Cuando el Comediante se pone Serio (de @JairoGuitarreao)

CUANDO EL COMEDIANTE SE PONE SERIO 

Todos los oficios están acompañados por una especie de prejuicio popular. Así hemos visto florecer montones de chistes (algunos ofensivos) sobre la inteligencia de las modelos, las espuelas de los abogados, la pedofilia de los sacerdotes y así con cualquier ocupación que se nos ocurra. No hay actividad económica que se salve de este estigma, tampoco nosotros, los comediantes. 

Al bajar de una tarima, suelo visitar algunas mesas para saludar y agradecer a quienes disfrutan de mi trabajo. De esa costumbre han surgido invitaciones que van desde una copita más hasta visitas a la playa. Les puedo asegurar que esas propuestas nunca se me han presentado al salir de un banco o esperando el microbús Altavista  Toro Muerto

Es fácil imaginar que el fenómeno surge del prejuicio que se ha generado en torno a mi ocupación: “Este tipo debe ser pura risa todo el día y todos los días. Hay que invitarlo para la casa; debe ser un vacilón”. A simple vista no parece un prejuicio tan dañino, pero detrás de esa buena impresión se esconde la idea de que uno es incapaz de ponerse serio. 

Lo cierto es que muchas de las ocurrencias con que hacemos reír al público se inspiran en opiniones muy serias sobre lo que ocurre en nuestro entorno. 

Y precisamente sobre nuestro entorno (este país en este momento) surge otra creencia popular sobre el oficio del comediante. Parece ser que para los comediantes es una maravilla vivir en un país caótico, sin comida ni medicinas, lleno de malandros y corruptos; porque eso “nos da material”. En este punto me toca revelar uno de los secretos mejor guardados en el mundo de la comedia: En Suiza hay comediantes, y tienen material. No necesitan crisis. De hecho, en los países sin crisis existe un universo de posibilidades temáticas para hacer comedia. Ya quisiera uno llenar su rutina de chistes sobre la liga de fútbol, los estrenos en la cartelera de cine, las peleas conyugales por el control remoto o las visitas de la suegra, pero no. Resulta que uno empieza hablando de esos temas y los tiene que rematar a juro con política: un hueco en la calle, un policía corrupto o la cita textual reciente de algún funcionario tristemente célebre. 

Otra idea, que se ha vuelto muy popular entre los opositores más extremistas, supone que los comediantes somos casi un instrumento involuntario del gobierno para hacer que la gente se olvide de los problemas del país. 

Pensemos bien: ¿Le ha pasado alguna vez que le echan un chiste en un restaurant y usted se ríe tanto, pero tanto, que se le olvida pagar la cuenta? ¿Verdad que no? Muchísimo menos se le van a olvidar los problemas del país por ver a un comediante. Y la principal razón para ello, en el caso venezolano, es que los comediantes hablamos todo el tiempo de los problemas del país (ver párrafos anteriores). Es más, me permito decir que la comedia ha sido la mejor vía para lograr que muchas personas reflexionen sobre los temas nacionales en espacios y momentos insospechados. Nadie quiere escuchar una arenga política en un local nocturno, pero a un comediante sí. 

En “Los Últimos Días” (título con el que acordamos los venezolanos denominar a las actuales jornadas de protesta, confrontación y represión) parece muy razonable decir lo que ya se ha dicho en situaciones similares: “El país no está para chistes”. Ciertamente, haría un papel muy triste quien, en su afán de dar risa, armase un bochinche sobre las víctimas de cada jornada. No obstante, la comedia sigue teniendo una función social, tanto en su rol reflexivo sobre lo que ocurre (cuidando los evidentes límites éticos) como en su capacidad para sumar voluntades. Un buen ejemplo de esto último fue la reciente función de Probando Material a beneficio de la organización “Cruz Verde” de la UCV, en apoyo a su labor de atención a heridos durante los días de protesta. 

A todo lo anterior agrego que muchos comediantes nos hemos quitado por un rato el gorrito de nuestro oficio para aparecer marchando al lado de quienes en otros momentos ríen con nuestras rutinas. A fin de cuentas, lo mismo que nos conecta con el público en cada noche de Stand-up es lo que ahora nos convoca a distintas formas de protesta: La realidad. 

Despido estas líneas deseando que podamos vernos en los shows, pero con la seguridad de que también nos veremos en alguna actividad de calle. 

Jairo Louis Clavo - @JairoGuitarreao 

2 comentarios:

Ana Karina Sánchez dijo...

Excelente forma de plasmar la realidad de los humoristas venezolanos con la situación país. De por sí siempre nos hemos caracterizado por sacarle un chiste a cada vivencia personal o general, pero tienes razón sobre la labor de muchos humoristas que nos ayudan a entender la realidad política de Venezuela con sus chistes y ocurrencias. Gracias por tu análisis Jairo. Muchos éxitos.

Brujulo dijo...

Brutal bro.

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