Uno lee frases a montones en las redes sociales y en pocas se detiene, yo me detuve en ésta de alquiler coches aeropuerto menorca porque me pareció tan concisa como el Hale y Empuje, pero no como la reacción de las personas que terminan empujando y halando.
Y es que Menorca es para mí un recreo en la mente, así como lo es en físico.
Desde caminar sus senderos viendo al mar, que es más sabroso que caminar en una calle de mi ciudad donde sí no piso en un hueco, piso la mercancía de un viejito que vende cosas usadas y dañadas que tendió en el piso y termina exigiéndome que se las consiga nuevas. Darse el deleite de ver el mar hasta donde creemos es su fin y todavía queda más mar, es mejor que estar mal y creer en tu fin perseguido por ese viejito que corre más que tú.
El contacto con la naturaleza no sólo es en paso y toque, por sus bosques, playas y ríos. También en su fauna que muy elegantemente corre en carreras de trotones, lo que los ejercita y se les da trato digno. No como uno que va corriendo detrás de una buseta a que se pare para ir guindado y más agarrado que vago enamorado para no caer. Eso no es natural ni sabroso, eso es de olvidarse.
Hay parques acuáticos y submarinismo en Menorca. Allí uno se divierte, ejercita, se relaja, está en contacto con la vida marina. Esas cosas retiran de mi mente aquella piscina pública donde el agua estaba bajita, echaron demasiado cloro, los ojos se me pusieron como cuando se usa colirio de salsa picante y no había ni una chica en hilo dental, sino señoras usando mecate dental, lo que daba más ardor óptico.
Revisar cuevas (espeleología, para quienes no lo saben), es una aventura más en Menorca. En mi tierra, lo máximo parecido y no tanto, sino más bien en cutre, es pasar en el bus por el túnel de La Cabrera, que no tiene nada de divertido, aunque sea una aventura riesgosa.
Ir en coche, llevando aire en mi calva, a través de las panorámicas y cuidadas vías de Menorca, sintiendo como el viento toca mi cráneo y lo refresca, me da mucha nota. Porque tener el control es importante y eso lo tengo desde el aeropuerto en mi llegada, hasta mi salida, barato, monitoreado y con una calidad que se manifiesta en el mismo auto que pareciera decirme a cada instante “debes volver aquí”.
En mi mente, sueños, necesidades, voy y vuelvo allá. Para disfrutar su geografía de día, su gastronomía a toda hora y sus rumbas en la noche. Así como me merezco, porque la vida es bonita hacia arriba, en equidad, siendo ciudadanos del mundo. Sí usted está leyendo esto, debe estar diciendo que sí tengo razón y lo felicito. Lo otro que debe estar pensando es ir a hacer turismo en Menorca a ver sí estoy mintiendo.
Ya verá que es verdad y me lo agradecerá, aunque sea sacándome a cenar con derecho a desayuno sí es mujer o haciéndome una transferencia electrónica sí es hombre. Porque las buenas recomendaciones se agradecen con cosas por igual de buenas.
Hay que leer y analizar cada frase, para luego ver y describir lo que de ella nace. Esa frase es mía y me quedó bonita, ¿verdad?, ¡gracias por decir que sí!
Y es que Menorca es para mí un recreo en la mente, así como lo es en físico.
Desde caminar sus senderos viendo al mar, que es más sabroso que caminar en una calle de mi ciudad donde sí no piso en un hueco, piso la mercancía de un viejito que vende cosas usadas y dañadas que tendió en el piso y termina exigiéndome que se las consiga nuevas. Darse el deleite de ver el mar hasta donde creemos es su fin y todavía queda más mar, es mejor que estar mal y creer en tu fin perseguido por ese viejito que corre más que tú.
El contacto con la naturaleza no sólo es en paso y toque, por sus bosques, playas y ríos. También en su fauna que muy elegantemente corre en carreras de trotones, lo que los ejercita y se les da trato digno. No como uno que va corriendo detrás de una buseta a que se pare para ir guindado y más agarrado que vago enamorado para no caer. Eso no es natural ni sabroso, eso es de olvidarse.
Hay parques acuáticos y submarinismo en Menorca. Allí uno se divierte, ejercita, se relaja, está en contacto con la vida marina. Esas cosas retiran de mi mente aquella piscina pública donde el agua estaba bajita, echaron demasiado cloro, los ojos se me pusieron como cuando se usa colirio de salsa picante y no había ni una chica en hilo dental, sino señoras usando mecate dental, lo que daba más ardor óptico.
Revisar cuevas (espeleología, para quienes no lo saben), es una aventura más en Menorca. En mi tierra, lo máximo parecido y no tanto, sino más bien en cutre, es pasar en el bus por el túnel de La Cabrera, que no tiene nada de divertido, aunque sea una aventura riesgosa.
Ir en coche, llevando aire en mi calva, a través de las panorámicas y cuidadas vías de Menorca, sintiendo como el viento toca mi cráneo y lo refresca, me da mucha nota. Porque tener el control es importante y eso lo tengo desde el aeropuerto en mi llegada, hasta mi salida, barato, monitoreado y con una calidad que se manifiesta en el mismo auto que pareciera decirme a cada instante “debes volver aquí”.
En mi mente, sueños, necesidades, voy y vuelvo allá. Para disfrutar su geografía de día, su gastronomía a toda hora y sus rumbas en la noche. Así como me merezco, porque la vida es bonita hacia arriba, en equidad, siendo ciudadanos del mundo. Sí usted está leyendo esto, debe estar diciendo que sí tengo razón y lo felicito. Lo otro que debe estar pensando es ir a hacer turismo en Menorca a ver sí estoy mintiendo.
Ya verá que es verdad y me lo agradecerá, aunque sea sacándome a cenar con derecho a desayuno sí es mujer o haciéndome una transferencia electrónica sí es hombre. Porque las buenas recomendaciones se agradecen con cosas por igual de buenas.
Hay que leer y analizar cada frase, para luego ver y describir lo que de ella nace. Esa frase es mía y me quedó bonita, ¿verdad?, ¡gracias por decir que sí!
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