La decadencia de Cupido (de @Irene_Alcira)

Advertencia: Si sus hijos todavía creen en Santa Claus, El hada de los dientes, los tres reyes magos o la cigüeña, favor no seguir leyendo este relato, dado que podría tener efectos nocivos a nivel emocional o psicológico; más si desea seguir adelante, mejor prepare una cita con su psicólogo de cabecera, porque la autora no se hace responsable de los efectos citados. 
 
Bueno... muchos se preguntarán: ¿qué fue del simpático Cupido? dado que durante los últimos diez años ha habido un auge significativo de las redes sociales tales como Facebook, Twitter, Badoo, Tinder y etc.  Mientras estaba en mi computadora, llegué a la conclusión en la que en algún bar remoto, se encuentra el antaño Cupido o al menos lo que queda de él. 


Pues, ¿por qué digo lo que queda de él? tan simple como que el desventurado bebito comenzó a ahogar sus penas a punta de leche normal (con aproximadamente dos kilos de azúcar refinada) y galletitas con chispitas de chocolate, sin embargo, pasado un tiempo esto dejó de hacer su ansiado efecto, así que por lo tanto, nuestro despechado protagonista decidió ir más alto y probó con leche achocolatada (con sus cuatro kilitos de azúcar refinada, cabe destacar) y acompañada con los bien añorados pingüinitos Marinela. 


Tras pasar otro tanto, la leche achocolatada dejó de hacer su efecto habitual, así que fue más lejos y cambió el citado producto lácteo, aunque siguió siendo leche pero la diferencia con su antecesora es que migró a la leche de almendras y coco rallado y -claro está-, con sus incondicionales pingüinitos Marinela. 


Pasados unos meses, una serie de rumores llegaron a los oídos de Neptuno (dios del mar) quien preocupado e incrédulo, decidió investigar para corroborar o desmentir tales acusaciones. Al entrar al antro se dio cuenta de que esto era más serio de lo que había escuchado y al ver al dios del amor hecho una piltrafa, se sintió compungido por él. 

Tomando valor, encaró a su dios amigo: ¡Pero chico! ¿qué ha pasado contigo? pensé que solo eran puras calumnias, pero, desgraciadamente, tengo que admitir que eran ciertas. 


Cupido, sin levantar la vista de su vaso a medio terminar de su amada leche de almendras, tardó un largo rato en responder a las aseveraciones del otro y tras un rato que se antojaba eterno respondió entre hipidos y al levantar la cabeza, Neptuno pudo constatar que había estado llorando últimamente. 


Pero... Pero... hip... hip... ¿cómo demonios pretendes que no esté así? si ya nadie me recuerda, solo lo hacen para maldecir su suerte miserable en el peligroso y truculento juego del amor, incluso algunos más osados gritan a los cuatro vientos que si se consiguieran conmigo, ¡me meterían las flechas por el culo! 

Para rematar -siguió el desdichado infante-, hasta alguien creó una página en Facebook que reza: Cupido, tenemos que hablar de tu puntería de mierda. 


¿Acaso eso es justo? ¡ya nadie me quiere! 


El dios del mar, tras pensar en todo lo que ha oído, le dice con calma, pero firmemente: ¡eso no justifica el hecho que ahogues tus penas en leche de almendras y pingüinitos Marinela! ¡Así no se soluciona nada! 


Quizá no -convino el depresivo dios del amor-, mas pienso que así podré olvidar lo desgraciado que soy gracias a las miserables redes sociales que crearon algunos humanos carentes de alma y que solo quieren enriquecerse y obtener información de sus usuarios, ¡claro, nadie le va a creer a un pobre diablo como yo!, ¡no quiero tu caridad ni compasión, lárgate y déjame en paz con mi leche y mis dulces de chocolate con cremita! 


Neptuno hizo un último esfuerzo por hacerle entrar en razón, más por el contrario recibió otra sarta de impertinencias y un cariñoso: ¡métete tu tridente donde te quepa, infeliz! 


Además, busca a la rata traidora de Hermes, que se confabuló con Mark Zuckerberg y los otros creadores de redes sociales y que te dé una explicación, si es que hay alguna razonable. 

El todopoderoso dios del mar, simplemente se dio media vuelta para no seguir viendo esa estampa tan ridícula y digna de lástima en la que se convirtió Cupido. 


¿Le pediría explicaciones a Hermes? Eso no podré responderlo (se lo dejo a la volátil imaginación de cada lector). 


Y así, nuestro odiado Cupido se quedó entre botellas de leche de almendras y coco rallado y docenas de docenas de cajitas de pingüinitos Marinela, llorando su infortunio para toda la eternidad. 


¿Por qué digo odiado? Pues, por el hecho de haberla cagado con pobres almas inocentes (carentes de un pañal como el suyo) y es por ello el pañal de nuestro amigo, dado que podría cagarla tanto y guardar sus cagadas que, cabe aclarar, que no hay papel higiénico suficiente como para reparar tal estropicio. 


Saludos y espero se hayan reído al leerlo tanto como yo al crearlo. 


Así que, les doy el consejo a continuación: vivan el amor a plenitud, sean realmente felices, respeten, sientan y adoren a su pareja, porque Cupido está fuera de servicio hasta quién sabe cuándo. 
 
Autora: Irene Azuaje / @Irene_Alcira
Valencia - Venezuela 


Enviado para su publicación en este blog a mi correo reinaldogarnica@hotmail.com, a la orden de ustedes. Humor y Paz.

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