Reporta: Fernando
Núñez Noda – Investigador Periodístico hasta en el humor. Él tomó la foto de los buscadores en los buscadores.
Es hora de darle crédito a las pequeñas y grandes criaturas
de los bosques y mares que manejan en realidad el gran reino de Internet.
Humor, a lo sumo.
¡TIEMBLAN LOS BUSCADORES! Lo que Google y otros motores de
búsqueda no quieren que sepas
La gente cree que los buscadores web trabajan con complejos
algoritmos digitales. Pero eso no es así. En realidad cuando usted hace una
búsqueda (por ejemplo, “restaurantes de ensaladas en Villa Bonita”) ese mensaje
es memorizado por pequeños microorganismos que se alojan en su computadora o
móvil. A veces son insectos pero, en todo caso, tienen poderes telepáticos.
Estos organismos replican el mensaje a nubes cómplices que las rebotan hasta un
planetoide que gira alrededor de la Tierra, pero nadie lo conoce y no ha sido
detectado por la ciencia todavía.
Allí son recibidos por gaviotas y otras aves en permanente
vuelo (sí, los escriben en el aire) y los llevan en sus picos a los
“receptores, generalmente acures. El roedor de turno lo revisa (pare evitar
“troleo”) y escribe una hoja de ruta. En el ejemplo: “Mapas de país X, estado
X, condado X, Villa Bonita; menús de restaurantes de Villa Bonita; (si las hay)
listas de restaurantes por tipo de comida servida. Otros datos sobre esa
relación.”
El acure lo escribe en un post-it y se lo entrega a un
ratoncito (llamémoslo “anunciador”) que estaba de turno para esa búsqueda
específicamente. El mamífero anunciador con la hoja de ruta corre hacia una
galería concéntrica con barandas donde grita a los “curiosos” disponibles.
Los “curiosos” son sobre todo monos, conejos y osos
tropicales en escritorios de roble, llenos de papeles, de máquinas de escribir
y de calculadoras de manivela. Deben ser ágiles, con buena vista (¿usted ha
visto alguna vez un conejo con lentes? bueno sí, pero los usan por pura moda) y
uñas largas. Sorpresivamente no hay gatos en este departamento, porque tienen
asignados otros menesteres.
Un curioso escucha la hoja de ruta, la anota y llama a
curiosos junior, los organiza en pequeñas brigadas y los envía en carrera hacia
los archivos a ver si hay una búsqueda similar hecha en el pasado. Los archivos
son grandes bibliotecas con gavetas, separadores, carpetas y documentos
diversos. Los curiosos juniors o incluso seniors revisan los ficheros para
hacer el match, que anotan en libretitas.
Si los curiosos no encuentran una búsqueda repetida o similar
informan al anunciador, que debe hacerse una orden para buscar la información
fuera del castillo de Piedra Pómez donde estos animales trabajan 24 horas al
día (por turnos, claro, no crean que carecen de sindicatos y leyes laborales).
Eso nos lleva a los simuladores, normalmente loros que han
trabajado con piratas en alta mar o a veces abejas. Ellos dibujan en grandes
pergaminos mapas y modelos de cómo podría ser el lugar físico donde ocurre la
búsqueda o el objeto de la búsqueda. Esos pergaminos son transportados por
elefantes enanos y saltamontes gigantes hasta los “constructores”.
¿Por qué? Porque los planos son la base de grandes
instalaciones hechas con paletas de helado, para simular cómo se verían los
restaurantes de ensaladas en Villa Bonita desde el cerro contiguo. Las arañas,
sin duda, son las constructoras de estas maquetas de paletas (¡salió en verso!)
que entretienen a ardillas, gavilanes y a lo lejos delfines de río que las
replican bajo el agua.
Entonces entran en acción los exploradores, casi todos
insectos, para que vuelen a los lugares reales de la búsqueda. En este caso:
Villa Bonita. Ellos van envueltos en pequeñas esferas rotativas que giran tan
rápido que el tiempo funciona de otra forma aquí. Esos insectos registran todo
con pequeñas cámaras Polaroid y producen fotografías que deben verse con
microscopio. Cuando los insectos no pueden penetrar llaman a los gatos que, no
se sabe cómo, siempre logran hacerlo.
Esos miles de mosaicos son llevados al Castillo de Pómez para
armar gigantescos mapas en depósitos tan grandes que a veces hay nubes en el
techo.
Ahora ¿por qué las búsquedas son tan rápidas? ¿Cómo hace este
ejército de mamíferos, aves e insectos para completar tales tareas en
fracciones de segundo? En realidad, ellos trabajan a la misma velocidad que lo
harían en la Tierra. Pero no están propiamente en este mundo. El Castillo de
Pómez está enclavado en un asteroide que circula nuestro planeta.
Es un asteroide labrado por delfines y lechuzas entrenados en
la industria relojera. El planeta tiene unos ejes para que pueda girar en
distintos sentidos. ¿De dónde viene la energía para que gire a altas
velocidades? Muy sencillo: múltiples capas giratorias motorizadas por decenas
de miles de hamsters que corren en esferas de plástico al compás de música
24x24. Claro que se cansan, pero son sustituidos cuando cumplen su ciclo.
El agua pulverizada que expulsan las ballenas del Gran Lago
crea una atmósfera gaseosa que oculta toda esta maravilla a los ojos externos.
De esta forma el cuerpo asteroidal gira a miles de revoluciones por segundo y
transcurre en una dimensión diferente a la nuestra.
Volviendo a las paletas de helado, la mayor instalación es un
modelo a escala de la Tierra. Allí está el meollo del funcionamiento de este
mundo de información: cada cambio importante en el planeta achatado en los
polos implica cambios en el modelo de paletas. Digamos, si estalla un volcán,
se construye un penacho que simula humos y nubes volcánicas, pintado . Las
nubes hechas con bloquecitos blancos, grises, azules y amarillos para los rayos
cambian cada segundo, desincrustados e incrustados por abejas, por ciempiés
(colgando del techo con largos hilos), por arañas e innumerables insectos
rotativos. Todo cambia como un video en cámara rápida.
Cada permutación se anota en pequeños cuadrados de papel, se
arman como avioncitos y se lanzan hacia el suelo. Dentro de las estructuras hay
canales con agua, una red de ríos artificiales cuyo fin es transportar los
papelitos esta vez en forma de barquitos. Los aviones y barcos de papel se
desarman para que los recogedores los amontonen en resmas. Cada hoja es
colocada una detrás de otra, unidas con tirro para que formen una tira gigantesca
que llega al Castillo de Pómez, donde se separan y distribuyen a registradores,
que los anotan en libros y fichas que consultan los curiosos.
Lo demás es el mensaje de vuelta a los micro organismos en su
computadora, que despliegan los resultados digitando cada letra a velocidades
increíbles.
Ése es un vistazo muy general de cómo sale una consulta al
Castillo de Pómez y regresa. Todos los buscadores usan este sistema, solo que
unos lo usan mejor que otros.
Y así concluyo mi recuento. Espero haber despejado dudas. La
industria informática jamás revelará un secreto como el que les he contado.
Preparo un próximo reporte sobre cómo funcionan las redes sociales. Abrazos.
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