El Testigo

 

Lo había previsto como el robo perfecto, mi consagración y mi retiro. Todo fue planeado y estudiado por más de seis meses, era mi momento. Pero no imaginé que la suerte adversa iba a poner a ese sujeto, un borracho de mala muerte, que para más mala fortuna para mi ese día le dio curiosi­dad el que nos desplazáramos y entráramos armados con nuestras pistolas de fogueo a las bodegas de la fábrica de sábanas a medianoche y por sobretodo, estaba bastante consciente, ya que hacía rato que no tenía con que seguir satisfaciendo su gusto por el alcohol.



Mis tres socios compañeros del crimen de un lapso de tiempo para acá que no recuerdo, en plena faena delictiva se percataron que el sujeto curioseaba sin cautela y le hicieron una celada donde cayó, colocando un billete de cincuenta mil en el suelo, siendo atrapado fácilmente al quererlo agarrar una y otra vez sin notar que estaba atado a una cuerdita que les conducía a ellos.

Al yo ver (no, no estaba lloviendo, escribí al yo ver) que lo arrastraban e iban a comenzar a golpearlo, ordené que lo dejaran en el piso para hacer mi voluntad con el individuo, pero por primera vez se presentó una situación impropia de unos delincuentes consagrados como lo éramos nosotros. Les narro:

El primero en hablar fue Lucho, un ex-empleado bancario acusado de ladrón, algo que no debieron hacer aunque sí fue ladrón, pero no debieron acusarle sus compañeros pues vean en qué lo convirtieron. Luego él se decidió seguir la carrera con todas las de la anti-ley; dijo:

-Si lo deja­mos ir, este borracho podría contarle a la policía todo lo que ha visto, pero matarlo es una pérdida de tiempo, porque realmente al verlo se nota que no vale una bala, así que tú decides.

Pensé en soltarlo más en ese momento habló mi socia Yuseleixis (se llama Petra María, pero no era nombre de ladrona y lo cambió), una muchacha resentida con los padres ya que los muy sátrapas querían que estudiara, usara colores alegres y fuera una mujer de bien, por ello se decidió y siguió el camino que más fácil vio -de chora-, comentó:

-También podría extorsionarnos y yo no pretendo perder ni un pelo de mi parte dándole real para que beba, pero da lástima realmente darle un balazo.

Cuando ya me había decidido darle el indulto, mi tercer socio Estrigulio (como suponen mis lectores nacionales y no saben los internacionales, sí, éste era maracucho) fue más profundo, ya que era un ex-estudiante avanzado en leyes que fue expulsado por querer sobornar a los profesores para que no lo denunciaran por distribuir copias de los exámenes, me dijo:

-Esta imitación de ser humano claramente entró para buscar un camino fácil hacia el dinero, queriendo sacar provecho de éste robo el cual está también demorando, pero creo que hablo por mí, por Yuseleixis y Lucho al darte a ti el crédito de la culpa –(o sea, a yo, que soy…yo), por no prever el que alguien pudiese vernos y mucho menos el que no sepas como actuar ahora; decídete o ante nosotros la pagarás, así que tienes la sartén en tus manos, no debo recordarte que debes pensar en algo benéfico y a la vez extremo para que todo este golpe sea concretado con creces y ese dinero junto a la mercancía llegue a buen fin…el fin de llenarnos.

No supe en primer momento qué pensar, vi al borracho que del susto estaba emitiendo líquidos y masas a granel con sus respectivos y fuertes hedores por todos sus orificios, incluyendo no sé cómo, las orejas, talento adquirido quizás con el propio susto.

Entendí, al ver la actitud y posición de mis compinches cual debía ser al final la decisión a tomar en éste robo, algo que estaba de anteojito y era la más prudente acción para los eventos del futuro: Le disparé con una pistola real que llevaba en la tobillera a mis tres socios sin titubear y le di al borracho lo suficiente para que bebiera hasta olvidar lo pasado y comprara ropa limpia. Fue la mejor decisión.

Argenis Serrano - @Humoristech


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