Reuben
Morales
“Evite contraseñas como 12345 o la palabra
CONTRASEÑA”. Esto es lo que nos suele recomendar cualquier página actual de
internet. Cosa ante la cual uno se pone creativo y acaba colocando claves
pegajosas como “hakunamatata”. Y para no complicarse la vida, termina aplicando
el protocolo más robusto de ciberseguridad jamás conocido en la historia: Mete
la misma contraseña en todos lados.
El problema muchas veces no es ése. El
problema llega cuando cada una de las páginas te pide actualizar la contraseña.
“Utilice mayúsculas, números y signos”, te dicen. Entonces tu clave evoluciona
(o más bien degenera). Cambia de “hakunamatata”, a “HakunaMata7a”, a “H4kun4Mata74”,
a “¿SimbaNoTienesMasAmigosEnLaPelicula?”.
Por tal motivo, entonces los portales te
simplifican la vida diciendo: “Accede con tu cuenta de Facebook” (haciendo que
llegue Don Diego de La Vega y marque toda tu propiedad intelectual con la “Z”
de “Zuckerberg”). O si no, terminas creando el tesoro más preciado que todos tenemos
en la computadora: el documento que contiene todas nuestras contraseñas. Un
documento que escondemos de forma muy celosa, segura y precavida para
blindarnos: Lo dejamos en el escritorio de la computadora bajo el nombre de
“Contraseñas”.
Hay gente que es más osada. Jamás crea ese
documento porque dice: “Para eso están las preguntas de seguridad”. Claro, el
tema es que las preguntas de seguridad suelen ser cosas muy obvias de nuestra biografía.
Cualquiera que nos medio conozca, puede saberse las respuestas. Por eso hago un
llamado a todos los asesores de seguridad cibernética para que generen
preguntas de seguridad muchos más complicadas. Cosas como:
¿La parte más peluda de tu cuerpo es la
derecha o la izquierda?
¿Al bañarte empiezas con jabón o champú?
¿Usas espejo para afeitarte?
¿Termino medio, tres cuartos o bien cocido?
¿Desodorante en gel o roll on?
Aunque si de verdad quiere evitarse la
creación del fulano documento de las contraseñas, genere claves con cosas que
nadie relacionaría con usted. Si usted es del Barsa, ponga “Madrid”. Si usted
es Nicolás Maduro, ponga “SoyDeDerecha”. Si usted es Donald Trump, ponga
“Humildad”. Si usted es Kardashian, ponga “Virginidad”. Y si usted es un
reguetonero malandro con prontuario criminal, coloque
“DaleAlegriaATuCuerpoMacarenaEeeeehMacarenaAaaah”.
Si no, puede agarrarse de una empresa famosa
e ir cambiando sus contraseñas según las marcas que tiene dicha empresa. Si
hizo esto con Apple, entonces ha podido garantizarse años de seguridad
con contraseñas como “iPhone1”, “iPhone2”, “iPhone3”… (hasta que se dio cuenta
de que era muy frustrante escribir esta contraseña desde un Xiaomi).
Como ve, el tema de las contraseñas en
internet ha progresado tanto, que ya nadie sospecha de lo obvio. Es como
esconderse billetes en el cuerpo. Si un ladrón moderno viene a atracarnos, buscará
el dinero directamente en las medias, la ropa interior o los zapatos (haciendo
que el sitio más seguro para esconder nuestro dinero, hoy en día, sea el bolsillo
delantero del pantalón). Así mismo sucede con las contraseñas de internet. Las
hemos evolucionado a niveles tan sofisticados como “B0B3sponja4877**”, que ya nadie
sospecharía si usted guarda sus tesoros informáticos con claves básicas. Por
eso, la próxima que le pidan crear una contraseña en internet, ponga la clave
más segura que alguien jamás podría tener actualmente en internet: “12345” o la
palabra “contraseña”.
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