Escrito a cuatro manos entre Eris Portillo y Reuben Morales
Mi esposa ya no es mi esposa. Es mi esposo… o espose.
Así es. Ella o él o elle simplemente llegó un buen día a casa dándome la
noticia. Yo imaginaba que la emigración nos traería cambios radicales, pero
jamás éste. Como es de suponer, mi alarma no fue normal. Sin embargo, Eris (o
Eros o Eres) me relajó. Me dijo que estaba en perfecto estado de salud. Que no
dolió, fue ambulatoria, cicatrizó bien y que la recuperación sería superrápida.
Con el amor que le tengo y que nos ha llevado a superar otras situaciones, le
dije que respetaba su decisión, que la apoyaba, pero que por favor me dejara
ver el resultado de la cirugía. Mi curiosidad era demasiado grande. ¿Se lo
hicieron con su propia piel? ¿No le pusieron nada? ¿O le pusieron uno donado de
un africano que quería hacerse una reducción estética?
Entonces me llevó a la habitación, cerró la puerta, bajó el cierre y se la
sacó. Se veía nuevecita, de paquete, de tamaño promedio. ¡Era su nueva cédula
colombiana de extranjería! El gran detalle es que en sus datos personales le
pusieron “Sexo: M”. ¿Estaría la Registraduría colombiana en lo cierto?
Las abuelas siempre dicen: “A donde fueres, haz lo que vieres”. Por ello, no
sabíamos si en Colombia “Sexo: M” significa “Mujer” o si “Sexo: M” es de
“Mucho” o de “Más o menos”. ¿Nos estaría espiando la Registraduría todo este
tiempo con drones fuera de nuestra ventana? ¿Mi esposa estaría chismeando con
una nueva amiga sin saber que ésta pertenece al servicio de inteligencia
colombiano? Lo cierto del caso es que, gracias a mi esposa, la comunidad
LGTBIQ+ ya tiene una nueva letra para agregar: la “M”.
Tal sentencia en su nueva cédula nos sugestionó tanto, que la conducta de mi
esposa comenzó a cambiar de forma paulatina. Empecé a notarlo cuando dejó la
toalla mojada sobre la cama. Luego me percaté de que entró al baño. Al salir,
entré de curioso y vi la tapa salpicada… y no bajó la poceta… y no subió la
tapa. Otro día llegué de la calle, me saludó de puñito, me contó que le
ofrecieron trabajo en un taller mecánico y después preparó un almuerzo
desabrido y en forma de sándwich (dizque para salir del paso con algo
rapidito).
En ese momento me di cuenta de que la situación se hacía insostenible. Si bien
la amo, debía dejarla ir para que fuese feliz y transitara nuevos rumbos con su
nuevo sexo. Fue entonces cuando sonó su celular. Era un número desconocido.
Ella contestó, escuchó y me susurró, sobresaltada: “¡Es la Registraduría!”. Al
colgar, me dijo que llamaban para enmendar el error de su cédula. Que se
acercara al otro día para que le entregaran su nueva cédula que diría “Sexo:
F”.
Del tiro me senté en el sofá, respiré profundo y me relajé tanto, que comencé a
quedarme dormido tras todo este estrés. De repente, de la nada, escuché un
grito: “¿Vas a hacer siesta a esta hora? ¡Mira todos los platos sucios que hay!
¡Lávalos ya! ¡Hay que ver que nadie ayuda en esta casa!”. Entonces me alegré.
En ese momento sentí un gran alivio. Era oficial que Eris ya había cambiado al
“Sexo: F”. Desde ese momento mi esposo dejó de ser mi esposo. Ahora volvió a
ser mi esposa.
Fuente: https://reubenmorales.com
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