquez se me adelantó por tercera vez y luego dicen que yo soy el copión.
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