Autor e Imagen: Jaime Ballestas “Otrova Gomas”
Luego de una larga búsqueda entre las trochas y los caminos perdidos que
evitan los precipicios de la vejez, creo haber encontrado por azar una manera
efectiva de detener el tiempo. Desde hace ya dos años empecé a regresar hacia
el pasado, donde me detengo, para luego regresar más atrás en una continua
marcha regresiva.
Lo hago sin el auxilio de complejas maquinarias, o ingiriendo cocteles
de dehidroepian-drosterona o las horribles dosis de melatonina. Como único
sistema se utiliza una vía infalible: repetir cada día, en riguroso orden
cronológico, las horas, los minutos y los segundos vividos el día anterior. Es
decir, se vuelve a lo que pensamos, hicimos y dijimos en esa fecha, y al
llegar, se sigue indefinidamente hacia atrás en un crescendo en negativo.
Desde que me inicie en el ejercicio de esta dura practica rejuvenecedora,
borre definitivamente del cerebro el concepto abstracto de futuro. Lo que para
las demás personas mañana será 22 de julio de 2020, en mi caso será el 20
de abril de 2019, el día antes del que me encuentro desde que inicié esta
secuencia hacia la primera juventud. Maravillosas recompensas me ha producido
este experimento en el que no tuve que vender el alma. No solo se me ha
oscurecido el cabello y se han ido suavizado los surcos que habían comenzado a
atravesarme el rostro, sino que he disfrutado el placer de recordar con
asombrosa exactitud los momentos del pasado, que brotan espontáneos si el
retorno se realiza con cuidado.
Todavía es más apasionante poder analizar en frio lo que muchas veces
hicimos sin sentido o, estaba signado por la ligereza, la injusticia o la falta
de convicción. Solo debe tenerse cuidado de que por las estrictas reglas del
procedimiento, aunque pensemos que muchos hechos pudimos dejar de hacerlos u
obtener mejores resultados, no se pueden cambiar en nada al momento de repetirlos.
Es evidente que, como en toda aventura científica donde la
experimentación se realiza en campos poco conocidos, hay difíciles problemas de
adaptación. Así, al estar fuera de la dimensión cronológica de mis
contemporáneos, muchos ya me han tomado por excéntrico, por no citar a las
amistades que me abandonaron y las oportunidades que he perdido.
Igual tengo problemas financieros, pero entiendo que los bancos se nieguen a prestarle dinero a alguien que cada vez se aleja más del momento de la fecha de los pagos. Al contrario, entre las cosas buenas está que los precios bajan y cada día le queda menos tiempo a la barbarie que se vive en el presente.
Igual tengo problemas financieros, pero entiendo que los bancos se nieguen a prestarle dinero a alguien que cada vez se aleja más del momento de la fecha de los pagos. Al contrario, entre las cosas buenas está que los precios bajan y cada día le queda menos tiempo a la barbarie que se vive en el presente.
A la mayoría de la gente no les agrada que les comenten lo que ya no
existe. Yo mismo me asusto de lo que ocurrirá cuando llegue el año 1950,
periodo muy hermoso de mi vida en el que me detendré por una larga temporada.
Creo que entonces nadie me resistirá, no sé, si por el manifiesto
rejuvenecimiento que reflejará mi cuerpo para esa fecha o, por el hecho de que
verán que estoy fuera de los patrones de su mundo y de su influencia.
Reconozco que también es terrible repetir acontecimientos desagradables
o marcados por el sabor de la tragedia; por ejemplo, muy pronto, debo volver a
chocar mi carro contra el de una señora que no tuvo la culpa de mi prisa el día
29 de abril de 2017. Algo me dice que al volver a darle el golpe a su
camioneta, me volverá a dar aquel carterazo enfurecida diciendo que estoy
borracho. Aclaro, que aunque muchas veces no es fácil encontrar a las personas
y, que se den las circunstancias del ayer, gracias a los poderes infinitos de
la mente, siempre se puede lograr flexibilidad a pesar de los parámetros del
rigor establecidos.
Solo hay algo que debo advertirle a todos los que incursionen en este peculiar
camino hacia la eterna juventud: es fundamental que mantengan una rígida e
implacable secuencia de los hechos del pasado. Violar esta regla, sea por
ligereza, oportunismo sentimental, o incapacidad de recordar, puede conducir
hacia un caos temporal y dejarlos perdidos para siempre en las zonas de la
demencia.
Insisto. Si no logran esta continuidad y asimilar los acontecimientos transcurridos, regresen de inmediato al momento del que partieron y ya no vuelvan a intentarlo.
Es preferible envejecer tranquilamente, como cualquier mortal, a quedarse prisionero para siempre en un mundo que nunca existió en el tiempo.
Fuente: http://donatiu8.blogspot.com/
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