Aunque
no se encuentre na’
o la vaina esté incompleta,
les repito la receta
de la hallaca de mamá
AUTOR: OCTAVIO MONTIEL "El Poeta del 23"
A la hallaca de mamá,
como se suele decir,
la vimos sobresalir
en toda la vecindad.
Aquello era calidad,
por la excelente sazón
que madre heredó en razón
de su apellido González
y los trucos ancestrales
guardados en el fogón.
En esta generación
no es diferente la cosa,
gracias, pues, a que mi esposa
se aventajó en la lección,
con la colaboración
de quien anotó completa
desde la A hasta la Zeta
las fases en la cocina
para una hallaca divina,
que por supuesto es la meta.
Vamos, pues, con la receta,
sin omitir ni un detalle:
primero, vaya a la calle
con la cartera repleta;
y si una motocicleta
observa por el espejo,
ponga cara de pendejo,
de conductor pelabolas,
mientras se repite a solas:
“soy chofer de perencejo” .
Y le doy este consejo
porque a veces me funciona:
malandro que me encañona
y me mira al entrecejo
supone “este pobre viejo
tiene cara de mamando,
mejor que siga buscando
a un tipo más ostentoso,
a ese le aplico mi acoso,
y ahí mismo lo estoy guisando”.
En fin, la cosa es llegando
a Quinta Crespo, el mercado,
con la lista por un lado
para no seguir buscando.
Puede comenzar comprando
el ganso, el pollo, el cochino
y en ese mismo destino,
las hojas, las aceitunas,
las alcaparras y algunas
botellitas de buen vino.
Desde orégano a comino,
pimentón, ajo, cebolla
y todo lo que a la olla
le ponga sabor divino,
hasta el pedacito fino
de la rica tocineta
y el onoto que completa,
unido con el ají,
ese tono carmesí
que en la masa se concreta.
Comience abriendo la jeta
para zumbarse un buen vino
y así tomar el camino
de algún chef que se respeta.
Monte una olla repleta
con el ganso y el cochino,
échele aliño divino
como si fuera una sopa,
mientras le dice a su tropa:
¡coño, qué bueno cocino!
Un simultáneo destino
debe prepararle al pollo.
De manera que sin rollo,
hágase un caldo divino
y que sufra su vecino
con todos esos olores
que por los alrededores
de su cuadra o edificio
colmarán cada orificio
con aromas seductores.
En sus colaboradores
siempre hallará gentes flojas,
pero que laven las hojas
no les causará dolores.
Métalos en las labores,
hábleles de Navidad
y de la felicidad
cuando una mano te auxilia,
porque la hallaca en familia
sale con más calidad
Con mucha sinceridad,
le diré que, amén del guiso,
el trabajo más preciso,
el más exacto en verdad,
es el de la suavidad
que debe tener la masa.
De modo que usted en su casa
ni siquiera se imagina
que en mezcla de agua y harina
la buena hallaca se basa.
Si con el agua se pasa,
es mejor, se lo aseguro.
Eso evita el grumo duro
que al final todo desguasa.
Mientras las manos desplaza
dándole forma y textura,
manténgalas en frescura,
con las palmas aceitadas
y con el caldo empapadas
para darle así soltura.
Le acoto en esta escritura
que usamos para el amase
el mismo caldo en que se hace
el pollo con sabrosura.
Para ponerle pintura,
en el caldo eche el onoto,
y si ve su vaso roto,
repárelo nuevamente
con un poco de aguardiente
que mantenga el alboroto.
Ya habrá buscado un coroto
donde las carnes coló,
y por supuesto amasó
con el consomé piloto.
Puede hasta hacerse una foto
rodeado de lo exquisito
mientras prepara el sofrito
que su guiso va a llevar
y también puede cantar,
sirviéndose otro palito.
Pedacito a pedacito
con las 3 carnes unidas,
cucharadas atrevidas
lo harán probar de a poquito,
hasta que exclame ¡bendito!
El guiso está del carajo.
El toque perfecto de ajo,
qué bueno soy en aliño,
porque le pongo cariño
a este sabroso trabajo .
No se olvide en el relajo
tener varios recipientes
llenos con los ingredientes
clásicos del agasajo.
Ninguno debe estar bajo
de alcaparra y aceituna,
pasas y, en forma de luna,
picadito el pimentón,
cebollas a la ocasión
y de tocinetas una.
Salga y salude a la luna
mientras se avienta otro trago,
salude a un pana rey mago
y meza al Niño en la cuna.
Vuelva y viva la fortuna
de echar en la hoja masa;
ponga el guiso y de la taza
vaya sacando elementos…
gloriosos estos momentos,
cómo se disfruta en casa!.
Amarrar hallacas pasa
por tener listo el pabilo,
ponerle al nudo su estilo
y colocarse a la caza
del agua cuando amenaza
con burbujitas hirviendo.
Usted prosiga bebiendo
con la excusa navideña,
mientras espera la seña
que el aroma le irá haciendo.
El final es estupendo
cuando, feliz, usted saca
y abre la primera hallaca
con la familia pidiendo.
Luego en la mesa comiendo
y hablando de Navidad,
mientras que en la intimidad
usted piensa a la secreta:
qué sabrosa la receta
que nos dejó mi mamá.
Octavio Montiel
o la vaina esté incompleta,
les repito la receta
de la hallaca de mamá
AUTOR: OCTAVIO MONTIEL "El Poeta del 23"
A la hallaca de mamá,
como se suele decir,
la vimos sobresalir
en toda la vecindad.
Aquello era calidad,
por la excelente sazón
que madre heredó en razón
de su apellido González
y los trucos ancestrales
guardados en el fogón.
En esta generación
no es diferente la cosa,
gracias, pues, a que mi esposa
se aventajó en la lección,
con la colaboración
de quien anotó completa
desde la A hasta la Zeta
las fases en la cocina
para una hallaca divina,
que por supuesto es la meta.
Vamos, pues, con la receta,
sin omitir ni un detalle:
primero, vaya a la calle
con la cartera repleta;
y si una motocicleta
observa por el espejo,
ponga cara de pendejo,
de conductor pelabolas,
mientras se repite a solas:
“soy chofer de perencejo” .
Y le doy este consejo
porque a veces me funciona:
malandro que me encañona
y me mira al entrecejo
supone “este pobre viejo
tiene cara de mamando,
mejor que siga buscando
a un tipo más ostentoso,
a ese le aplico mi acoso,
y ahí mismo lo estoy guisando”.
En fin, la cosa es llegando
a Quinta Crespo, el mercado,
con la lista por un lado
para no seguir buscando.
Puede comenzar comprando
el ganso, el pollo, el cochino
y en ese mismo destino,
las hojas, las aceitunas,
las alcaparras y algunas
botellitas de buen vino.
Desde orégano a comino,
pimentón, ajo, cebolla
y todo lo que a la olla
le ponga sabor divino,
hasta el pedacito fino
de la rica tocineta
y el onoto que completa,
unido con el ají,
ese tono carmesí
que en la masa se concreta.
Comience abriendo la jeta
para zumbarse un buen vino
y así tomar el camino
de algún chef que se respeta.
Monte una olla repleta
con el ganso y el cochino,
échele aliño divino
como si fuera una sopa,
mientras le dice a su tropa:
¡coño, qué bueno cocino!
Un simultáneo destino
debe prepararle al pollo.
De manera que sin rollo,
hágase un caldo divino
y que sufra su vecino
con todos esos olores
que por los alrededores
de su cuadra o edificio
colmarán cada orificio
con aromas seductores.
En sus colaboradores
siempre hallará gentes flojas,
pero que laven las hojas
no les causará dolores.
Métalos en las labores,
hábleles de Navidad
y de la felicidad
cuando una mano te auxilia,
porque la hallaca en familia
sale con más calidad
Con mucha sinceridad,
le diré que, amén del guiso,
el trabajo más preciso,
el más exacto en verdad,
es el de la suavidad
que debe tener la masa.
De modo que usted en su casa
ni siquiera se imagina
que en mezcla de agua y harina
la buena hallaca se basa.
Si con el agua se pasa,
es mejor, se lo aseguro.
Eso evita el grumo duro
que al final todo desguasa.
Mientras las manos desplaza
dándole forma y textura,
manténgalas en frescura,
con las palmas aceitadas
y con el caldo empapadas
para darle así soltura.
Le acoto en esta escritura
que usamos para el amase
el mismo caldo en que se hace
el pollo con sabrosura.
Para ponerle pintura,
en el caldo eche el onoto,
y si ve su vaso roto,
repárelo nuevamente
con un poco de aguardiente
que mantenga el alboroto.
Ya habrá buscado un coroto
donde las carnes coló,
y por supuesto amasó
con el consomé piloto.
Puede hasta hacerse una foto
rodeado de lo exquisito
mientras prepara el sofrito
que su guiso va a llevar
y también puede cantar,
sirviéndose otro palito.
Pedacito a pedacito
con las 3 carnes unidas,
cucharadas atrevidas
lo harán probar de a poquito,
hasta que exclame ¡bendito!
El guiso está del carajo.
El toque perfecto de ajo,
qué bueno soy en aliño,
porque le pongo cariño
a este sabroso trabajo .
No se olvide en el relajo
tener varios recipientes
llenos con los ingredientes
clásicos del agasajo.
Ninguno debe estar bajo
de alcaparra y aceituna,
pasas y, en forma de luna,
picadito el pimentón,
cebollas a la ocasión
y de tocinetas una.
Salga y salude a la luna
mientras se avienta otro trago,
salude a un pana rey mago
y meza al Niño en la cuna.
Vuelva y viva la fortuna
de echar en la hoja masa;
ponga el guiso y de la taza
vaya sacando elementos…
gloriosos estos momentos,
cómo se disfruta en casa!.
Amarrar hallacas pasa
por tener listo el pabilo,
ponerle al nudo su estilo
y colocarse a la caza
del agua cuando amenaza
con burbujitas hirviendo.
Usted prosiga bebiendo
con la excusa navideña,
mientras espera la seña
que el aroma le irá haciendo.
El final es estupendo
cuando, feliz, usted saca
y abre la primera hallaca
con la familia pidiendo.
Luego en la mesa comiendo
y hablando de Navidad,
mientras que en la intimidad
usted piensa a la secreta:
qué sabrosa la receta
que nos dejó mi mamá.
Octavio Montiel
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